“Todos tenemos oídos, pero muchas veces no logramos escuchar”, afirmó el Papa Francisco este domingo en su mensaje previo al rezo mariano del Ángelus
Al reflexionar en la lectura del Evangelio de hoy, que habla de la curación de una persona sordomuda, el Santo Padre aseguró que existe una sordera que “es peor que aquella física” porque es “la sordera del corazón”. Pero hoy podemos pedir a Jesús que la toque y la sane, expresó.
“Atrapados en nuestras prisas, con mil cosas que decir y hacer, no encontramos tiempo para detenernos a escuchar a quien nos habla. Corremos el riesgo de volvernos impermeables a todo y de no dar cabida a quienes necesitan ser escuchados: pienso en los niños, en los jóvenes, en los ancianos, en muchos que no necesitan tanto palabras y sermones, sino ser escuchados”.
Para reflexionar sobre la escucha personal, el Papa pidió hacerse estas preguntas:
-¿Cómo va mi escucha?
-¿Me dejo tocar por la vida de las personas?
-¿Dedico tiempo a los que están cerca de mí para escucharlos?
“Esto es para todos nosotros, pero en modo particular, para los sacerdotes, la gente: el sacerdote debe escuchar a la gente, no ir de prisa. Escuchar y ver cómo los puede ayudar, pero después de haber escuchado. Y todos nosotros: primero escuchar, y luego responder”, aseguró.
El Papa recordó que muchas veces incapaces de escuchar, decimos siempre las mismas cosas, o no dejamos que el otro termine de hablar, de expresarse, y nosotros lo interrumpimos.
“El renacimiento de un diálogo a menudo no viene de las palabras, sino del silencio, del no obcecarse, de volver a empezar con paciencia a escuchar a la otra persona, sus afanes, lo que lleva dentro. La curación del corazón comienza con la escucha. Escuchar. Y esto, sana el corazón. “Pero, padre hay gente aburrida que siempre dice las mismas cosas” ¡Escúchalo! Y luego cuando termine de hablar; di tu palabra, pero escucha todo”.
Siguiendo con el tema, el Papa Francisco aseguró que el secreto para la salud espiritual hacer tiempo para escuchar el Evangelio.
“He aquí la medicina: cada día un poco de silencio y de escucha, algunas palabras inútiles de menos y algunas Palabras más de Dios. Escuchemos hoy, como el día de nuestro bautismo, las palabras de Jesús: “Efetá, ábrete”. Jesús, deseo abrirme a tu Palabra, abrirme a la escucha. Sana mi corazón de la cerrazón, la prisa y la impaciencia”.
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