La voz del Papa

La receta del Papa para combatir el narcisismo y la vanidad en su primera autobiografía

En opinión del Papa Francisco, la ironía es una medicina “no sólo para elevar e iluminar a los demás, sino también a uno mismo, porque la autoburla es una poderosa herramienta para superar la tentación del narcisismo”.

Lo afirma en Spera (Esperanza), su autobiografía, un texto de 400 páginas escrito durante seis años en colaboración con el periodista Carlos Musso. Un libro del que cuatro medios italianos han adelantado extractos y medios oficiales vaticanos se han hecho eco.

Cabe mencionar que esta obra ofrece una visión cercana de la vida del pontífice, desde sus primeros años en Argentina hasta los valores que han influido en su trayectoria espiritual, incluyendo además diversas anécdotas curiosas, como su vínculo con el destacado escritor Jorge Luis Borges, su infancia, dificultades que enfrentó su familia, entre otros.

Portada de la primera autobiografía del Papa Francisco. Foto: captura de pantalla

El peligro de la vanidad y el narcisismo

“Los narcisistas se miran constantemente en el espejo, se pintan, se miran, pero el mejor consejo frente al espejo es siempre reírse de uno mismo. Nos hará bien. Revelará la evidencia de ese antiguo proverbio chino que dice que sólo hay dos hombres perfectos: uno está muerto y el otro nunca ha nacido”, sostiene el pontífice.

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“En esto la Iglesia tiene, informalmente, también una compleja serie de categorizaciones de chistes y bromas según órdenes, congregaciones, figuras. […] Los chistes sobre jesuitas y jesuitas constituyen, pues, un verdadero género, quizá sólo comparable a los que se refieren a los carabinieri en Italia”, argumenta en un libro fresco cargado de historias y abundante en anécdotas.

En él, el Papa Francisco advierte sobre el peligro del narcisismo, e invita a “prevenir con las dosis adecuadas de autoburla”.

En este aspecto, no se ahorra palabras para hacer más gráfica su posición: “Me viene a la memoria la de un jesuita algo vanidoso que tiene un problema de corazón y tiene que ingresar en el hospital…”

“Antes de entrar en el quirófano, ese jesuita pregunta a Dios: «Señor, ¿ha llegado mi hora?». «No, vivirás al menos otros cuarenta años», le dice Dios. En cuanto se recuperó, aprovechó para hacerse un trasplante de pelo, un lifting facial, una liposucción, de párpados, de dientes… En resumen, salió de allí convertido en otro hombre”.

“Sin embargo, nada más salir del hospital, un coche le atropella y muere. En cuanto llega ante Dios, protesta: «Señor, pero… ¡me dijiste que viviría otros cuarenta años! Y Dios: ‘Uy, perdona… no te había reconocido…’”.

“Ahora que soy viejo, son los niños mis mentores”

Además del buen humor, el Santo Padre destaca la alegría que le causan sus encuentros con los niños y el afecto que siente por los ancianos. En ambos encuentra valores excepcionales y positivos.

“No hay nada que me alegre hoy tanto como el encuentro con los niños: si de niño tenía mis maestros de la sonrisa, ahora que soy viejo son a menudo los niños mis mentores. Son los encuentros que más me emocionan, que me hacen sentir bien”, sostiene.

“Y luego los que tengo con ancianos: los ancianos que bendicen la vida, que dejan de lado todo resentimiento, que tienen la alegría del vino que se ha hecho bueno con los años, son irresistibles”, asegura.

Hay muchas razones. El Papa no teme entrar en detalles: “Son campeones de la espontaneidad, de la humanidad, y nos recuerdan que quien renuncia a su humanidad renuncia a todo, y que cuando nos resulta difícil llorar en serio o reír apasionadamente, es cuando realmente ha comenzado nuestro declive. Nos anestesiamos, y los adultos anestesiados no se hacen ningún bien a sí mismos, ni a la sociedad, ni a la Iglesia”.

Argentina, “por la que sigo sintiendo idéntico amor”

La autobiografía del Papa es también un elogio a las sanas virtudes. Por medio de historias personales muestra el interior de su hogar, uno donde se cultivan el respeto y la dignidad.

Igualmente, afirma que le gusta la puntualidad: “Es una virtud que he aprendido a apreciar. Y llegar a tiempo lo considero mi deber, un signo de cortesía y respeto”, si bien con matices cercanos y afectivos, hace algunas confesiones divertidas.

“La dignidad era una enseñanza siempre presente en las palabras y los gestos de nuestros padres”, sostiene el pontífice.

También hace amplias referencias a su ciudad, la humildad de la región donde nació. Un sitio donde “se podía dormir dejando la puerta abierta. Un barrio de clase media en el corazón de una ciudad en constante cambio y de un gran país, uno de los más grandes del mundo”.

“Mi patria, por la que sigo sintiendo idéntico amor, grande e intenso. El pueblo por el que rezo cada día, que me formó, me preparó y luego me ofreció a los demás”, agrega emocionado.

Los migrantes y el naufragio del Titanic italiano

En otro apartado, el Papa cuenta una historia literalmente de terror sobre el peculiar naufragio de una embarcación en la que sus parientes podrían haber estado. Pero, la familia Bergoglio no pudo hacerlo.

Además de emotivo, el texto es también una oportunidad para hablar sobre los migrantes, sus dificultades y odiseas. También sobre las afectos que le unen desde el corazón con su familia.

“Minimizado o encubierto por los órganos del régimen, ese naufragio fue el «Titanic» italiano”, afirma.

“No puedo decir cuántas veces he oído la historia de aquel barco que llevaba el nombre de la hija del rey Víctor Manuel III (…). La princesa Mafalda. Esa historia se contaba en familia. La contaban en el barrio. La cantaban en las canciones populares de los emigrantes, de un lado a otro del océano”.

“Mis abuelos y su único hijo, Mario, el joven que sería mi padre, habían comprado el pasaje para esa larga travesía, para ese barco que zarpó del puerto de Génova el 11 de octubre de 1927, rumbo a Buenos Aires. Pero no lo tomaron. (…) No habían logrado vender a tiempo lo que poseían”.

“Al final, a su pesar, los Bergoglio se vieron obligados a cambiar el billete, a aplazar la partida hacia Argentina. Por eso estoy aquí ahora. No os podéis imaginar cuántas veces me he encontrado dando gracias a la Divina Providencia”, señala el Papa Francisco.

Sus hermanos, los dedos de su mamá

“Mamá solía decir que los cinco hijos éramos como los dedos de la mano, cada uno distinto del otro; todos diferentes y todos igualmente suyos: «Porque si me pincho un dedo siento el mismo dolor que sentiría si me pinchara otro»”, comenta con cariño.

Las revelaciones hacen parte de los extractos publicados en cuatro periódicos italianos: Stampa, Avvenire, Il Giorno e Il Messaggero. De ellos se hace mención un  amplio artículo de las ediciones en italiano tanto del Osservatore Romano como el Vatican News.

Está previsto que el libro, titulado en español “Esperanza”, sea oficialmente publicado este martes 14 de enero; así como distribuido bajo el seño de la editorial Plaza & Janés en al menos un centenar de países.

Carlos Zapata

Ingeniero Mecánico y periodista. Ex editor de medios católicos con rica experiencia en el desarrollo de contenido SEO, branding y manejo estratégico de plataformas digitales.

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