Es ecoamigable, sostenible y sustentable. Sí, el Vaticano es probablemente la ciudad más verde del mundo, gracias a las medidas adoptadas desde hace varias décadas por los pontífices; así como por el particular impulso de san Juan Pablo II, Benedicto XVI y el Papa Francisco.
En este marco, no sorprende que se adelante la certificación de parroquias verdes, como ocurre con la peculiar medida de la Arquidiócesis Primada de México y su innovadora propuesta para la protección de nuestra “Casa Común”.
El esfuerzo del Vaticano no es nuevo, pero ha cobrado un vigor excepcional en años recientes. Por ejemplo, el sistema de calefacción instalado en 1929 ya contaba con una optimización poco usual en aquellos años.
En cuanto a la legislación, ha sido contundente y cada vez más precisa en lo que respecta a iniciativas.
Enamorado de la naturaleza y famoso por sus salidas a los alpes para patinar, el papa Juan Pablo II hizo un aporte concreto con la encíclica Sollicitudo Rei Socialis; mientras que Benedicto XVI hizo lo propia con Caritas in Veritate.
Francisco, por su parte, envió un clarísimo mensaje al mundo con Laudato Si. Lo hizo el 24 de mayo del 2015, durante la Solemnidad de Pentecostés, en su tercer año de pontificado.
En el documento advirtió que la Tierra “clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella” y de inmediato tomó acciones en esta línea.
Pero el Vaticano tiene la particularidad de que adopta acciones tangibles más allá de sus rotundos llamados. No sólo ha invertido en energía renovable y mecanismos de alta eficiencia energética, sino también en tecnologías limpias. Un ejemplo directo de ello es el impulso a la movilidad eléctrica.
De igual forma, son evidentes las políticas de economía circular en las cuales resulta fundamental la transformación de los residuos orgánicos y la gestión integral de residuos, a tono con el deseo de reusar, reutilizar y reciclar.
Además, sus autoridades se esfuerzan en lograr un uso óptimo de los recursos hídricos, algo evidente en los Jardines Vaticanos, los cuales ofrecen un entorno natural al pequeño territorio donde se han instalado circuitos cerrados para fuentes y dispuesto depósitos de lluvia para riego.
En el Vaticano está prohibido el uso de pesticidas y se han erradicado por completo los fertilizantes de origen químico.
En materia eléctrica, desde hace un lustro comenzaron a incorporar y reemplazar lámparas convencionales por iluminación LED, lo que disminuye el consumo y asegura un manejo energético eficiente. Adicionalmente, desde hace cuatro años la electricidad importada proviene de fuentes renovables.
No contentos con ello, disminuyeron el consumo energético derivado de instalaciones de aire acondicionado, a partir de la incorporación de equipos de bajo impacto ecológico.
Otra medida vigente es la recolección selectiva de residuos, algo que alcanzó cifras récord, ayudado en parte por las reducidas dimensiones de la entidad y por sus políticas que fomentan ese estilo de vida. Asimismo, en las tierras vaticanas se eliminó la venta de productos plásticos de un solo uso, mientras que nueve de cada diez residuos especiales son destinados a la recuperación.
También impulsan el uso de vehículos de servicio eléctrico e híbrido, si bien las tierras vaticanas conservan una curiosa estación de gasolina, a un costado del pequeño pero surtido supermercado con que cuentan las modestas instalaciones del palacio de Santa Ana.
La motivación no es sólo de palabra. La pequeña región posee un decena de columnas de recarga, un número especialmente elevado para el parque automotriz que allí circula.
Una de las características más destacadas de las políticas vaticanas en materia medioambiental es la consecución de metas concretas que dan soporte a sus propuestas.
Entre las más ambiciosas jamás hechas por los pontífices destaca el compromiso asumido por el Papa Francisco de reducir a cero las emisiones netas del Estado antes del año 2050, algo complejo, incluso para el Vaticano.
No obstante, todo parece apuntar a que cumplirán el desafío mucho antes de lo previsto. ¿La razón? Una serie de medidas destinadas a reducir las emisiones derivadas del consumo energético.
Ya en 2008 comenzaron la instalación de paneles solares, aunque no fue posible aplicarlo en todas las edificaciones, debido a las peculiaridades de su infraestructura con varios siglos de edad.
La primera en probar las bondades de la tecnología fue el Aula Pablo VI, un espectacular diseño del arquitecto Pierluigi Nervi con aforo para más de seis mil personas. Allí se realizan las audiencias papales.
En total, el techo de la edificación alberga 2.200 placas fotovoltaicas activas y 2.200 pasivas. Como si se tratara de árboles, aprovechan la luz solar y obtienen de ella la impresionante cifra de 215 kw. Esto se traduce en ahorro de 250 mil kilogramos de dióxido carbónico por año, según registros técnicos oficiales.
Gracias a este esfuerzo, la Ciudad Estado es autosustentable, pues consigue cubrir el 100% de sus necesidades energéticas, al menos en lo que respecta a su iluminación interna y a una envidiable climatización que hace poco perceptibles los cambios de temperatura en el interior de sus instalaciones.
Apuntan a todas las áreas. Muestra de ello es el Archivo Apostólico Vaticano, una estructura con cuatro siglos de servicio a la Santa Sede que resguarda más de mil años de historia.
Ha sido equipada con ventanas de menor consumo y ajustes internos para disminuir el flujo de calor hacia el interior.
Otra edificación emblemática actualmente más verde es una de las joyas arquitectónicas del planeta: la Capilla Sixtina, una estructura que le debe su nombre al Papa Sixto IV della Rovere, “quien hizo reestructurar la antigua Capilla Magna entre el año 1477 y el 1480”, según recuerda el sitio oficial de los Museos Vaticanos.
Recibió varias trabajos de refacción en el año 2014, destinadas a hacer su iluminación más amigable con el ambiente y menos contaminante. Pero, además, el grupo de especialistas a cargo consiguió iluminar a ángeles y demonios en los exquisitos frescos que atraen la mirada de más de veinte mil personas cada día.
Una inversión cercana a los 4 millones de euros permitió retirar viejos focos e incorporar lámparas LED de bajo consumo; en total, se fabricaon e instalaron siete mil piezas, a tono con el nuevo esquema de climatización que desde entonces brinda protección a los excepcionales obras resguardadas tras sus muros.
Registros constatan que el esfuerzo valió la pena. Tras la cuidadosa intervención se logró un descenso en 60% de los costes energéticos y de las emisiones de gases tóxicos al ambiente, algo que además se traduce en mayor tiempo de vida útil para las centenarias piezas.
Acciones similares han sido aplicadas en otras instalaciones de visita frecuente, como es el caso de la Basílica de San Pedro, el llamado “corazón espirutual del cristianismo”. En su interior se encuentra el imponente baldaquino, justo sobre el altar mayor. Una obra realizada por el arquitecto Gian Lorenzo Bernini para el Papa Urbano VIII Barberini entre los años 1624 y1635, según detalla el sitio oficial de la Basílica, donde se puede ubicar toda la información sobre visitas y una bellísima galería de fotos actualizada.
Los ajustes permitiron un ahorro energético del 70% en el consumo tras la intervención con motivos ecológicos.
Estas y otras medidas están alineadas con el compromiso del Vaticano de reducir sus emisiones a cero, como anunció el Papa Francisco en un videomensaje el 12 de diciembre de 2020.
Las acciones vaticanas coinciden también con la llamada “conversión ecológica” propuesta por el pontífice. Al respecto, Desde la fe recuerda los tres elementos espirituales que el papa sugiere:
Este año, el 21 de junio de 2024, emitió una carta apostólica en forma de Motu Proprio a la que llamó: “Fratello Sole” (Hermano Sol).
En ella, el Papa recuerda que el 6 de julio de 2022, la Santa Sede, por cuenta del Estado de la Ciudad del Vaticano, accedió a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
En tal sentido, estima “necesario realizar una transición hacia un modelo de desarrollo sostenible que reduzca las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera, fijándose el objetivo de la neutralidad climática”.
En este aspecto, encomendó a su equipo la tarea de realizar una “instalación agrovoltaica… que garantice, no solo la alimentación eléctrica de la estación de radio allí existente, sino también el completo sustento energético del Estado de la Ciudad del Vaticano”.
La medida forma parte de la “adopción de estilos de vida sostenibles y la promoción de la sobriedad en el uso de los recursos y la energía, como acto de amor hacia el planeta y los hermanos”.
Según explica el sitio web de la Ciudad Estado Vaticano, el mecanismo “combina el cultivo de tierras agrícolas con la producción de electricidad mediante el uso de paneles solares”.
En ese terreno se podrán llevar a cabo actividades agrícolas y ganaderas con fuentes renovables y garantizando la protección de la biodiversidad.
Sin duda, otra innovación que procura la conservación de la naturaleza y la salvaguardia del ecosistema. También una razón más para considerar al Vaticano como el Estado más verde de todo el planeta.
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