En la audiencia general de este miércoles 11 de enero, el Papa Francisco comenzó un nuevo ciclo de catequesis dedicado a la “Pasión por la evangelización”, y en esta ocasión utilizó el pasaje bíblico de la conversión de Mateo para dejar en claro que no se necesita ser perfectos para comenzar a hablar de Jesús a los demás.
“Todo comenzó cuando Jesús vio a un hombre, Mateo, y no lo juzgó por lo que hacía –era un publicano– sino por su realidad íntima, con sus virtudes y sus defectos”, dijo el Pontífice para explicar que Jesús vio a un “hombre” en aquel publicano despreciado por todos, por considerarlo “un colaborador, un traidor del pueblo”.
El Santo Padre dijo que tras el llamado de Jesús , Mateo se levantó, dejó su puesto de autoridad y sus seguridades, y se puso a disposición del Señor, en una actitud de servicio a los demás.
“Después de su conversión -continuó el Papa- Mateo no se fue a un lugar lejano e idílico, sino que regresó a su casa. Al volver, ya no era el mismo. El encuentro con Jesús lo había cambiado, convirtiéndolo en un auténtico testigo de la alegría del Evangelio (…) regresa a su propia casa para preparar ‘un gran banquete’, en el que ‘participa una gran multitud de publicanos, gente como él’.
Tras la explicación bíblica, el Obispo de Roma lamentó que muchas veces veamos más los defectos que las necesidades de los demás; “¡cuántas veces etiquetamos a las personas por lo que hacen o piensan! Incluso, como cristianos nos decimos: ¿es de los nuestros o no es de los nuestros? Esta no es la mirada de Jesús”.
“Mateo vuelve a su entorno, pero vuelve cambiado y con Jesús. Su celo apostólico no comienza en un lugar nuevo, puro e ideal, sino allí donde vive, con la gente que conoce”.
Por ello, el Papa dijo que el mensaje para los católicos de ahora es que “no tenemos que esperar a ser perfectos y haber recorrido un largo camino detrás de Jesús para dar testimonio de Él; nuestro anuncio comienza hoy, allí donde vivimos. Y no comienza tratando de convencer a los demás, sino testimoniando cada día la belleza del Amor que nos ha mirado y nos ha levantado”.
Como decía Benedicto XVI -concluyó el Papa- “La Iglesia no hace proselitismo. Se desarrolla más bien por atracción”. Y es a “este testimonio atrayente y gozoso” la meta a la que nos conduce el amor de Jesús.
Con información de Vatican News
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