Cuando el padre Oswald Fernando ingresó al seminario, nunca imaginó que el ejercicio de su ministerio lo llevaría a miles de kilómetros de su casa en Tuticorin, India, a una iglesia en Iztapalapa.
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Fue durante su formación sacerdotal en la ciudad de Bangalore donde un grupo de maestros de la Sociedad de las Misiones Extranjeras de París sembró en él el espíritu misionero.
“Jamás pude olvidarlos. Todos ellos eran mayores de 50 años; ya habían vivido su vida. Después de terminar las clases todos tomaban sus bicicletas y visitaban las áreas donde vivían los pobres y repartían medicamentos”.
Los padres de Oswald dieron a sus ocho hijos una formación profundamente católica. Su inspiración fue su hermana mayor, quien dejó la casa para irse al convento. Cuatro de sus seis hermanos también son sacerdotes.
Una vez ordenado, durante 22 años vivió en la India. Su primera misión como párroco fue fundar y construir su propia parroquia. Después, el obispo lo envió a una nueva comunidad, donde hizo lo mismo.
Sus últimos años en la India transcurrieron en la iglesia de una zona muy adinerada, donde incluso recibió la visita del Primer Ministro, pero esa vida no calmó su inquietud misionera y en 1992 decidió viajar por un tiempo a México, acompañando la misión de los sacerdotes guanelianos.
En ese entonces ya hablaba inglés, francés, griego, alemán, latín, hindi y tamil, su lengua materna, y en poco tiempo aprendió el español con la ayuda de Luz María López, una laica consagrada que lo acompaña en su labor desde hace más de 20 años.
Mientras Oswald trabajaba de lleno en la comunidad de San Miguel Teotongo, fallecieron sus padres. Entonces aceptó la invitación de su obispo para incardinarse en la Arquidiócesis de México. Su primera misión como párroco fue, como en sus inicios en la India, construir una nueva parroquia.
Cuando la Diócesis de Iztapalapa se desmembró de la Arquidiócesis de México, al padre Oswald le fue encomendada la comisión de Misión y Evangelización. Además, es párroco de una iglesia en Iztapalapa, el Sagrado Corazón de Jesús, desde donde continúa atendiendo el llamado misionero de Jesús: ¡Ven y sígueme!
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