Ante la noticia del fallecimiento del P. Sergio Guillermo Román del Real, gran amigo y compañero, me surge esta reflexión que deseo compartir con ustedes.
No todos saben que la palabra pontífice se deriva del latín, y que se utilizaba inicialmente en la antigua Roma para definir a quienes tenían el oficio de construir puentes.
Posteriormente, en sentido espiritual, dicha palabra se aplicó también al Papa para indicar que él es como un puente entre Dios y los hombres. Por eso se le dice: Sumo Pontífice.
Pero, no solo a él se le puede aplicar este término porque, desde el punto de vista del compromiso cristiano, todos los fieles estamos llamados a ser puentes. No sólo entre unos y otros sino, también, ayudando a que los más alejados conozcan, se acerquen y amen más a Dios.
Esta labor de “puente” la iniciaron maravillosamente los padres del padre Sergio Guillermo en su hogar. A través de su palabra y ejemplo, les transmitieron de tal manera la fe a sus hijos, que lograron que ellos se convirtieran también en puente para los demás. Baste decir que tres de ellos respondieron a la vocación del sacerdocio, cada uno con sus propias características.
En el caso de Sergio, su labor se encaminó especialmente en que, a través de la educación y el conocimiento, los fieles se sintieran más atraídos a la vida cristiana. Para ello, siempre utilizó palabras sencillas, mensajes claros y directos. Y, sobre todo, el lenguaje del pueblo.
Esto permitió que, a través de diversos artículos y publicaciones, muchos pudieran comprender aquello que no se les había explicado, lo que no se habían atrevido a preguntar o lo que deberían conocer como cristianos.
De esta manera fungió como puente, haciendo que de la ignorancia se llegara al conocimiento; de la apatía, a la curiosidad; del individualismo, a la vida de comunidad; de la lejanía, al acercamiento a Dios.
Que estas pocas palabras sirvan para reconocer y agradecer la labor de sus padres y, especialmente, la labor de puente del padre Sergio como sacerdote: la celebración de los sacramentos, sus obras de caridad, su testimonio en la enfermedad, una vida ejemplar y tantas palabras que surgieron de su boca y se plasmaron en abundantes escritos.
¡Descanse en paz!
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