Fueron muchas las ocasiones en las que el cardenal Carlos Aguiar Retes se encontró con el Papa Benedicto XVI; en todas ellas, quedó sorprendido de la forma en que convertía su timidez en gestos de ternura y delicadeza con la gente.
Para el Arzobispo de México, la muerte del Papa emérito debe ser un momento para agradecer al Dios de la vida por quien fuera Vicario de Cristo de abril de 2005 a febrero de 2013, así como por el servicio que prestó a la Iglesia.
Recuerda el cardenal Aguiar que fue en su calidad de Secretario General del CELAM (1999-2003) cuando comenzó a tener relación con el entonces cardenal Joseph Ratzinger, quien se desempeñaba como responsable de la Doctrina de la Fe en el Vaticano.
“Lo recuerdo como una persona de una gran sencillez y con un carácter tímido, pero una timidez que vencía y convertía en gestos de ternura y delicadeza cuando alguien se le acercaba”.
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Fue a partir de su elección como 265 sucesor de San Pedro, el 19 de abril de 2005, cuando comenzó a tener una mayor relación con Benedicto. Cuenta que, con motivo de los preparativos de la V Conferencia General del CELAM, el Consejo de Presidencia de ese organismo, del cual formaba parte, tenía agendada una reunión con Juan Pablo II, pero su muerte ocurrió unos días antes.
“El entonces presidente del CELAM, el cardenal Francisco Javier Errázuriz, nos dijo que había una tradición en la Iglesia que consistía en que, si un Papa fallecía dejando citas pendientes, el Pontífice entrante las tomaba como parte de su agenda inmediata. Y así fue”.
De hecho, el cardenal Aguiar llegó a Roma justo el día en que el cardenal Ratzinger era elegido Vicario de Cristo, adoptando el nombre de Benedicto XVI. En su calidad de obispo de Texcoco, participó en una de las primeras Misas celebradas por el nuevo Pontífice, y días después los llamaron para realizar la reunión que Juan Pablo II no pudo celebrar.
El cardenal Aguiar recuerda que en aquella reunión el Papa dio una muestra de esa amabilidad y delicadeza que tuvo durante los casi 8 años de pontificado: “Al recibirnos en el salón él nos abrió la puerta y nos dijo: ‘pasen’. Nos hizo tomar nuestro lugar, y hasta el final se sentó. Me sorprendió mucho la ternura con la que se dirigía a nosotros”.
La V Conferencia General del CELAM tuvo lugar dos años más tarde en Aparecida, Brasil. Ahí el cardenal Aguiar tuvo la oportunidad de recibirlo ya en calidad de Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM).
Participaron en aquel encuentro unos 320 obispos de todo el continente americano y cada uno –recuerda- tuvo la oportunidad de saludarlo y platicar con él. “Yo lo invité a México, y me dijo: “Veremos, veremos”.
Otra ocasión en que pudo invitarlo a nuestro país fue durante una visita ad limina de los obispos mexicanos. La respuesta fue la misma: “Ya veremos, ya veremos”.
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Finalmente, la visita apostólica a nuestro país ocurrió en 2012, mientras el cardenal Aguiar se desempeñaba por un segundo trienio como presidente de la CEM:
“Ahí pasó algo muy hermoso. Y es que, a su llegada, desde el Aeropuerto a la ciudad de León las calles estaban llenas de personas, lo cual le impactó..Cuando salíamos de un lugar para ir a otro, al ver el entusiasmo de la gente, en lugar de caminar hacia el auto, se iba a saludarlos. Nos decía que no podía dejar de saludarlos cuando la gente lo estaba esperando”.
Y en la Catedral de León –agrega – “el Papa Benedicto XVI saludó a todos y cada uno de los presentes; fue extraordinario. Él hacía un gran esfuerzo por alcanzar a todos. Puedo decir que, en México, el Papa se contagió de nuestro entusiasmo”.
Mensaje del cardenal Carlos Aguiar con motivo de la muerte del Papa emérito Benedicto XVI
Las aportaciones de Benedicto XVI
El Cardenal Aguiar Retes señaló que entre las principales aportaciones de Benedicto XVI, a quién calificó como “un estudioso teólogo de primera línea”, está el libro Jesús de Nazaret, que en tres volúmenes nos muestra que Cristo es el camino al amor verdadero y tiene todos los elementos para convencernos de que hay que seguirlo. “Esa es una riqueza que nos ha dejado”.
Otro de sus legados que dejó el Papa emérito, añadió, son las tres encíclicas que redactó sobre la fe, sobre la esperanza y sobre la caridad, que son indudablemente formidables.
“En lo particular la que más me gusta es la de la esperanza, porque va armonizando algunas situaciones de personas con lo que puede ayudarnos a generar en nosotros también una mayor esperanza a pesar del sufrimiento y de la angustia, además de que tiene una afirmación muy interesante que dice que la esperanza tiene que ser siempre tangible”, comentó el Arzobispo Primado.
En ese sentido, recalcó que esta Encíclica establece que “la Iglesia no tiene la misión de llevar a cabo políticas públicas para que se realicen las cosas, lo que tiene que fincar son elementos que le den esperanza a la humanidad.”
Así, añadió, a partir de la actitud y de los testimonios de personas concretas, que saben cómo afrontar el sufrimiento, las injusticias y las situaciones dramáticas, es como se da la tangibilidad a la esperanza y para confiar en Dios.
Benedicto XVI, Maestro de la Verdad
Al cuestionarle la manera en la que definiría a Benedicto XVI, Aguiar Retes no dudo en definirlo como maestro de la Verdad. “Maestro para alcanzar la verdad. Es un doctor. Hay muchos en la historia de la Iglesia que son proclamados doctores de la Iglesia, san Agustín, san Jerónimo, san Ambrosio, porque no fueron solamente buenos pastores, sino que dieron luz con sus escritos”.
Del mismo modo, destacó la clarividencia y la honestidad que tuvo consigo mismo el recién fallecido Papa emérito, porque mientras otros se podían callar algunos asuntos delicados para la Iglesia, como los abusos cometidos por los religiosos, él no los evadió.
“Él, como el jefe del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, recibía todos esos casos, tenía perfectamente conocimiento de lo que estaba pasando. Lo nombran Papa y dijo esto hay que verlo ya, afrontarlo a como dé lugar. Entonces fue un hombre decidido porque busca la verdad, no busca quedar bien con nadie”, apuntó.
Recordarlo como el humilde servidor
Finalmente, al cuestionarle cómo se debe recordar a Benedicto XVI, Aguiar Retes subrayó que debe ser así como él mismo se llamaba, “un humilde servidor”.
“Humilde en el sentido cristiano no es alguien que debemos despreciar, humilde es alguien que siempre reconoce el bien que hacen los otros, esa es la humildad auténtica. Es el que reconoce lo que los otros aportan. Esa fue la característica fundamental de él. Siempre se autodefinió servidor, no autoridad para mandar, sino autoridad para conducir, orientar y acompañar”, concluyó.
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