El Papa Francisco hizo la oración a San José por los trabajadores y los desempleados por las familias que sufren a causa de la falta trabajo, un elemento esencial que dignifica al hombre y abona a su santificación.
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El Papa Francisco explicó que la gente de Nazaret se refería a Jesús como el hijo del “carpintero”, utilizando para este oficio la palabra “tekton”, que en la Palestina de aquella época hacía alusión tanto a los artesanos de la madera, como a quienes se dedicaban a construir casas con techos elaborados con vigas conectadas entre sí con ramas y tierra.
El oficio, de cualquier forma -señaló el Santo Padre-, no aseguraba grandes ganancias, como se deduce del hecho de que María y José, cuando presentaron a Jesús en el templo, ofrecieron sólo un par de tórtolas o pichones, como prescribía la ley para los pobres.
“Este dato biográfico de san José y de Jesús -dijo-, me hace pensar en todos los trabajadores del mundo, particularmente en quienes hacen trabajos duros en las minas y en ciertas fábricas; en quienes son explotados; en las víctimas del trabajo… en los niños que son obligados a trabajar, y en quienes hurgan en los vertederos en busca de algo útil para intercambiar…”.
Así, el Papa Francisco extendió su reflexión a quienes no encuentran trabajo, y destacó el drama de la falta de empleo, que suele conducir a perder toda esperanza y deseo de vida.
Tras invitar a los presentes a hacer un minuto de silencio por quienes han llegado al extremo del suicidio por no encontrar trabajo, llamó a la comunidad a reflexionar en lo que podemos hacer como Iglesia para que el trabajo sea rescatado de la lógica del mero beneficio y pueda ser vivido como derecho y deber de la persona, que expresa e incrementa su dignidad”.
Finalmente, el Papa Francisco rezó con los fieles y peregrinos presentes la oración que san Pablo VI elevó a san José el 1 de mayo de 1969.
Oh, San José,
patrón de la Iglesia,
tú que junto con el Verbo encarnado
trabajaste cada día para ganarte el pan,
encontrando en Él la fuerza de vivir y trabajar;
tú que has sentido la inquietud del mañana,
la amargura de la pobreza, la precariedad del trabajo;
tú que muestras hoy el ejemplo de tu figura,
humilde delante de los hombres,
pero grandísima delante de Dios,
protege a los trabajadores en su dura existencia diaria,
defiéndelos del desaliento,
de la revuelta negadora,
como de la tentación del hedonismo;
y custodia la paz del mundo,
esa paz que es la única que puede garantizar el desarrollo de los pueblos.
Amén
Con información de Vatican News
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