A su paso por Acapulco, el huracán Otis le arrebató a Cándido su familia. Horas después, los encontró abrazados bajo toneladas de lodo y rocas, que cayeron por un deslave a causa de las fuertes lluvias.
El paso destructor del huracán Otis por Acapulco sólo dejó un pequeño muro de la casa de Cándido Ramírez, y a él se aferran seis cruces con los nombres de los miembros de su familia que murieron luego de que un deslave provocado por las fuertes lluvias los enterrara bajo varios metros de lodo y piedras, sin que pudieran hacer nada para escapar.
En medio de los fuertes vientos y la torrencial lluvia que provocó el huracán Otis categoría 5, esa noche tres mujeres, un joven y dos niñas que se encontraban en el domicilio solo acertaron a meterse bajo la mesa y abrazarse para resguardarse y esperar a que terminara el vendaval; varias horas después así fueron encontrados los integrantes de la familia, abrazados y sin vida, por Cándido y sus vecinos.
La noche en que el huracán Otis tocó tierra y devastó Acapulco, Cándido Ramírez, albañil de la colonia Francisco Villa, se encontraba de guardia en el Hospital General Regional 1 “Vicente Guerrero” del Instituto Mexicano del Seguro Social cuidando a su papá que se estaba internado y en estado grave.
Los primero efectos del fenómeno meteorológico no se hicieron esperar. La fuerza de los vientos y la lluvia empezaron a romper los vidrios, por lo que luego de cubrir a su papá con una sábana para que no lo lastimaran los cristales, ayudó a mover las camas de varios pacientes que se encontraban en ese pabellón para evitar que salieran heridos.
Poco después, el nosocomio se quedó sin energía eléctrica y muchos de los aparatos que se encontraban conectados a los pacientes poco a poco se fueron apagando, lo que provocó que muchas de las personas hospitalizadas colapsaran y perdieran la vida, ante la vista de Cándido.
En un momento dado el albañil tuvo un último contacto con sus familiares, quienes le dijeron que trataría de llegar a casa de un vecino para protegerse. Las siguientes horas estuvo atento y al cuidado de su padre, mientras afuera el caos se apoderaba de todo Acapulco.
“A él le tocó el huracán mientras estaba en el hospital y fue una experiencia también muy lamentable porque le tocó ver cómo fallecieron algunas personas que se quedaron sin oxígeno”, indicó el padre Víctor Jesús Núñez Ladilla, de la Parroquia de la Sagrada Familia en Acapulco, quien ha hablado con Cándido.
Luego de las eternas horas inciertas y una vez que amaneció, Cándido dejó a su padre en el hospital y se dirigió a su hogar para ver cómo se encontraba su familia luego de que el huracán había pasado sobre Acapulco y sin que tuviera conciencia total de la situación en la que había quedado su colonia.
El trayecto entre el hospital y la casa del albañil ubicada en la colonia Francisco Villa se hace entre 15 y 20 minutos caminando en una pendiente ascendente. Conforme se acercaba a su hogar veía los efectos del huracán, pero sin imaginarse cuál sería el escenario que encontraría al llegar.
“Cuál es su sorpresa de que su casa ya no está, solamente quedó un pedacito de pared y todo lleno de lodo y piedras muy grandes. Ese fue el panorama que se encontró. Como pudo consiguió ayuda con la gente y empezaron a escarbar y a escarbar hasta que encontraron a su familia abajo de una mesa todos abrazados, así quedaron todos abrazados, esperando que pasara Otis”, refiere el sacerdote.
Impactados por la escena, los rescatistas encontraron a la madre de Cándido, Gloria Jiménez Gonzales, de 60 años; a su hijo Israel Ramírez Ramos, de 16 años; a sus dos hermanas Elizabeth y Araceli Ramírez Jiménez, de 31 y 21 años, respectivamente; y a las hijas de cada una de ellas Kimberly Shanic y Sofía Yamileth, de 13 y 8 años de edad.
“Lamentablemente no pudieron salir de la tragedia del huracán porque me avisaron que se iban a ir a refugiar con una vecina y no pudieron por la corrientada (corriente) que estaba muy fuerte, con piedras y lodo, y lamentablemente no pudieron salir”, indicó en entrevista Cándido.
El padre Jesús Núñez se enteró de la tragedia varios días después, ya que estaba en Coyuca de Benítez, por lo que al regresar a su parroquia le informaron de lo sucedido y que los seis miembros de la familia de Cándido habían sido velados en la casa de un vecino y sepultados.
Ante ello el sacerdote se dirigió, el 1 de noviembre, al predio para bendecir la seis cruces que colocaron en el único muro que quedó de pie de la casa, así como para hacer una celebración de exequias en honor de los difuntos, además de hacer una oración.
Al cumplirse los 9 días de que sepultaron a los miembros de la familia, se realizó una nueva misa frente al muro con las cruces que, por invitación del padre Jesús Núñez, presidió el Arzobispo de Acapulco, monseñor Leopoldo González González, quien “les dio unas palabras de ánimo para fortalecer su fe y su esperanza”.
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