Por Alejandro Fernández Barrajón
¿Cuál es el papel de la vida consagrada en la Iglesia? ¿Cómo la ven los obispos? ¿Cuáles son los puntos de fricción, o de acuerdo, entre religiosos y prelados? El cardenal mexicano Carlos Aguiar Retes responde a estas y otras preguntas en esta entrevista, que no tiene desperdicio.
La vida consagrada es un carisma multicolor en la iglesia. ¿Cuál puede ser su mejor aportación a la iglesia de esta nueva época?
Sin duda alguna la comunión de las congregaciones entre sí, y con las instancias diocesanas de pastoral, ejerciendo sus servicios según los propios carismas, e integrándolos en la secuencia de los procesos pastorales correspondientes. Un ejemplo: la atención en los reclusorios, donde además de auxiliar a los reclusos, es necesario ubicar la familia de donde procede, y entrar en conocimiento de la realidad que vive y darle ayuda en su situación; ubicar también su parroquia para favorecer la participación pastoral de los agentes que atienden a esa especial feligresía, y ayudarles a no abandonar al recluso, y preparar la incorporación familiar cuando el reo recupere su libertad. En este ejemplo, es necesaria la coordinación de la Pastoral Penitenciaria con la Pastoral de la Familia, con la Pastoral Profética y con la Pastoral Social de la Parroquia o en su defecto de la Diócesis.
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¿Se ha acusado a la Vida consagrada de no cuidar la comunión con los obispos. Comparte esta afirmación?
El diálogo fue la gran propuesta del Concilio Vaticano II expresada con claridad en la primera Encíclica del Papa Paulo VI Ecclesiam Suam. Diálogo que exige capacidad de escucha y discernimiento de ambas partes. Cuando se da, siempre es fecundo. La falla puede ser de una parte o la otra, y a veces de ambas a la vez.
La escasez de vocaciones es para algunos consecuencias de una falta de fidelidad a sus carismas fundamentales. ¿Lo considera usted así?
La búsqueda de vocaciones como pesca, de forma independiente, es una de las principales causas de la escasez. La vocación debe ser asumida no solamente con libertad de la persona, sino también con el conocimiento de los diferentes carismas y opciones de vida consagrada o de vida presbiteral, diocesana o misionera ad gentes, que atraiga más a la persona, y acompañar el discernimiento vocacional con un adecuado acompañamiento para que logre una decisión madura que corresponda a sus inquietudes personales y sea respuesta a las necesidades que presenta la realidad y que han movido su corazón.
La VC es consagración, comunión y misión. ¿Qué dimensión debería cultivar hoy con más fuerza?
Las tres son indispensables y complementarias, porque se retroalimentan unas con otras; lo que considero necesario cultivar es la conciencia de que una sola dimensión no basta para generar el testimonio de la comunión indispensable para atraer al no creyente, al indiferente o al dormido; es decir, es necesario vivir coherentemente (comunión) la espiritualidad (consagración) y la acción (misión), para evangelizar, siguiendo el modelo de la Iglesia Primitiva.
Se habla del ser y del quehacer de la VC. ¿Qué es más importante a la hora de servir a la iglesia?
Ambas ya que son complementarias, el ser exige el quehacer y éste desarrolla la experiencia positiva de su ser. La fecundidad de la acción o la misma dificultad para cumplir el quehacer son elementos, que clarifican el ser y su espiritualidad.
¿Se ha quedado la VC estancada en su gloriosa historia?
No me atrevería afirmarlo categóricamente; mas bien ha faltado actualizar la forma de vivir el carisma, sirviendo como respuesta a las necesidades, que presentan los actuales contextos socioculturales.
¿Está la VC de hoy excesivamente refugiada en sus castillos de invierno en vez de trabajar en los descampados de la vida?
En muchas ocasiones ante los nuevos contextos socio-culturales no se descubre el camino adecuado para renovar la manera de ofrecer los servicios, y testimoniar la vivencia del Evangelio. Lamentablemente se ha preferido refugiarse en los modos tradicionales que fueron eficaces, pero que hoy, en un mundo secularizado van quedando pocos, los que responden a esas formas.
¿Por qué no surgen hoy nuevos carismas y congregaciones a su servicio? ¿Dios no llama como en otros tiempos?
Dios siembra las vocaciones a manos llenas, pero nosotros no hemos sabido responder las respuestas adecuadas a las preguntas e inquietudes de los jóvenes, ofreciendo habitualmente las que tradicionalmente recibimos en nuestro tiempo. Es urgente e indispensable que los primeros esfuerzos de evangelización de las nuevas generaciones respondan más en lo humano-espiritual, y dejar para más adelante, detectando el momento oportuno, los temas relativos a la moral y a la normatividad de los mandamientos.
La luz debe estar en lo alto de la mesa para que alumbre a todos los de casa. ¿Está la VC de hoy muy escondida debajo del celemín, y ausente de los medios de comunicación?
No siempre ha habido la capacidad para descubrir las nuevas plazas de encuentro con la sociedad. Los medios de comunicación no lo hacen todo, sin duda se necesitará siempre la acción presencial; pero dan a conocer los servicios para bien de quienes los buscan, y facilitan el acceso a dichos servicios. En esta Pandemia ha quedado manifiesto el gran servicio que prestan las tecnologías de la comunicación privada y social.
¿Cuál debería ser la contribución más importante de la VC a la vida de una diócesis?
Sin lugar a dudas, es la colaboración en equipo para la urgente coordinación con las instancias pastorales diocesanas, garantizando así su eficacia, mediante el testimonio de comunión, que es la fuerza de la Nueva Evangelización.
Publicado originalmente en Religión Digital.
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