"Estar entre los grupos armados nos pone en riesgo, pero estamos llamados por Dios a dar la vida". Foto Especial.
La situación de violencia que se vive en la Sierra Tarahumara es muy complicada y todos, incluidos los sacerdotes, “estamos en riesgo”, pero como estas comunidades se encuentran en uno de los lugares más alejados del centro del país, “nadie dice nada, ni nadie nos ve”, aseguró el padre Enrique Urzúa, párroco de Nuestra Señora de Guadalupe, en Guachochi, Chihuahua.
Sumido aún en la incertidumbre y el miedo por la fuerte balacera que se desató en el centro de la comunidad el 15 de mayo de 2025, en el marco de la celebración por San Isidro Labrador, y que detonó que le escribiera una carta a la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo y a la gobernadora María Eugenia Campos Galván, de Chihuahua, para exigirles que implementen acciones para erradicar la violencia en la zona, el sacerdote indicó que estos hechos son una constante en la región.
En este tenor recordó dos hechos que, en medio de tantos, han marcado la región: el 7 de junio de 2023 la parroquia de Santa Anita, ubicada en el municipio de Guachochi, quedó en medio de un enfrentamiento y recibió cientos de impactos en su fachada; y el 20 de junio de 2022 fueron asesinados los padres jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora en la comunidad de Cerocahui.
“Ha sido una constante la violencia en estas comunidades. Creo que es imperativo el que nosotros, como iglesia, podamos decir algo y no solamente tener el acompañamiento, la cercanía y la escucha con la comunidad, porque como pastores somos a los que de alguna manera las autoridades pueden escucharnos o mirarnos”, aseguró al referirse a la carta que ya circula a nivel nacional y que ha permitido visibilizar aquello que “nadie quiere ver”.
En entrevista con Desde la fe, el padre Urzúa reconoció que vive una situación compleja en la zona, ya que los actos violentos que se presentan se derivan del hecho de que al menos tres grupos delictivos se están peleando la plaza, sin importarles que ponen en riesgo la vida de la población, incluidas las de quienes forman parte de las congregaciones religiosas que apoyan las labores parroquiales.
“Claro que no deja de ser una situación compleja, difícil, porque también el estar entre los grupos armados nos pone en riesgo, pero bueno, estamos llamados por Dios a dar la vida también por los demás, por los hermanos con quien estamos compartiendo la vida y lo hacemos desde la esperanza de que también les hablamos a ellos como hermanos”, apuntó
¿Tiene temor padre, por esta situación de violencia que está viviendo? –se le cuestionó.
“Pues mire, la verdad es que sí tenemos temor. En la parroquia tenemos un grupo de seis congregaciones religiosas y he escuchado de parte de ellas, a veces, cierto temor para asistir a las comunidades, especialmente a las que tienen una presencia más fuerte del crimen organizado.
“Sí hay temor también personal, claro que sí lo hay, sin embargo, al mirar a los habitantes, al escuchar los testimonios de la gente, al mirar las lágrimas de la gente, al conocer las experiencias de la comunidad, eso nos da fuerza para poder decir, ‘tengo que seguir acompañándolos’”, reconoció el párroco de Nuestra Señora de Guadalupe.
Si bien es cierto que existe temor por la violencia que enfrentan, continuó el padre, esto “tampoco nos paraliza”, sino que por el contrario siguen trabajando desde la parroquia para apoyar a la comunidad, sobre todo en la parte que tiene que ver con la reconstrucción del tejido social.
“No nos ha paralizado en la parroquia, estamos trabajando no solamente en la escucha y el acompañamiento, en el poder decir algo a la población. Estamos trabajando también en coordinación con los Diálogos por la Paz, a partir de lo que sucede aquí.
“Estamos trabajando con un equipo de jóvenes en las escuelas, con los maestros, con los estudiantes, tratando de luchar porque haya una experiencia distinta, por tratar de buscar, de desear una vida más amable para nuestros jóvenes, nuestros adolescentes, a partir de la prevención de los delitos, de la prevención de las adicciones, cosas que lastiman a la comunidad y que van destruyendo el tejido social de la comunidad”, apuntó durante la charla telefónica.
Por otra parte, el padre Urzúa dijo que una parte fundamental para que se logre implementar una verdadera estrategia de seguridad para erradicar la violencia y los grupos delictivos que se han apropiado de la zona es que los funcionarios de los tres órdenes de gobierno dejen de lado los colores partidistas y se enfoquen en atender las necesidades de seguridad de la población.
“Sabemos que hay una diferencia de colores de partidos entre el gobierno municipal, que es del PRI, el gobierno estatal, que es del PAN y el gobierno federal que es de Morena. Hay una diferencia de colores, pero ¿qué es lo que pedimos aquí? Que más allá de los colores está la vida de la comunidad.
“Entonces, pedimos una coordinación de los distintos niveles de gobierno y como digo en la carta, que haya una presencia real de las fuerzas de seguridad, porque aquí en la comunidad está un cuartel del ejército y a unas cuadras del cuartel del ejército se dio la balacera del mediodía del 15 de mayo y no hicieron nada. Necesitamos una presencia real y permanente de los elementos, no solamente de hospedaje”, señaló.
El padre Jorge Atilano González, director ejecutivo del Diálogo Nacional por la Paz, indicó que el escenario de violencia y enfrentamientos que se viven en la zona de la Tarahumara se debe a las divisiones que se están dando en los grupos delictivos, sobre todo los de Sinaloa, lo que es preocupante porque terminan afectando a las poblaciones.
“La sierra Tarahumara está viviendo esta división que están teniendo los grupos en Sinaloa y eso nos preocupa porque estos reacomodos se hacen dentro de territorios con autoridades débiles, autoridades municipales débiles y se necesita una estrategia integral entre el Gobierno Federal y el Gobierno Estatal para fortalecer autoridades municipales, fortalecer policías y generar estrategias que puedan prevenir estas situaciones”, aseguró.
En entrevista con Desde la fe, el sacerdote aseguró que ante la desarticulación que se está dando entre los grupos criminales, las autoridades de los tres niveles de gobierno no han implementado una estrategia de seguridad integral que además de atacar a la delincuencia cuente con acciones para reconstruir el tejido social.
“Hemos visto una desarticulación entre los grupos delictivos, pero no hay estrategias de seguridad pensadas a corto, a mediano y a largo plazo, creen que la simple presencia de la Guardia Nacional va a resolver las cosas y no es así, se necesitan estrategias que disuadan, que reaccionen y prevengan estas situaciones”, aseveró.
Finalmente, el padre Atilano González aseguró que hay una urgencia de décadas por atender la violencia que existe en el Tarahumara y que pese a que han tenido un buen diálogo con las autoridades estatales y federales, aún falta implementar las acciones para erradicar la inseguridad.
“Lo que hace falta son las propuestas técnicas para avanzar y la voluntad política para resolver la situación. Creo que tienen que dejar las diferencias partidistas que hay para pensar en el bien de la comunidad. Es urgente la atención de la Sierra Tarahumara por estos signos de descomposición social que estamos viendo”, concluyó el sacerdote jesuita.
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