A 1600 años del fallecimiento de San Jerónimo, traductor de la Biblia y doctor de la Iglesia, “Su figura sigue siendo de gran actualidad para nosotros, cristianos del siglo XXI”, aseguró el Papa Francisco en una Carta Apostólica publicada este miércoles 30 de septiembre.
En la carta, titulada “Scripturae Sacrae Affectus” (Amor a la Sagrada Escritura), el Santo Padre se refirió a San Jerónimo como un “incansable estudioso, traductor, exegeta, profundo conocedor y apasionado divulgador de la Sagrada Escritura; fino intérprete de los textos bíblicos; ardiente y en ocasiones impetuoso defensor de la verdad cristiana; ascético y eremita intransigente, además de experto guía espiritual, en su generosidad y ternura”.
San Jerónimo, agregó, tuvo dos características que definieron su personalidad como creyente: su absoluta y rigurosa consagración a Dios y el esfuerzo del estudio asiduo.
“Es precisamente este doble testimonio ofrecido de modo admirable por san Jerónimo, el que se propone como modelo, sobre todo, para los monjes, quienes viven de ascesis y oración, con vistas a que se dediquen al trabajo asiduo de la investigación y del pensamiento”.
“Después, para los estudiosos, que deben recordar que el saber sólo es válido religiosamente si está fundado en el amor exclusivo a Dios, y expoliado de toda ambición humana y aspiración mundana”.
No obstante, agregó, el rasgo peculiar de la vida de San Jerónimo fue su amor apasionado por la Palabra de Dios.
“En los últimos tiempos los exegetas han descubierto el genio narrativo y poético de la Biblia, exaltado precisamente por su calidad expresiva. Jerónimo, en cambio, lo que enfatizaba de las Escrituras era más bien el carácter humilde con el que Dios se reveló, expresándose en la naturaleza áspera y casi primitiva de la lengua hebrea, comparada con el refinamiento del latín ciceroniano”.
“Por tanto, no se dedicaba a la Sagrada Escritura por un gusto estético, sino —como es bien conocido— sólo porque lo llevaba a conocer a Cristo, porque ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo”.
Pero sobre todo, el Santo Padre resaltó el gran legado de San Jerónimo a la Iglesia: la traducción de la Biblia al latín.
“Con el estímulo del papa Dámaso, Jerónimo comenzó en Roma la revisión de los Evangelios y los Salmos, y luego, en su retiro en Belén, empezó la traducción de todos los libros veterotestamentarios, directamente del hebreo; una obra que duró años”.
“Con su traducción –agregó-, Jerónimo logró ‘inculturar’ la Biblia en la lengua y la cultura latina, y esta obra se convirtió en un paradigma permanente para la acción misionera de la Iglesia”.
Puedes leer completa la Carta Apostólica “Scripturae Sacrae Affectus”, siguiendo esta líga.
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