Si el agradecimiento es la memoria del corazón, en los “peregrineros” late fuerte el recuerdo de la Virgen de Guadalupe como una Madre amorosa, intercesora ante Dios frente a las grandes dificultades de la vida; y por eso, año tras años, entre el 11 y el 12 de diciembre, se instalan en las inmediaciones de la Basílica de Guadalupe para dar de comer y de beber a los millones de peregrinos que llegan a visitar a la Morenita del Tepeyac en su fiesta litúrgica.
Ricardo Téllez es un “peregrinero” que lleva diez años ofreciendo nieves y barquillos a los peregrinos que entran a la Basílica por Calzada de Guadalupe; comenzó con esta labor para acompañar a su padre, quien en aquel entonces prometió a la Virgen llevar nieve a los peregrinos si salía bien de una de una operación muy riesgosa.
“Mi padre salió bien, y empezamos con la labor. Hoy él ya no está entre nosotros, pero los Téllez seguimos viniendo a cumplir con su promesa, porque ya es para nosotros un gusto hacerlo; con el sólo ‘gracias’ de la gente, nosotros nos vamos más que satisfechos, ya que es un ‘gracias’ de la Virgen de Guadalupe”.
En el caso de la señora María del Carmen, se estrenó como “peregrinera” hace 13 años, pues un año antes, mientras caminaba por el centro de la Ciudad, vio que muchos peregrinos que caminaban con rumbo a la Basílica recibían naranjas de manos de personas instaladas en la vía publica.
“En esa ocasión le dije a mi hija: ‘¿por qué nosotros no podemos desprendernos de algo, si Dios nos da cosas todo el año?’. Y comenzamos a venir en familia. No me imaginaba lo bonito que es servir a estas personas que vienen cansadas; siempre escucho: ‘¡Que Dios se lo multiplique!’. Así que cada 11 de diciembre vengo a compartir con ellos un poquito de lo que Él me multiplica”.
En esta ocasión, la familia de la señora María del Carmen preparó para los peregrinos de la Virgen de Guadalupe salchichas en chipotle, chicharrón en salsa verde, papas con chorizo y una gran cazuela de arroz.
En su décimo año como “peregrinero”, el señor Alejandro Valdez preparó para los peregrinos un delicioso mole con pollo, y es que para él sigue vivo el recuerdo de aquel año, 2009, en que su hijo Diego Enrique -hoy con 15 años de edad-, se colgó del televisor y el aparato cayó sobre su cabeza fracturándole el cráneo.
“Tan grave estaba mi hijo, que le prometí a la Virgen llevar comida a los peregrinos cada año en el día de su fiesta. Siempre estaré agradecido con Dios y con la Virgen de que mi hijo haya sanado, porque fue un verdadero milagro”.
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