El Papa Francisco celebró este domingo 15 de noviembre la Misa por la IV Jornada Mundial de los Pobres que este año lleva como tema: “Tiende tu mano al pobre”, ceremonia que se realizó en la Basílica de San Pedro en el Vaticano.
Ahí profundizó sobre la lectura del Evangelio de este domingo, la Parábola de los talentos, en las que el Amo llama a sus siervos y les entrega a cada uno una serie de talentos –monedas-, con el tiempo les reclama las ganancias de aquello que les entregó.
En su homilía, el Santo Padre destacó lo que podemos aprender de esta parábola para nuestra vida. Estas son sus principales ideas:
Todo inicia con el bien, el dueño no se guarda sus riquezas para sí mismo, sino que las da a los siervos; a uno cinco, a otro dos, a otro un talento, a cada cual según su capacidad, señaló el Papa Francisco.
“Somos portadores de una gran riqueza, que no depende de cuánto poseamos, sino de lo que somos: de la vida que hemos recibido, del bien que hay en nosotros, de la belleza irreemplazable que Dios nos ha dado, porque somos hechos a su imagen, cada uno de nosotros es precioso a sus ojos, cada uno de nosotros es único e insustituible en la historia. Así nos mira Dios, así nos trata Dios”.
En ocasiones al mirar nuestra vida y nos quejamos de lo que no tenemos, decimos: ¡ojalá tuviera ese trabajo, ojalá tuviera esa casa, ojalá tuviera dinero y éxito, ojalá no tuviera ese problema, ojalá tuviera mejores personas a mi alrededor!
“La ilusión del “ojalá” nos impide ver lo bueno y nos hace olvidar los talentos que tenemos”, dijo el Papa Francisco.
“El Señor nos pide que nos comprometamos con el presente sin añoranza del pasado, sino en la espera diligente de su venida. Esa nostalgia fea, que es como un humor crudo, un humor negro que envenena el alma y hace que siempre mire hacia atrás, siempre a los demás, pero nunca a las propias manos, a las posibilidades de trabajo que el Señor nos ha dado, a nuestras condiciones, incluso a nuestra pobreza”.
El Santo Padre destacó que el centro de la parábola es el trabajo de los sirvientes, es decir, el servicio, un esfuerzo que hace fructificar los talentos y da sentido a la vida. Ahí, el Papa destacó que “no sirve para vivir el que no vive para servir”.
“Necesitamos repetir esto, repetirlo muchas veces: No sirve para vivir el que no vive para servir. Debemos meditar esto: No sirve para vivir el que no vive para servir. ¿Pero cuál es el estilo de servicio?”
“En el Evangelio, los siervos buenos son los que arriesgan. No son cautelosos y precavidos, no guardan lo que han recibido, sino que lo emplean. Porque el bien, si no se invierte, se pierde; porque la grandeza de nuestra vida no depende de cuánto acaparamos, sino de cuánto fruto damos”.
“Cuánta gente pasa su vida acumulando, pensando en estar bien en vez de hacer el bien. ¡Pero qué vacía es una vida que persigue las necesidades, sin mirar a los necesitados! Si tenemos dones, es para ser nosotros dones para los demás. Y aquí, hermanos y hermanas, nos preguntamos: ¿Sigo las necesidades, solamente, o soy capaz de mirar a los que tienen necesidad?”.
EL Santo Padre destacó que los fieles son aquellos que arriesgan.
“’Pero, Padre, ¿ser cristiano significa correr riesgos?’ ― ‘Sí, queridos, arriesgar. Si no te arriesgas, terminarás como el tercer siervo: enterrando tus capacidades, tus riquezas espirituales y materiales, todo’”.
“Arriesgar: no hay fidelidad sin riesgo. Ser fiel a Dios es gastar la vida, es dejar que los planes se trastoquen por el servicio. ‘Yo tengo este plan, pero si sirvo…’. Deja que se trastoque el plan, tú sirve’”.
“Es triste cuando un cristiano juega a la defensiva, apegándose sólo a la observancia de las reglas y al respeto de los mandamientos. Esos cristianos ‘comedidos’ que nunca dan un paso fuera de las normas, nunca, porque tienen miedo al riesgo. Y estos, permítanme la imagen, estos que se cuidan tanto que nunca se arriesgan, estos comienzan en la vida un proceso de momificación del alma, y terminan siendo momias.
En la parábola de los talentos, el Señor dice al siervo perezoso que debió llevar su dinero a los prestamistas, para que el amo pudiera recogerlo con intereses
“¿Quiénes son los “prestamistas” para nosotros, capaces de conseguir un interés duradero? Son los pobres. No lo olviden: los pobres están en el centro del Evangelio; el Evangelio no puede ser entendido sin los pobres. Los pobres tienen la misma personalidad que Jesús, que siendo rico se despojó de todo, se hizo pobre, se hizo pecado, la pobreza más fea”.
“Los pobres nos garantizan un rédito eterno y ya desde ahora nos permiten enriquecernos en el amor. Porque la mayor pobreza que hay que combatir es nuestra carencia de amor”, agregó. “Extiende tu mano a los necesitados, en lugar de exigir lo que te falta: de este modo multiplicarás los talentos que has recibido”.
Al cierre de su homilía, el Papa Francisco recordó que se acerca la Navidad, momento en que muchas personas se preguntan, ¿qué puedo comprar?, en lugar de eso hay que preguntarse “¿Qué puedo dar a los demás?”, aseguró, “para ser como Jesús, que se dio a sí mismo y nació propiamente en aquel pesebre”.
“Llegamos así al final de la parábola: habrá quien tenga abundancia y quien haya desperdiciado su vida y permanecerá siendo pobre (cf. v. 29). Al final de la vida, en definitiva, se revelará la realidad: la apariencia del mundo se desvanecerá, según la cual el éxito, el poder y el dinero dan sentido a la existencia, mientras que el amor, lo que hemos dado, se revelará como la verdadera riqueza. Todo eso se desvanecerá, en cambio el amor emergerá”.
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