Crecimiento de las ciudades aniquilan a la naturaleza. Foto: Especial
El desorganizado crecimiento urbano no sólo ha reducido los espacios naturales; también ha generado un desarrollo injusto con las clases sociales, insostenible económicamente e insostenible con el medio ambiente.
“Todos tenemos un derecho humano a la ciudad, pero también debería existir un derecho de la naturaleza a ser respetada”, asegura el investigador urbanista Alfonso Iracheta, un reconocido experto mexicano y director general del Centro Eure, dedicado al análisis de los problemas que enfrentan las ciudades.
Vivimos una emergencia evidente, fundamentada científicamente y con plazo fatal; sin embargo -dice Iracheta- el desorganizado crecimiento de la Ciudad de México y varias del país evidencia la incapacidad del Estado, de los desarrolladores y de buena parte de la sociedad para entender el significado de una ciudad ordenada, que distribuya los beneficios entre los grupos sociales, y que sea sustentable.
Mientras el 55% de la población del mundo vive en ciudades, en México es el 80%; y además, 60% de los mexicanos viven en zonas metropolitanas, conjuntos de municipios que se han urbanizado y que carecen de coordinación entre ellos.
De acuerdo con las investigaciones de Iracheta, experto a nivel global que participa en la elaboración del reporte mundial sobre las ciudades 2020 de ONU Hábitat, el desorganizado crecimiento urbano de las últimas décadas es propiciado por los mercados financieros e inmobiliarios y desatención del Estado.
“La realidad en México, y que aparece en Laudato si’, es que las ciudades crecen sin control, envían y segregan a los más pobres a lugares muy lejanos porque el mercado inmobiliario no les permite comprar un lote habitacional proporcional a su ingreso”, dice Iracheta.
“El resultado es un mayor costo de transporte para las familias, mayor costo de mantenimiento para los ayuntamientos, porque tienen que cubrir los gastos que implica la lejanía de estas viviendas con respecto al centro urbano”, apunta el investigador.
La consecuencia final es la fractura de los ecosistemas, el abandono de la actividad agropecuaria y la expansión caótica de los conjuntos urbanos.
De acuerdo con el Centro Eure, hay varios factores:
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