Algunos jóvenes asumen una actitud contestataria y señalan que creen en Dios, no así en la Iglesia. Foto Especial.
Es común que escuchemos a los jóvenes decir “yo creo en Dios, no en la Iglesia”, ante ello, ¿es válida esta afirmación, qué dice el Catecismo de la Iglesia Católica al respecto, cuál es la manera en la que debemos reaccionar y qué les debemos decir a nuestra juventud? Un sacerdote nos explica.
El padre Bernardo Valle Rodríguez, miembro de la Comisión Permanente de Pastoral Juvenil de la Arquidiócesis Primada de México, aseguró que lo primero que tiene que hacer un sacerdote o un integrante de los grupos pastorales e incluso los padres de familia, es no escandalizarse y entablar un diálogo amable con ellos a fin de conocer el porqué de ese argumento.
“Sobre este problema, de que crean en Dios pero no en la Iglesia, lo peor que podemos hacer es escandalizarnos y poner inmediatamente un límite o una distancia con los chavos y decir están mal, porque por algo lo dicen, porque a lo mejor, ya sea por una experiencia real y concreta o porque han recibido mala información de medios de comunicación, tienen una imagen irreal de la iglesia”, indicó.
En entrevista con Desde la fe, el sacerdote comentó que lo primero que se debe hacer cuando un joven nos dice “no creo en la Iglesia”, es renovar el testimonio de lo que es la Iglesia como institución, sin querer quitarles de inmediato los malos prejuicios que tenga sobre ella, partiendo del hechos de que “por su propia naturaleza muchos de ellos son contestatarios”, sino mostrarles las bondades que tiene y su razón de ser.
El padre Bernardo aseguró que cuando los jóvenes encuentran un ambiente en el que se sienten acogidos y seguros, es muy normal que busquen frecuentarlo, por lo que, reiteró, “no tenemos que escandalizarnos o espantarnos”, sino que hay que intentar entender por qué lo dicen, ya sea porque recibieron mucha mala información o porque ha tenido malas experiencias.
“He conocido a muchos chavos que piensan de esta manera, pero cuando se les acoge en la Iglesia de verdad cambia su perspectiva. Cuando se les escucha, se respetan esos puntos de vista y con mucha paciencia se les explica lo que piensa la Iglesia y el porqué de las cosas que piensa, cuando se les muestra un rostro de una iglesia cercana, de una iglesia humana normal que no está en otra dimensión, sino aquí mismo caminando junto con ellos, cambian su forma de pensar”, dijo el padre Valle Rodríguez.
Si en algún momento un joven nos dice que cree en Dios y no en la Iglesia, el padre Bernardo plantea tres consejos que permitirán que se logre un acercamiento con él y a partir de ello enseñarle el valor real que tiene la Iglesia y el papel que tiene para que las personas alcancen una fe plena.
Si bien es común escuchar a la gente, en especial a los jóvenes, decir “creo en Dios, pero no en la Iglesia”, esta afirmación presenta una dificultad teológica dentro de la tradición católica, ya que el Catecismo de la Iglesia Católica establece que la fe de la Iglesia precede, engendra, apoya y nutre nuestra fe en Dios.
Así, la Iglesia es el lugar donde conocemos al Espíritu Santo a través de las Escrituras, la Tradición, el Magisterio, la liturgia sacramental, la oración, los carismas y ministerios, los signos de la vida apostólica y misionera y el testimonio de los santos, lo que nos lleva a un acercamiento pleno a Dios.
El Catecismo de la Iglesia Católica establece que “la fe es una adhesión personal del hombre entero a Dios que se revela” a sí mismo mediante sus obras y sus palabras, por lo que “la fe es un don sobrenatural de Dios” y para que el hombre crea necesita de los auxilios interiores del Espíritu Santo, pero también de creer en la Iglesia.
Del mismo modo, se establece en el parágrafo 180, “creer” es un acto humano, consciente y libre que corresponde a la dignidad humana, pero también, se añade en el numeral 181, es un acto eclesial fundamentado en la Iglesia, que es la Madre de todos los creyentes en Dios, por lo que quien cree en Dios por lógica también debe creer en la Iglesia.
“La fe de la Iglesia precede, engendra, conduce y alimenta nuestra fe. La Iglesia es la Madre de todos los creyentes. ‘Nadie puede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por Madre’”, se apunta en el parágrafo 181, del Capítulo Tercero, de la Profesión de la Fe.
Así mismo, se añade en el apartado 182, “creemos todas aquellas cosas que se contienen en la Palabra de Dios escrita o transmitida y son propuestas por la Iglesia para ser creídas como divinamente reveladas”.
“La Iglesia… es la que guarda la memoria de las palabras de Cristo, la que transmite de generación en generación la confesión de fe de los apóstoles. Como una madre que enseña a sus hijos a hablar y con ello a comprender y a comunicar, la Iglesia, nuestra Madre, nos enseña el lenguaje de la fe para introducirnos en la inteligencia y la vida de la fe”, puntualiza el parágrafo 171 del CIC.
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