Después de que la Santa Sede y México tuvieran rotas las relaciones diplomáticas y de que se llevara a cabo la persecución religiosa emprendida por el presidente Plutarco Elías Calles (1926-1929), en nuestra nación comenzó un periodo de distensión entre el Estado y la Iglesia.
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A partir del pontificado de Juan Pablo II, tres Papas han realizado visitas pastorales al país: el mismo Papa polaco, Benedicto XVI y Francisco, quien estuvo entre el 12 y el 17 de febrero de 2016 en tierras mexicanas, y entre otras entidades visitó la Ciudad de México, el Estado de México, Chiapas, Michoacán y Chihuahua.
Un momento especial de aquel viaje, fue la espontánea reunión que tuvo por espacio de 2 horas (en La Habana, Cuba), con el Patriarca de Moscú, Cirilo I, suceso que constituyó el primer encuentro entre un pontífice y un patriarca ruso desde el cisma de 1041, que dividió a las iglesias cristianas de oriente y occidente.
Después de dicha reunión, el Santo Padre viajó hacia la Ciudad de México, en cuyo aeropuerto fue recibido por el Presidente Enrique Peña Nieto y su esposa, así como por el entonces Nuncio Apostólico, Christope Pierre. Posteriormente, el Papa Francisco se dirigió hacia la Nunciatura, donde rezó el Ave María con un grupo de fieles que lo esperaban, y ahí pernoctó.
Al día siguiente, 13 de febrero, en su calidad de Jefe de Estado, se reunió con el presidente Peña Nieto, y frente a las puertas de la Catedral Metropolitana le dieron las llaves de la ciudad. En este recinto catedralicio tuvo una reunión con los obispos mexicanos, a quienes pidió no corromperse por riquezas, y tocó con ellos el tema de la violencia y la inseguridad en el país.
“Sólo comenzando por las familias -dijo el Santo Padre-; sólo acercándonos y abrazando la periferia humana y existencial de los territorios desolados de las ciudades; sólo involucrando a las comunidades parroquiales, a las escuelas, a las instituciones comunitarias, a las comunidades políticas y a las estructuras de seguridad… sólo así se podrá liberar totalmente de las aguas en las cuales lamentablemente se ahogan tantas vidas: tanto la vida de quien muere como víctima, como la vida de quien, delante de Dios, tendrá siempre las manos manchadas de sangre, aunque tenga los bolsillos llenos de dinero sórdido y la conciencia anestesiada”.
Ese mismo día, el Papa Francisco pudo realizar uno de sus más grandes sueños: estar en el camarín de la Virgen de Guadalupe, y además rezar en privado frente a Ella. Durante la Santa Misa que celebró en Basílica, señaló: “Dios se acercó y se acerca al corazón sufriente, pero resistente, de tantas madres, padres y abuelos que han visto (a sus hijos) partir, perderse o incluso ser arrebatados criminalmente”.
El 14 de febrero el Sumo Pontífice viajó en un helicóptero de la Fuerza Aérea rumbo al municipio de Ecatepec (Estado de México), adonde arribó luego de sobrevolar la zona arqueológica de Teotihuacán, vestigio de nuestra cultura prehispánica.
En Ecatepec, 400 mil fieles lo esperaban. Con ellos rezó por las víctimas de “los traficantes de la muerte”, y les dijo que no se debe negociar con el demonio. Por la tarde, en compañía de la entonces Primera Dama, Angélica Rivera, visitó el hospital Infantil de México “Federico Gómez”, donde convivio con niños enfermos de cáncer.
El 15 de febrero voló hacia San Cristobal de las Casas (Chiapas), donde celebró una Misa en la que participaron los pueblos indígenas, a quienes pidió perdón por la exclusión e incomprensión en agravio de todos los indígenas de México y América Latina. La Misa fue celebrada con música de marimba, y fragmentos de la liturgia en lenguas tzetzal, tzotzil, tojolabal, zoque y chol.
Ademas, en esta entidad de la República, el Sumo Pontífice oró frente a la tumba del obispo Samuel Ruiz, reconocido defensor de los derechos humanos de los indígenas. Y en Tuxtla Gutiérrez se reunió con familias, encuentro que congregó a unas cien mil personas.
El 16 de febrero el Santo Padre estuvo en Michoacán, entidad en la que fue recibido con danzas tradicionales. En la Catedral de Morelia celebró una Santa Misa frente a 20 mil religiosos de la región; posteriormente fue a la Casa del Arzobispado en compañía del Cardenal Alberto Suárez Inda, y en dicho recinto se reunió con seminaristas, representantes de colegios privados y ministros de culto no católicos.
Más tarde fue al estadio José María Morelos y Pavón, donde, ante 50 mil asistentes, exhortó a la comunidad a no dejarse enganchar por el narcotráfico, y a soñar siempre. El convivio culminó con un espléndido espectáculo en el que participaron numerosos jóvenes.
El miércoles 17 de febrero, el Papa Francisco fue a Ciudad Juárez (Chihuahua) y asistió al Centro de Readaptación Social Número 3. Desde esa prisión envió un mensaje de aliento a todos los reclusos del país, y escuchó algunos testimonios de personas privadas de su libertad, a quienes invitó a ser en adelante ejemplo de fe y virtud. Finalmente, celebro una Santa Misa a pocos metros de la frontera con los Estados Unidos, dedicada a los migrantes… y partió con destino al Vaticano.
Sobre aquella histórica visita del Papa Francisco, que hoy cumple un lustro, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) emitió este día un comunicado en el que expresa su alegría por el recorrido que el Santo Padre hizo por nuestra patria “como misionero de misericordia y de paz, para confirmarnos en la fe y alentarnos en la esperanza”.
El texto, firmado por monseñor Rogelio Cabrera y monseñor Alfonso Miranda Guardiola -Presidente y Secretario general de la CEM respectivamente- señala que en aquel entonces, la voz de Cristo resonó con fuerza en los labios de aquel que vino en el nombre del Señor para recordarnos una verdad simple y fundamental: Dios nos quiere con amor infinito y permanece siempre a nuestro lado.
El mensaje del Papa Francisco como Pastor -señala el comunicado-, penetró el corazón de todo nuestro pueblo, y con especial predilección y paternidad espiritual abrazó con ternura a nuestras familias, jóvenes, enfermos, migrantes, pueblos originarios e internos de centros penitenciarios.
Agrega que en aquella visita el Sumo Pontífice motivó al pueblo de México a seguir valorando las raíces de nuestro pasado, para reconocer la riqueza que poseemos como nación.
“A los obispos y sacerdotes nos exhortó a ser pastores con mirada transparente y a llevar en el corazón la gran preocupación de acompañar y atender a todo nuestro pueblo, para que vean en nosotros, sacerdotes y obispos, las huellas del Maestro de Nazaret, Jesucristo”.
Finalmente, el comunicado señala que el Santo Padre alentó a los obispo de México a tener audacia profética, y a implementar un proyecto pastoral para testimoniar la presencia del Señor en medio de la comunidad. Principio que hoy guía las acciones de la CEM hacia el año 2031, en que se cumplen 5 siglos del Acontecimiento Guadalupano; y hacia el 2033, en que la Redención de la humanidad cumple 2 milenios.
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