Para el recién ordenado obispo auxiliar, monseñor Luis Manuel Pérez Raygoza, aprender sobre historia y tradiciones es una de sus grandes pasiones; por ello haber sido Vicario Episcopal de la séptima zona pastoral arquidiocesana, con sede en San Jacinto, fue muy grato, pues aprovechaba cualquier momento libre para caminar en las calles empedradas del barrio de San Ángel, uno de los de mayor riqueza cultural.
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Apenas se acoplaba a sus deberes, cuando recibió la noticia de que el Papa Francisco lo había nombrado obispo auxiliar de la Arquidiócesis de México. “Me tomó por sorpresa, jamás me pasó por la cabeza. Ni hablar -relata mientras sonríe- ¡Dios siempre nos sorprende con sus designios!”, asegura.
San Ángel le recuerda un poco al Ajusco, lugar donde creció al lado de sus padres y tres hermanos menores. Para él, su infancia fue feliz, siempre rodeado por su familia, de quienes aprendió la disciplina y la cultura del esfuerzo.
“La familia es el núcleo de la sociedad, por ello, es importante que la Iglesia acompañe y forme a las familias en cuanto a la importancia de la unión, la reconciliación y la comunicación, siempre a partir de los valores evangélicos y humanos más altos, lo cual nos podrá garantizar un futuro mejor para nuestra sociedad”.
Monseñor Pérez Raygoza destaca por ser muy delgado, pero en la secundaria recuerda que se ganó el mote de ‘gordito’ por tener unos kilos extra. Desde ese entonces ya mostraba interés por la religión, pero el momento clave fue la preparatoria.
“Pude observar que la falta de Dios en la vida de cualquier persona se nota, pues no son plenos; esto lo percibí con algunos de maestros del CCH Sur de la UNAM, ellos eran buenos docentes, pero se declaraban agnósticos o ateos”.
Pero el llamado definitivo -dice- ocurrió un día en el confesionario, cuando “sin mayor explicación, pude entender la invitación que Dios me hacía al sacerdocio”.
Fue formador de seminaristas en el Seminario Conciliar de México durante 17 años. De ese periodo y de su etapa como párroco conserva “a mucha gente en el corazón”.
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Ahora su gran reto como obispo auxiliar será responder a requerimientos y exigencias diversas, lo cual, desde su punto de vista, implica una gran capacidad de empatía, disponibilidad, fortaleza y paciencia, algo que está dispuesto a dar.
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