Como cada año, este mes de junio serán ordenados los nuevos presbíteros o sacerdotes de la Arquidiócesis Primada de México.
El próximo 29 de junio se celebrarán las ordenaciones presbiterales, la Eucarística será presidida por el Cardenal Carlos Aguiar Retes en la Basílica de Guadalupe.
Estas son las historias de vida, de fe y vocación de estos jóvenes que respondieron al llamado del Señor.
Originario de la Piedad Michoacán pertenece a la Sociedad de vida apostólica Cruzados de Cristo Rey. Desde pequeño se convirtió en monaguillo en la rectoría a la que pertenecía su familia, y cuando terminó la licenciatura en Administración fue cuando pudo responder al llamado del Señor.
A sus 32 años y ahora que está a punto de ordenarse como sacerdote la razón por la cuál ha seguido este camino es porque sabe que Jesús es la salvación.
A la gente joven les dice: “Sean valientes, tengan ánimo, y si han sentido la duda vocacional pueden empezar por un grupo religioso, juvenil o acercarse a su párroco. No tienen nada que perder, sí mucho que ganar. Responderle al señor es ir con los pasos seguros a la verdadera salvación”, afirma.
En busca de la felicidad, le llegó el llamado del Señor. Originario de Michoacán, cuando estaba estudiando la carrera de Derecho, asistía a la Catedral de Morelia a buscar el sacramento de la reconciliación. Después de la confesión, el sacerdote le dijo: “Si cuando termines tu carrera no eres feliz, nosotros te aceptamos en el Seminario”.
Así sucedió. Ricardo terminó su carrera, trabajó en el Registro Civil e iba a hacer oración, primero ante Cristo y después descubrió el Santísimo. Acudía con frecuencia a pedir la vocación del matrimonio y regresar a la Ciudad de México.
Después de un tiempo, regresó a la Ciudad de México, y aunque se sentía grande para entrar al Seminario y todavía tenía dudas. Dos sacerdotes le recordaron que el Señor llama a unos por la mañana, a otros por la tarde y a otros más por la noche. Además, otro sacerdote le dijo: “Te puedo decir que soy la persona más feliz como sacerdote”.
A sus 37 años, nos comparte que cuando escucha la palabra amor, le viene a la mente ser un hijo de Dios. “Ahí se ve la presencia del señor Jesucristo, que nos invita a sentirnos muy amados por él”.
Su vocación surgió después de que hizo su primera comunión en Chiconcuac, Edomex, de donde es originario. Ahí escuchó el testimonio de un sacerdote que trabajaba en acercarse a los demás, al pueblo y les transmitía la fe y les presentaba a Cristo mismo a través de él.
“Para mí, un sacerdote es servidor a imagen de Cristo”, asegura. Por eso se involucró en la Pastoral Caritativa. Hoy, a sus 40 años está apunto de volverse presbítero y aunque su destino como sacerdote todavía es incierto, confía en que Dios lo enviará al lugar correcto, gracias al Espíritu Santo.
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Originario de Ciudad de México, su vocación le llegó dando clases. Cuando trabajaba en una escuela de inspiración cristiana: el Instituto María Isabel Dondé, ahí daba clases de física, matemáticas, química y biología. “Las más fáciles”, bromea.
A sus 45 años, recuerda que los sábados tenían formación docente y compartían la eucaristía. “En un pequeño oratorio, todos nos sentábamos al centro y compartíamos la eucaristía de la forma más fraterna”.
Hoy, al estar cerca de volverse sacerdote nos comparte que para él Jesús es ese amor, libertad, voluntad y alegría que le da sentido a la vida.
Su vocación ha sido todo un proceso. Proviene desde muy pequeño, a través del ejemplo de sus abuelos se fue forjando su anhelo por descubrir el gran amor, la gran bondad que tiene Dios y durante el inicio de su juventud sintió el llamado a seguirlo más de cerca.
Tiene 27 años y para él la palabra amor es entrega, compromiso mutuo y deseo de querer corresponder a los demás.
Hoy, invita a los jóvenes a que se atrevan. “Cristo vale la pena. Aunque existan momentos difíciles y de crisis, verán que Dios sale a nuestro encuentro y nos invita a seguirlo más de cerca por el llamado sacerdotal, la vida religiosa o la vida matrimonial”.
Desde pequeño tuvo una fascinación por el milagro de la Eucaristía, admiraba la figura del sacerdote porque veía cómo las personas hablaban con él y eran consoladas y orientadas. Durante la adolescencia tomó el camino de la música y alcanzó un desarrollo en el medio artístico, pero siempre se mantuvo vinculado a la vida parroquial.
Una noche, “después de ayudar a preparar y vivir una hora santa, supe que Dios me estaba llamando para ser sacerdote”, cuenta. Así fue como entró al Seminario, estuvo año y medio y decidió salir para despejar algunas dudas, retomó su formación musical, cantó en una ópera en el Festival Internacional Cervantino, y vivió un noviazgo.
“Después de vivirlo supe que eso era pasajero y que solo el servicio a Dios daba plenitud a mi vida”, señala. Colaboró como maestro de capilla en la Basílica Menor de Nuestra Señora de Guadalupe, en Pachuca Hidalgo, y el contacto otra vez con la vida sacerdotal le confirmó su llamado.
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