Actualización 27-10-2024: Este artículo ha sido actualizado para incluir la información más reciente sobre el documento final del Sínodo de la Sinodalidad y los elementos más destacados que lo conforman.
Este sábado 26 de octubre de 2024, al término de la Decimosexta Congregación General del Sínodo de la Sinodalidad, ha sido publicado el esperado documento final, así como un anuncio del papa Francisco en el que aclaró que no se realizará una exhortación apostólica tras el Sínodo, como ocurre en ocasiones.
Mejor formación; intensificación en la protección, salvaguarda y tutelaje de los menores, el pedido de una mayor participación de los laicos, el reconocimiento de las personas con discapacidad como agentes de evangelización, y una mayor atención al papel de la mujer en la Iglesia Católica son algunos de los puntos destacados del documento que logró consenso, pero nunca exento de polémica.
El resultado de los intensos debates y largas jornadas de trabajo será puesto a disposición de los obispos de todo el planeta, de forma que el texto sirva de guía y orientación en las distintas diócesis que conforman la estructura de la Iglesia Católica.
Si bien fue aprobado por una contundente mayoría que supera el 80 por ciento, los 155 párrafos que conforman el documento no lograron obtener un absoluto acuerdo por parte de los 355 padres y madres sinodales que participaron en su desarrollo.
Encuentra aquí el texto del documento, de momento publicado solamente en italiano. Cuenta con una introducción, cinco partes o capítulos y una conclusión.
Destacan cinco apartados que sí se aprobaron de forma unánime. El párrafo 1 contenido en la introducción; el número 15, que aborda el llamado a la santidad y en el cual se afirma que del Bautismo “brota la identidad del Pueblo de Dios”.
También obtuvieron total consenso el párrafo 34, donde se indica que “no es aislándose como el hombre se valora a sí mismo, sino poniéndose en relación con los demás y con Dios”; el párrafo 51 que invita a la conversión, y el número 140, en el que se señala que “la misión es anunciar el Reino de Dios, ofreciendo a toda persona, sin excluir a nadie, la misericordia y el amor del Padre”.
En sus palabras al concluir las jornadas, el Papa Francisco señaló que el documento brinda indicaciones concretas que pueden servir de guía para la misión de las Iglesias. Por este motivo, el Pontífice lo pone a disposición de todos y desea con este gesto brindar un especial reconocimiento al valor del camino sinodal realizado.
Agregó que “El documento sobre el que hemos expresado nuestro voto es un triple regalo: para mí, como Obispo de Roma; para todo el Pueblo de Dios y un regalo que no puede quedarse solo en nosotros”. A continuación, se brindan algunos elementos destacados del documento.
El párrafo 1, de total consenso, afirma que los participantes de la Asamblea sinodal se han sentido abrazados por la misericordia del Resucitado. “Viviendo la conversación en el Espíritu, escuchándonos unos a otros, hemos percibido su presencia en medio de nosotros: la presencia de Aquel que, donando el Espíritu Santo, sigue suscitando en su Pueblo una unidad que es armonía de las diferencias”.
La introducción contempla al Resucitado, en quien se observan “los signos de sus heridas (…) que siguen sangrando en el cuerpo de tantos hermanos y hermanas, también a causa de nuestras culpas”.
Hace mención a los rostros de “niños aterrorizados por la guerra, el llanto de las madres, los sueños rotos de tantos jóvenes, los refugiados que afrontan viajes terribles, las víctimas del cambio climático y de las injusticias sociales”.
El documento sinodal lamenta la existencia de “demasiadas guerras” y recuerda los continuos llamados del Papa a favor de la paz. Además, tiene un acento ecuménico que apunta a la “unidad plena y visible de los cristianos” como un “acto de ulterior recepción” del Concilio Vaticano II.
También advierte la “resistencia al cambio”; pero, destaca que “la misericordia de Dios” permite purificar el corazón “y continuar nuestro camino”.
Entre otras cosas, define la sinodalidad como “un camino de renovación espiritual y de reforma estructural para hacer la Iglesia más participativa y misionera”. Aclara, sin embargo, que “la unidad de la Iglesia no es la uniformidad”.
En este aspecto, propone “una Iglesia más capaz de alimentar las relaciones: con el Señor, entre hombres y mujeres, en las familias, en las comunidades, entre todos los cristianos, entre los grupos sociales, entre las religiones, con la Creación”.
Fue el punto más polémico del documento final del Sínodo, pues aunque obtuvo respaldo mayoritario (73%, para ser precisos) fue rechazado por una cifra también elevada de 97 padres y madres sinodales. Se trata del párrafo 60. El texto denuncia que “las mujeres siguen encontrando obstáculos para obtener un reconocimiento más pleno de sus carismas, de su vocación y de su lugar en los diversos ámbitos de la vida de la Iglesia”.
La Asamblea sinodal “hace un llamamiento a la plena aplicación de todas las oportunidades ya previstas en la legislación vigente en relación con el papel de la mujer, en particular en los lugares donde aún no se han explorado”.
Agrega que “no hay nada en las mujeres que les impida desempeñar funciones de liderazgo en las Iglesias: lo que viene del Espíritu Santo no debe detenerse. También sigue abierta la cuestión del acceso de las mujeres al ministerio diaconal“. Si bien, a renglón seguido se advierte: “Es necesario un mayor discernimiento a este respecto”.
El documento también señala que la Iglesia reconoce “las capacidades apostólicas de las personas con discapacidades que se sienten llamadas y enviadas como agentes activos de evangelización”. Queremos valorar la aportación que proviene de la inmensa riqueza de humanidad que traen consigo”.
Agregan: “Reconocemos sus experiencias de sufrimiento, marginación, discriminación, a veces sufridas incluso dentro de la propia comunidad cristiana, debido a actitudes paternalistas de lástima. Para favorecer su participación en la vida y misión de la Iglesia, se propone la creación de un Observatorio Eclesial de la Discapacidad“. (cf 54 y 63).
También se impulsa una participación más amplia de los laicos, no sin antes señalar que el ministerio ordenado está “al servicio de la armonía”, mientras que el ministerio del obispo busca “componer los dones del Espíritu en la unidad”.
Hace alusión a la experiencia de “espiritualidad sinodal” y advierte que si no cuenta con profundidad espiritual, quedará reducida a un mero expediente organizativo.
De igual forma, destaca la importancia de la confianza mutua, pues “quienes toman las decisiones deben poder confiar y escuchar al Pueblo de Dios, que a su vez debe poder confiar en quienes ejercen la autoridad” (80).
Sugiere impulsar el discernimiento eclesial para la misión, entendiéndolo como una “práctica espiritual” que debe vivirse en la fe y no como una simple suma de opiniones individuales.
Se subraya, asimismo, que transparencia, responsabilidad, evaluación y organismos de participación son elementos clave en las propuestas del documento final.
Por otra parte, el documento resalta aspectos positivos de la unidad en la diversidad. Concretamente señala que “caminar juntos en lugares diferentes como discípulos de Jesús en la diversidad de carismas y ministerios, así como en el intercambio de dones entre las Iglesias, es un signo eficaz de la presencia del amor y de la misericordia de Dios en Cristo”. (120)
Señala además que “el intercambio de dones tiene también un significado crucial en el camino hacia la unidad plena y visible entre todas las Iglesias y Comuniones cristianas y, además, es un signo eficaz de esta unidad, en la fe y el amor de Cristo”. (122)
Otro párrafo que generó reacción fue el número 125, en el cual se afirma que “las Conferencias Episcopales expresan y ponen en práctica la colegialidad de los Obispos para favorecer la comunión entre las Iglesias y responder más eficazmente a las necesidades de la vida pastoral”.
Aunque 88 de cada 100 padres sinodales lo aprobaron, 45 votantes rechazaron el texto en el cual, entre otras cosas, se indica que “sin comprometer la autoridad del Obispo en la Iglesia que le ha sido confiada, ni poner en peligro la unidad y la catolicidad de la Iglesia, el ejercicio colegial de esta competencia puede favorecer la auténtica enseñanza de la única fe de manera adecuada e inculturada en los diversos contextos, identificando las expresiones litúrgicas catequéticas disciplinares”.
Posteriormente, en otro apartado se abordan aspectos centrales del servicio del Obispo de Roma. El documento final del Sínodo sostiene que “antes de publicar documentos normativos importantes” se debe promover “una mayor colaboración entre los Dicasterios y favorecer la escucha de las Iglesias locales”. (135)
Asimismo, destaca como “una de las peticiones que ha surgido con más fuerza y de todas partes durante el proceso sinodal” es la necesidad de una formación integral, “continua y compartida”. Igualmente pronunciada fue “la insistencia en la necesidad de una formación en la que participen juntos hombres y mujeres, Laicos, Consagrados, Ministros Ordenados y los que se forman para el Ministerio Ordenado, que les permita crecer en el conocimiento y estima mutuos y en la capacidad de colaborar”. (143)
Destaca el hecho de que se ha expresa con énfasis “la petición de que los itinerarios de discernimiento y formación de los que se preparan al Ministerio Ordenado se configuren al estilo sinodal”. Aparece en el párrafo 148, que contabilizó 40 rechazos y 315 votos a favor. El documento detalla que tal formación “significa que deben prever una presencia significativa de figuras femeninas, instruidas en la vida cotidiana de las comunidades y una educación para colaborar con todos en la Iglesia y practicar el discernimiento eclesial”.
La Asamblea también pide una revisión de la Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis que incorpore las peticiones maduradas en el Sínodo. Y apunta la necesidad de “formación de los Obispos“, para que puedan asumir mejor su misión de componer en la unidad los dones del Espíritu y” con miras a “ejercer en estilo sinodal la autoridad que les ha sido conferida”, un estilo que igualmente “implica que la dimensión ecuménica esté presente”.
Otro elemento de especial relevancia “es la promoción en todos los ambientes eclesiales de una cultura de tutela y protección (salvaguardia), para hacer de las comunidades lugares cada vez más seguros para los menores y las personas vulnerables”. Se hace énfasis en que estos procesos “deben ser objeto de seguimiento y evaluación constantes” y en que “las víctimas y los supervivientes deben ser recibidos y apoyados con gran sensibilidad”. (cf 97, 102 y 150).
Y piden que los temas de la Doctrina Social de la Iglesia, el compromiso por la paz y la justicia, el cuidado de la casa común y el diálogo intercultural e interreligioso deben ser más difundidos en el Pueblo de Dios. (151)
Finalmente, confían en que “el Espíritu ha puesto en el corazón de cada ser humano un deseo profundo y silencioso de relaciones auténticas y de vínculos verdaderos. La Creación misma habla de unidad y de compartir, de variedad y de entrelazamiento entre las diferentes formas de vida”.
Concluye con una oración a la Virgen María por la entrega de los resultados del Sínodo. A ella le piden: “¡Enséñanos a ser un Pueblo de discípulos misioneros que caminan juntos: una Iglesia sinodal!”.
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