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Defender la vida desde la concepción hasta la muerte natural no es sólo cuestión de fe, sino de sincera humanidad, aseguró el obispo auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México, Héctor Pérez Villarreal.
Al encabezar la Misa por la Vida, en el marco de la novena marcha que organiza la asociación Pasos por la Vida, Monseñor Héctor lamentó que, en México, muchas mujeres, movidas por situaciones injustas o por temores a diferentes realidades, han sido convencidas que la solución a sus angustias está en terminar con la vida que llevan en su vientre.
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“Tristemente cada vez gana más terreno en nuestra sociedad el argumento que afirma que el aborto es un tratamiento médico o quirúrgico ofrecido para la salud de la mujer”.
“Reconocemos la difícil situación que muchas mujeres enfrentan y la Iglesia está siempre dispuesta a buscar una solución junto con ellas, nosotros queremos salvar las dos vidas, pues nuestra conciencia nos dice que jamás podremos aconsejarle a alguien que la interrupción de su embarazo es la solución a sus angustias”, dijo en su homilía, en la Catedral Metropolitana..
No obstante, el obispo recordó que el aborto no es la única amenaza contra la vida de los seres humanos, como la injusticia social, la violencia contra niños y adolescentes con la imposición de la educación de género, la violencia e inseguridad que vive el país, la falta de trabajo seguro y estable, la falta de oportunidades para los jóvenes y la eutanasia, entre otros.
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Además, agregó, la defensa de la vida en estos tiempos de pandemia es aún más importante.
“Una marcha por la vida es más urgente y necesaria hoy que nos hemos visto afectadas drásticamente por la situación sanitaria que aqueja al mundo entero”.
“El incremento de la violencia intrafamiliar, la carencia tan grave que ha sufrido la educación de los niños, adolescentes y jóvenes, la amenaza económica que se cierne sobre miles de hogares, son todas amenazas al desarrollo de una vida digna”.
Por último, monseñor Héctor recordó que toda nuestra vida, desde la concepción hasta el encuentro definitivo con Dios, “está acompañada por Él; somos amados desde el primer momento de nuestra existencia, por eso nuestras vidas tienen sentido desde el primero instante que somos concebidos”.
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