“¿Qué te ha hecho este pueblo para que lo hayas arrastrado a cometer un pecado tan grave?” (Éxodo, 32, 21).
Con estas palabras reprendió Moisés a Aarón. Y esta lección de la historia del pueblo de Israel es una lección, que debemos de tener siempre en cuenta, quienes somos pastores, presbíteros, diáconos, obispos y también los fieles; porque no es cosa del pasado, sino de todos los siglos, la gran responsabilidad que un pastor tiene de conducir a pastos verdes, de conducir a la comunidad bajo el cayado de Cristo.
Esta lección constata la grande responsabilidad de ser pastores. Está en juego la comunidad, por eso la comunidad que práctica la fe nos tiene siempre en cuenta en la oración. Necesitamos la oración de los fieles para mantenernos nosotros, a nuestra vez, fieles a la vocación y misión que el Señor nos ha dado.
El pecado al cual se refiere esta lectura del libro del Éxodo es el pecado de idolatría, pudiéramos pensar que la idolatría es cosa del pasado, que ya hoy estamos liberados de postrarnos ante un becerro de oro. Pero, hoy aparecen nuevas esclavitudes, pese a que pensábamos que ya habíamos superado la esclavitud, el Papa Francisco lo ha recordado recientemente en varias ocasiones.
La esclavitud de nuestro tiempo se manifiesta en las adicciones que encadenan la voluntad y la libertad: la droga, la trata de blancas, el secuestro para robar órganos vivos, y el reclutamiento forzado de la delincuencia organizada, que provocan que muchos de nuestros jóvenes no tengan futuro. Y también adicciones antiguas que hoy han proliferado aún más, ayudados por las tecnologías de la comunicación, como es la adicción sexual que crece por la abundante pornografía en las redes, o como es la adicción a la imagen, expresada por los que se mueven por el qué dirán de mí los otros en el Facebook. El cuidado de la imagen por la imagen misma se convierte también una idolatría.
Ante estas nuevas esclavitudes, los pastores debemos estar atentos a señalarlas, pero sobre todo a acompañar a nuestras comunidades en el camino de la verdad que hoy – y esta es otra esclavitud-, se relativiza. Lo señaló con toda claridad el Papa Benedicto XVI: el relativismo moral y el relativismo de la verdad son esclavitudes de nuestro tiempo.
Siempre hemos aprendido, del mismo Jesús, que Él es el camino, la verdad y la vida. Luego hay una verdad, y quienes hemos estudiado el hebreo recordamos que la verdad no es solamente la filosófica, aquella que el objeto coincide con el concepto, sino la verdad bíblica, que es cuando nuestro actuar coincide con nuestro pensar; es decir, la coherencia de vida.
Para ser coherentes y seguir a Jesús -camino, verdad y vida- es indispensable el acompañamiento entre unos y otros. Nadie es tan fuerte para salir adelante solo ante las tentaciones de estas nuevas esclavitudes, nos necesitamos, por eso es hermoso encontrarnos en la Eucaristía, por eso es hermoso reafirmar nuestra fe en Jesús, como hoy lo escuchamos en labios de Marta.
Cuando Jesús le dice: Tu hermano resucitará, Marta respondió: ya sé que resucitará en el último día (Jn. 11, 19-27). Quien tiene claro que la vida no termina con la muerte, quien asume con plena convicción, firme, de que esta vida terrenal es un paso, que somos peregrinos y vamos a la casa del Padre, con esta firme convicción de nuestra fe tendrá el sustento que le ayudará a caminar en la verdad.
Padre Luis Manuel, no te quiero asustar con esta homilía, porque tú bien sabes que contamos con la ayuda del Espíritu Santo, pero hay que invocarlo, hay que orar, hay que hacerlo en comunidad, hay que discernir a partir de las necesidades de nuestra comunidad, qué debemos y podemos hacer e involucrar a la comunidad en ese actuar y eso está en nuestras manos. No nos pide el Señor algo imposible. Difícil, sí. Desafiante, ciertamente, pero no imposible, está en nuestras manos.
Generar esta convicción desde el quehacer pastoral afirmará nuestra fe, crecerá, aumentará, se desarrollará y podremos dar testimonio en el mundo de hoy que es posible vivir libres, pero libres verdaderamente, con un corazón generoso para servir, generoso para perdonar, generoso para amar, y además contarás con buenos colaboradores, tengo la convicción, por conocerlos un poco, que serán muy buenos colaboradores: el padre Jorge Isabel, el padre Josué y el diácono Irving, joven equipo para un joven Vicario Episcopal.
Pero contarás con los que están aquí, muchos de ustedes presbíteros en esta Vicaría Beato Miguel Agustín Pro. Aquí tienes a estos colaboradores, el arte está en conjugar los esfuerzos entre los presbíteros y sus respectivas comunidades parroquiales, porque como bien lo dijo el Papa San Juan Pablo II, si la Iglesia quiere ser fiel en el siglo XXI a su vocación y misión debemos hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la Comunión.
Que el Señor Jesús te permita vivir esta hermosa experiencia de conducir esta Vicaría nueva, que hemos hoy erigido para beneficio de nuestras comunidades parroquiales que han sido ya designadas.
Pidámosle a Dios, nuestro Padre, en esta Eucaristía, que así sea.
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