No he venido a abolir la ley o los profetas, sino he venido a darles plenitud (Mt. 5,17)
¿En qué consiste la plenitud de la ley o de los profetas que anuncia Jesús? ¿Hemos descubierto, y aún más, hemos vivido la plenitud de la ley o de los profetas? Les propongo estas preguntas para profundizar la enseñanza de Jesús y hacerla vida nuestra.
Leer: Respeto a la vida significa ‘no matarás’
En este mismo pasaje Jesús recuerda tres mandamientos: No Matarás, No cometerás adulterio, y No jurarás en falso. Jesús propone una reflexión, que recordando los hechos señalados como grave falta, no se queda en el mismo hecho, sino que muestra las consecuencias que provocan.
– El matar a un prójimo, ir al tribunal y a la cárcel,
– El adulterio daña la relación establecida por el matrimonio y expone a la otra parte,
– El jurar en falso genera la espiral de la mentira y lleva a ser fácilmente tentado por el maligno.
¿Cuál es el consejo de Jesús? Reflexionar sobre el origen que desencadena llegar a esas faltas graves:
Ante el homicidio: El enojo, el insulto y el desprecio al prójimo, que iniciando en pequeños detalles va creciendo, se intensifica y llega muchas veces al homicidio.
Ante el adulterio: Los malos deseos que inician de la mirada y crece la pasión por poseer para mí a la otra persona, sin importarme la fidelidad prometida.
Ante el falso juramento: El deseo de cubrir la mentira, sabiendo que no podrás justificarla, porque la realidad siempre descubrirá la verdad.
¿En qué consiste el consejo de Jesús? En descubrir la dignidad personal y la del prójimo, lo cual nos conducirá a la espiritualidad de comunión con el prójimo, con la familia, con la sociedad. Y esta espiritualidad nos lleva a la plenitud de la ley y los profetas, porque esa es la vida divina de la Santísima Trinidad, a cuya imagen y semejanza hemos sido creados, y nuestro destino es participar eternamente de esa vida en comunión con Dios.
Por eso San Pablo en la segunda lectura de hoy afirma:
Es cierto que a los adultos en la fe les predicamos la sabiduría, pero no la sabiduría de este mundo… Por el contrario, les predicamos una sabiduría divina, misteriosa, que ha permanecido oculta que fue prevista por Dios desde antes de los siglos, para conducirnos a la gloria…lo que Dios ha preparado para los que lo aman, ni el ojo lo ha visto, ni el oído lo ha escuchado, ni la mente del hombre pudo siquiera haberlo imaginado. Y añade el Apóstol: A nosotros, en cambio, Dios nos lo ha revelado el Espíritu, que conoce perfectamente todo, hasta lo más profundo de Dios (1Cor. 2,6-10).
¿Cómo puedo caminar en la plenitud de la ley?
Primer paso: Vivir los acontecimientos de la vida, confrontándolos con los mandamientos y buscar sus causas en mi persona, en mi familia o en mi comunidad eclesial, mirando su origen y reconociendo el uso de mi libertad, y ante la presencia de Dios invocar su auxilio para proceder según su enseñanza.
Segundo paso: Descubrir que soy más que un cuerpo y que tengo un espíritu, el cual debe conducirme, para lo cual debo aprender a privilegiar la vida de mi espíritu, por encima de las inclinaciones, tendencias y pasiones. Estas deben ser ordenadas en favor del desarrollo humano-espiritual.
Tercer paso: Ante las tentaciones, especialmente cuando inician, invocar la ayuda del Espíritu Santo para seguir el modelo de vida de Jesucristo.
Cuarto paso: Compartir mi vida espiritual en el matrimonio, en la familia y en mi círculo de amigos, y aprender a escuchar la experiencia de los demás.
Finalmente, la primera lectura del libro del Eclesiástico nos ha recordado el gran don y reto de la libertad al afirmar:
Si tú lo quieres, puedes guardar los mandamientos; permanecer fiel a ellos es cosa tuya. El Señor ha puesto delante de tí fuego y agua; extiende la mano a lo que quieras. Delante del hombre están la muerte y la vida; le dará dado lo que él escoja (Eclo. 15,15-17).
La Eucaristía es un momento privilegiado para escuchar la Palabra de Dios, y bajo su guía orientar nuestra vida; en la Eucaristía encontramos el alimento, Cristo, Pan de la vida, que fortalece nuestro espíritu para vivir en la libertad de los hijos de Dios. Encomendémonos a nuestra Madre María, quien supo escuchar y responder a la Palabra de Dios y en su seno encarnó al Verbo, Jesucristo el Señor.
Que así sea.
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