El Papa Francisco da a conocer las 5 claves para entender el uso de la Inteligencia Artificial (IA) en el mundo actual en una importante reflexión
¿Cuál será el futuro del hombre en la era de las inteligencias artificiales y cómo podemos seguir siendo “plenamente humanos”? son algunas de las interrogantes que hace el papa Francisco en su mensaje para la 58 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales , al tiempo que sugiere crear una regulación internacional que establezca controles frente a la “tentación” de un hombre que se considera omnipotente.
En el documento, publicado este miércoles 24 de enero en el marco de la memoria litúrgica de san Francisco de Sales, doctor de la Iglesia y patrono de los periodistas, el pontífice estima necesario “despejar el terreno de lecturas catastrofistas y de sus efectos paralizantes”.
En el marco de la fiesta de san Francisco de Sales, patrono de los comunicadores sociales, el Papa señala las oportunidades y “peligros de un mundo bajo el contexto de la inteligencia artificial”:
El papa Francisco recuerda las reflexiones de Romano Guardini y señala que si bien es cierto que en la actualidad “se trata de problemas técnicos, científicos y políticos”, es preciso “resolverlos planteándolos desde el punto de vista humano”.
Al respecto, menciona que en esta época que corre el riesgo de ser rica en tecnología y pobre en humanidad, “nuestra reflexión sólo puede partir del corazón humano”.
El corazón, “bíblicamente entendido como sede de la libertad y las decisiones más importantes de la vida” y como “lugar interior del encuentro con Dios”, el pontífice señala que “la sabiduría del corazón se deja encontrar por quien la busca y se deja ver por quien la ama”.
De igual modo, recuerda la importancia de contar con el auxilio divino, pues la sabiduría del corazón “es un don del Espíritu Santo, que permite ver las cosas con los ojos de Dios”. Por ello, advierte que “sin esta sabiduría, la existencia se vuelve insípida”. En tal contexto, el papa Francisco señala los peligros de un mundo bajo el contexto de la inteligencia artificial, toda vez que “no podemos esperar esta sabiduría de las máquinas”.
Así mismo, denuncia que el término inteligencia artificial ha suplantado al más correcto utilizado en la literatura científica, “machine learning”, y que “el uso mismo de la palabra “inteligencia” es engañoso.
No obstante, reconoce que “las máquinas poseen una capacidad inconmensurablemente mayor que los humanos para almacenar datos y correlacionarlos entre sí”, pero deja claro que “corresponde al hombre, y sólo a él, descifrar su significado”.
En este punto, abunda que “no se trata, pues, de exigir que las máquinas parezcan humanas; sino más bien de despertar al hombre de la hipnosis en la que ha caído debido a su delirio de omnipotencia, creyéndose un sujeto totalmente autónomo y autorreferencial, separado de todo vínculo social y ajeno a su creaturalidad”.
El sumo pontífice también advierte que esas realidades pueden estar contaminadas “por la tentación original de llegar a ser como Dios sin Dios (cf. Gn 3), es decir, de querer conquistar por las propias fuerzas lo que, en cambio, debería acogerse como un don de Dios y vivirse en la relación con los demás”.
Por ello, de acuerdo con la óptica papal, “según la orientación del corazón, todo lo que está en manos del hombre se convierte en una oportunidad o en un peligro. Su propio cuerpo, creado para ser un lugar de comunicación y comunión, puede convertirse en un medio de agresión. Del mismo modo, toda extensión técnica del hombre puede ser un instrumento de servicio amoroso o de dominación hostil”.
En cambio, los sistemas de inteligencia artificial podrían “contribuir al proceso de liberación de la ignorancia y facilitar el intercambio de información entre pueblos y generaciones diferentes”. Pueden “hacer accesible y comprensible una enorme riqueza de conocimientos escritos en épocas pasadas o hacer que las personas se comuniquen en lenguas que no conocen. Pero al mismo tiempo pueden ser instrumentos de “contaminación cognitiva”, de alteración de la realidad a través de narrativas parcial o totalmente falsas que se creen —y se comparten— como si fueran verdaderas”.
El papa aprovecha para referirse al “problema de la desinformación al que nos enfrentamos desde hace años en forma de fake news y que hoy se sirve de deepfakes, es decir, de la creación y difusión de imágenes que parecen perfectamente verosímiles pero que son falsas (también yo he sido objeto de ello), o de mensajes de audio que utilizan la voz de una persona para decir cosas que nunca ha dicho”.
“Ya desde la primera ola de la inteligencia artificial, la de los medios sociales, hemos comprendido su ambivalencia, dándonos cuenta tanto de sus potencialidades como de sus riesgos y patologías”, agrega.
En este aspeco, considera “importante tener la capacidad de entender, comprender y regular herramientas que en manos equivocadas podrían abrir escenarios adversos. Como todo lo que ha salido de la mente y de las manos del hombre, los algoritmos. Por ello, es necesario actuar preventivamente, proponiendo modelos de regulación ética para frenar las implicaciones nocivas y discriminatorias, socialmente injustas, de los sistemas de inteligencia artificial y contrarrestar su uso en la reducción del pluralismo, la polarización de la opinión pública o la construcción de un pensamiento único”.
Con base en tales argumentos, el papa llama a «la comunidad de las naciones a trabajar unida para adoptar un tratado internacional vinculante, que regule el desarrollo y el uso de la inteligencia artificial en sus múltiples formas», aunque deja claro que “como en cualquier ámbito humano, la sola reglamentación no es suficiente”.
“La revolución digital puede hacernos más libres, pero no ciertamente si nos dejamos atrapar por los fenómenos mediáticos hoy conocidos como cámara de eco. En tales casos, en lugar de aumentar el pluralismo de la información, corremos el riesgo de perdernos en un pantano desconocido, al servicio de los intereses del mercado o del poder”.
“Es inaceptable que el uso de la inteligencia artificial conduzca a un pensamiento anónimo, a un ensamblaje de datos no certificados, a una negligencia colectiva de responsabilidad editorial. La representación de la realidad en macrodatos, por muy funcional que sea para la gestión de las máquinas, implica de hecho una pérdida sustancial de la verdad de las cosas, que dificulta la comunicación interpersonal y amenaza con dañar nuestra propia humanidad”.
“La información no puede separarse de la relación existencial: implica el cuerpo, el estar en la realidad; exige poner en relación no sólo datos, sino también las experiencias; exige el rostro, la mirada y la compasión más que el intercambio”.
“Pienso en los reportajes de las guerras y en la “guerra paralela” que se hace mediante campañas de desinformación. Y pienso en cuántos reporteros resultan heridos o mueren sobre el terreno para permitirnos ver lo que han visto sus ojos. Porque sólo tocando el sufrimiento de niños, mujeres y hombres podemos comprender lo absurdo de las guerras”, indica.
“El uso de la inteligencia artificial podrá contribuir positivamente en el campo de la comunicación si no anula el papel del periodismo sobre el terreno, sino que, por el contrario, lo respalda”, agrega.
Finalmente, tras exponer una serie de preguntas sobre el desafio ético que tal cuestión implica, el Papa afirma que corresponde al hombre “decidir si se convierte en alimento de algoritmos o en cambio sí alimenta su corazón con la libertad”. Además, propone un camino: “Busquemos la Sabiduría que es anterior a todas las cosas (cf. Si 1,4), la que pasando por los corazones puros hace amigos de Dios y profetas (cf. Sab 7,27). Ella nos ayudará también a orientar los sistemas de inteligencia artificial a una comunicación plenamente humana”.
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