Yo hablé en nombre del Señor, como él me había ordenado. vino sobre ellos el espíritu, revivieron y se pusieron de pie. Era una multitud innumerable (Ez 37, 9).
El ministerio sacerdotal tiene en el ejercicio profético una dimensión fundamental, la de hablar en nombre del Señor. La importancia la podemos observar en este precioso texto del Profeta Ezequiel, donde es llevado a observar una valle lleno de muertos, y a ser testigo de cómo el Señor Dios infunde en ellos el espíritu que les devuelve la vida; sin embargo aunque la acción básica la realiza el Señor, él deja al Profeta la ejecución.
La relación de Dios y el Profeta que le obedece, hace posible la intervención del espíritu que da vida. Luego vemos, como de la visión se pasa a la realidad, enviando al Profeta a su pueblo, para sacarlo del camino de muerte al camino de la vida.
Queridos Diáconos, que serán dentro de un momento ordenados Presbíteros, nunca olviden que la fecundidad del ministerio que se les confiere, dependerá de obedecer la voz de Dios, y actuar siempre con la conciencia de ser enviado por él.
Así la fuerza del Espíritu Santo actuará en ayuda de nuestra debilidad, como dice San Pablo en la segunda lectura (Rom. 8,26); y experimentando la fuerza del Espíritu, generaremos la esperanza que no defrauda, tanto en los miembros de nuestra comunidad eclesial como en nosotros mismos.
Ésta es la misión de la Iglesia, prolongar el dinamismo de la Encarnación del Hijo de Dios para llevar a cabo la obra Redentora, para dar vida al que está muerto en vida, sea una persona o una comunidad, o la misma sociedad que tantas veces camina en tinieblas, sin saber a dónde va.
Hoy nuestra sociedad está sedienta de Dios, muchas veces sin saber, que lo busca, pero tiene sed. En otras ocasiones busca a Dios sin encontrarlo, porque desconfía de las instituciones religiosas, o por el ambiente adverso a los valores del Reino de Dios, o porque no ha encontrado quién le ayude a descubrirlo.
Hay otra causa que origina el no poder encontrar a Dios: en muchas ocasiones cuando los fieles, buscando a Dios se acercan a nosotros, lamentablemente o no los atendemos, o les damos rápidas y breves respuestas genéricas, moralizantes y muy doctrinales.
No hemos aprendido a caminar como Jesús, escuchando primero las inquietudes que lleva el otro en el corazón, y hablarle desde esas mismas inquietudes, ayudándole a descubrir las respuestas a su búsqueda. Por eso a Ustedes, que inician su ministerio como Pastores, les pido sigan el ejemplo de Jesús.
En este sentido hagamos nuestra la propuesta de Jesús que hoy plantea en el Evangelio, y démosla a conocer: El que tenga sed, que venga a mí; y beba, aquel que cree en mí. Como dice la Escritura: Del corazón del que cree en mí brotarán ríos de agua viva (Jn 7,38).
De esta forma, toda comunidad de discípulos de Jesucristo será un manantial que generará vida para la misma Iglesia, y así podrá la Iglesia cumplir la misión, de prolongar el dinamismo del Misterio de la Encarnación y de la Redención.
Fieles todos, que están ahora aquí para acompañar a estos hermanos nuestros, que serán consagrados Presbíteros por el Sacramento del Orden Sacerdotal, encomendémoslos a María de Guadalupe para que los acompañe, como lo hizo con su hijo Jesús.
+Carlos Cardenal Aguiar Retes
Arzobispo Primado de México
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