Francisco aseguró que "a cada uno de nosotros el Señor nos eligió para que fuésemos santos e irreprochables ante Él por el amor". Foto Luis Aldana.
Gaudete et exsultate (Alegraos y regocijaos), es la invitación que nos hace el Papa Francisco mediante la tercera Exhortación Apostólica de su Pontificado, para alcanzar la santidad en la familia en el mundo actual y para lo que nos propone 7 consejos. Al oír que debemos ser santos podemos pensar que es una tarea casi imposible para nosotros, o que es algo exclusivo para quienes han dedicado su vida a la oración. Pero no es así, todos estamos llamados a ser santos, ¡todos podemos llegar a serlo!
Esta exhortación es un documento pastoral por medio del cual el Papa Francisco nos escribe a cada uno; si lo ves, te darás cuenta de que su redacción está hecha en primera persona, es decir, dirigida al lector. Nos ofrece recomendaciones sobre cómo podemos ser profundamente felices y nos invita a que vibremos ante la idea de ser santos.
El Papa Francisco dice: “Mi humilde objetivo es hacer resonar una vez más el llamado a la santidad, procurando encarnarlo en el contexto actual, con sus riesgos, desafíos y oportunidades. Porque a cada uno de nosotros el Señor nos eligió para que fuésemos santos e irreprochables ante Él por el amor”.
A ti, ama de casa, padre de familia, hijo, abuelo, profesionista, trabajador manual, obrero, estudiante, campesino, deportista, maestro, a todos nos llega esta exhortación, porque nos invita a no vivir mediocremente y sin entusiasmo, sino que en lo cotidiano, en la vida de todos los días, vayamos siendo santos, cumpliendo nuestras propias responsabilidades.
Nuestra propia familia, asegura el Santo Padre, es el lugar para ser santos y a continuación te dejamos los 7 consejos que nos da el Papa Francisco para alcanzar la santidad:
Todos estamos llamados a la santidad, no se necesita ser sacerdote o religiosa, tienes que creer esa posibilidad y que la consideren tus hijos. Desde niños debemos sembrar ese deseo en el corazón para que forme nuestro anhelo, luchemos para lograrlo y sea lo que le dé sentido a los acontecimientos de nuestra vida. Cumplir con amor nuestra misión y labores en la familia es el camino a la santidad. Que se escuche eso en tu hogar, “hacemos esto porque estamos trabajando nuestra santidad…”
Quien realmente trabaja para lograr la santidad debe vivir para amar a los demás, no puede cerrarse en el egoísmo. Así que el plan de acción a seguir es vivir las bienaventuranzas y hacer las obras de misericordia. Desde que inicias tu matrimonio y empiezan a llegar los hijos se puede vivir ayudando a los demás, a tus familiares, a tus vecinos, a los que no conoces pero tienen una necesidad. Que todos en tu familia aprendan a mirar a los demás y que les interese ayudar a sus necesidades. Que sean una familia de servicio, de entrega, donde se viva la generosidad. Para aprender a amar hay que ser humildes.
No hacer hijos débiles ni alejarlos del sufrimiento. Vivir las Bienaventuranzas es lo contrario de la comodidad, el hedonismo, o el miedo a pasar por la prueba. Si se forma así a los miembros de tu familia serán dueños de sí mismos y los prepararás para no vencerse en la prueba o dificultad.
Ser santo es vivir con alegría, optimismo, sentido del humor y con esperanza, pero de manera realista, es decir no evadiendo, sino encontrando en cada prueba una oportunidad de ser mejores; saber el valor salvífico y santificador del sufrimiento. Sin masoquismo debemos aprender a amar las vicisitudes de la vida. Que nuestra familia se distinga por vivir en la alegría.
Que tu familia contagie a los demás por tu testimonio. La familia debemos ser grupos, comunidades o minorías creativas, como los primeros apóstoles que evangelizaban y convencían a los demás por su forma de vida, por sus palabras de amor y su labor misionera. Todos debemos evangelizar, somos una Iglesia viva.
No se alcanza la santidad sin la oración. “La oración confiada es una reacción del corazón que se abre a Dios frente a frente, donde se hacen callar los rumores para escuchar la suave voz del Señor que resuena en el silencio” (*149). Nunca desistas cuando llegue el desánimo. Reza, anímate y continúa. Fortalece a tu familia con la oración.
Aprender a discernir lo que Dios quiere para cada persona y para cada familia. Cada uno tiene una misión única e irrepetible.
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