Como director del Albergue Diocesano Belén, en Tapachula, Chiapas, el padre César Augusto Cañaveral es testigo de los abusos que sufren los migrantes, quienes, por su estado de indefensión, con frecuencia son víctimas de trata de personas, ya sea con fines de explotación sexual y laboral, servidumbre o mendicidad forzada.
“Es indignante –señala– el proceder con que las autoridades abordan el problema: con simples redadas contra ellos, mientras la verdadera delincuencia opera a sus anchas”.
El padre César Augusto ha recibido a incontables personas de distintos países, y asegura que en su mayoría son gente buena, que simplemente está luchando por su vida. “Como sociedad, debemos entender que son personas que no se desplazan por gusto, sino que se ven obligadas a dejar su pedazo de tierra; gente que, frente al peligro de ser asesinada, jaló a sus hijos, a su esposa, y se vino con lo que traía puesto”.
Lo más terrible –señala– es que en nuestro país les esperan nuevos maltratos. “Hoy, en las narices de las autoridades de gobierno y de la propia Iglesia, los tratantes se dedican a la recluta de menores. El gobierno no tiene una estrategia de seguridad, y en la Iglesia se realizan esfuerzos aislados, no a nivel de estructura eclesial. Estamos dejando en la sola letra los documentos latinoamericanos, que nos piden servir a los necesitados”.
Para el padre César Augusto Cañaveral es inconcebible que en pleno siglo XXI en México se lleven a cabo prácticas de esclavitud.
“Han llegado al albergue mujeres migrantes acompañadas por los propios delincuentes, a quienes no les preocupa ser detenidos, pues el sistema de justicia es fallido; niños explotados que se mueven bajo vigilancia, sin que exista siquiera un protocolo de acción”.
Refiere que, así como en el centro y norte del país, en el sur la delincuencia también capta migrantes para actividades relacionadas con la explotación laboral y con el narcotráfico; sin embargo, en esta región es horrorosa la cantidad de mujeres que reclutan para la actividad sexual comercial.
Asegura que las mujeres cubanas son especialmente víctimas. “¡Como Iglesia, activémonos ya! Coordinemos planes. ¡No hay otra manera!”.
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