En los últimos cincuenta años, la Iglesia y la sociedad han dado pasos importantes hacia la inclusión de las personas con discapacidad, sin embargo, todavía falta mucho por avanzar, aseguró el Papa Francisco.
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En un mensaje con motivo del Día Internacional de las Personas con discapacidad, el Santo Padre resaltó que crear una parroquia o comunidad plenamente accesible no requiere solamente que se eliminen las barreras arquitectónicas, sino que todos sus integrantes asuman “sobre todo actitudes y acciones de solidaridad y servicio hacia las personas con discapacidad y hacia sus familias”.
“El objetivo –dijo el Santo Padre- está en que lleguemos a dejar de hablar de ‘ellos’ y lo hagamos sólo de ‘nosotros’”.
Por ello, propuso una serie de acciones que todas las comunidades y parroquias deben tomar en cuenta para convertirse en comunidades verdaderamente inclusivas. Las sintetizamos en estos cuatro puntos:
Disponer de instrumentos adecuados y accesibles para la transmisión de la fe. Para ello, el Santo Padre pidió que se pongan a disposición de quienes los necesitan, en cuanto sea posible gratuitamente, incluso a través de las nuevas tecnologías, que han demostrado ser tan importantes para todos en este período de pandemia.
Esta formación debe ser ordinaria para sacerdotes, seminaristas, religiosos, catequistas y agentes de pastoral, sobre la relación entre la discapacidad y el uso de instrumentos pastorales inclusivos. Que las comunidades parroquiales se comprometan a que se desarrolle en los fieles el estilo de acogida hacia las personas con discapacidad.
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El Papa Francisco reiteró “con fuerza” el derecho de las personas con discapacidad a recibir los sacramentos como los demás miembros de la Iglesia.
Todas las celebraciones litúrgicas de la parroquia deberían ser accesibles, para que cada uno —junto a los hermanos y hermanas— pueda profundizar, celebrar y vivir la propia fe. Se debe prestar especial atención a las personas con discapacidad que aún no han recibido los sacramentos de la iniciación cristiana: estas podrían ser acogidas e incluidas en el itinerario de catequesis para la preparación a estos sacramentos.
La participación activa de las personas con discapacidad en la catequesis constituye una gran riqueza para la vida de toda la parroquia.
Por consiguiente, también la presencia de personas con discapacidad entre los catequistas, según sus propias capacidades, representa un recurso para la comunidad. En este sentido, es preciso favorecer su formación, para que puedan adquirir además una preparación más avanzada en el campo teológico y catequético. Espero que en las comunidades parroquiales sean cada vez más, las personas con discapacidad que puedan convertirse en catequistas, para transmitir la fe de manera eficaz, también con su propio testimonio.
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