“¿Cuál es la fórmula de la felicidad?”, preguntó un periodista argentino al Papa Francisco, a lo que el Santo Padre respondió con los siguientes puntos:
“Acá los romanos tienen un dicho y podríamos tomarlo como un hilo para tirar de la fórmula esa que dice: ‘Anda adelante y deja que la gente vaya adelante’. Vive y deja vivir, es el primer paso de la paz y la felicidad”.
“Si uno se estanca, corre el riesgo de ser egoísta. Y el agua estancada es la primera que se corrompe”.
“En Don Segundo Sombra (novela argentina de Ricardo Güiraldes), el protagonista dice que de joven era un arroyo pedregoso que se llevaba por delante todo… y que en la vejez se sentía en movimiento, pero lentamente remansado. Es la capacidad de moverse con benevolencia y humildad, el remanso de la vida. Los ancianos tienen esa sabiduría, son la memoria de un pueblo”.
“El consumismo nos llevó a esa ansiedad de perder la sana cultura del ocio, leer, disfrutar del arte. Ahora confieso poco, pero en Buenos Aires confesaba mucho y cuando venía una mamá joven le preguntaba: ‘¿Cuántos hijos tienes? ¿Juegas con tus hijos?’ Y era una pregunta que no se esperaba, pero yo le decía que jugar con los chicos es clave, es una cultura sana.”
“El otro día, en Campobasso, fui a una reunión entre el mundo de la universidad y el mundo obrero, todos reclamaban el domingo no laborable. El domingo es para la familia”.
“Hay que ser creativos con esta franja. Si faltan oportunidades, caen en la droga. Y está muy alto el índice de suicidios entre los jóvenes sin trabajo… No alcanza con darles de comer: hay que inventarles cursos de un año de plomero, electricista, costurero. La dignidad te la da el llevar el pan a casa”.
“Hay que cuidar la creación y no lo estamos haciendo. Es uno de los desafíos más grandes que tenemos”.
“La necesidad de hablar mal del otro indica una baja autoestima, es decir: yo me siento tan abajo que en vez de subir, bajo al otro. Olvidarse rápido de lo negativo es sano”.
“Podemos inquietar al otro desde el testimonio, para que ambos progresen en esa comunicación, pero lo peor que puede haber es el proselitismo religioso, que paraliza: ‘Yo dialogo contigo para convencerte’, no. Cada uno dialoga desde su identidad. La Iglesia crece por atracción, no por proselitismo”.
“Estamos viviendo en una época de mucha guerra. La guerra destruye. Y el clamor por la paz hay que gritarlo. La paz a veces da la idea de quietud, pero nunca es quietud, siempre es una paz activa”.
Este artículo fue publicado originalmente en nuestra edición impresa.
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