Este Jueves Santo el Papa Francisco presidió la Misa Crismal en la Basílica de San Pedro, una celebración en la que el Pontífice bendice el Óleo de los catecúmenos y de los enfermos, consagra el Santo Crisma, y los sacerdotes renuevan sus promesas sacerdotales.
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En su homilía, el Papa Francisco advirtió sobre tres espacios de idolatría oculta, en los que el maligno utiliza sus ídolos para diezmar en los sacerdotes la vocación de pastores: la mundanidad, el pragmatismo y el funcionalismo.
El Papa Francisco señaló que el primer espacio de idolatría escondida es aquella que se abre donde hay mundanidad espiritual: una propuesta de vida, una cultura de lo efímero, de la apariencia, del maquillaje. Y su criterio -dijo- es el triunfalismo, un triunfalismo sin Cruz.
“Es la mundanidad de andar buscando la propia gloria, que nos roba la presencia de Jesús humilde y humillado, Señor cercano a todos, Cristo doloroso con todos los que sufren, adorado por nuestro pueblo que sabe quiénes son sus verdaderos amigos. ¡Un sacerdote mundano no es otra cosa que un pagano clericalizado!”.
Sobre el tema del pragmatismo -como segundo espacio de idolatría-, señaló que quienes tienen este ídolo escondido se reconocen por su amor a las estadísticas, sin considerar que las personas no se pueden numerar, porque Dios no nos da el Espíritu con medida.
En contraparte -expresó-, algo que caracteriza a los grandes santos es que saben retraerse de tal manera que le dan todo lugar a Dios.
“Este retraimiento, este olvido de sí y deseo de ser olvidado por todos los demás, es lo característico del Espíritu, el cual carece de imagen propia simplemente porque es todo Amor que hace brillar la imagen del Hijo y en ella la del Padre.
El reemplazo del Espíritu -aseguró el Papa Francisco-, que ya de por sí ama “no aparecer”, es lo que busca lograr el ídolo de los números, que hace que todo “aparezca” aunque de modo abstracto y contabilizado.
El tercer espacio de idolatría escondida -explicó el Santo Padre- es el que se abre con el funcionalismo, y se trata de un ámbito seductor en el que muchos se entusiasman, más con la hoja de ruta que con la propia ruta.
“La mentalidad funcionalista no tolera el misterio, va a la eficacia. De a poco, este ídolo va sustituyendo en nosotros la presencia del Padre”.
Señaló que el sacerdote con mentalidad funcionalista tiene su propio alimento: su ego. “En el funcionalismo, dejamos de lado la adoración al Padre en las pequeñas y grandes cosas de nuestra vida y nos complacemos en la eficacia de nuestros planes.
Finalmente señaló que estos espacios de idolatría resultan en una actitud de vanagloria por parte del pastor, que lastima la fidelidad de la alianza sacerdotal y entibia la relación personal con el Señor.
“Jesús -aseveró- es el único camino para no equivocarnos en saber qué sentimos, a qué nos conduce nuestro corazón. Él es el único camino para discernir bien”.
Con información de Vatican News
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