Una vez terminada la Misa de exequias del Papa Benedicto XVI su cuerpo fue trasladado al interior de la Basílica de San Pedro. Aunque en la transmisión ya no se pudo observar más, podemos prever lo que ocurrió allá dentro, de acuerdo a la tradición de los funerales de los Papas, que contemplan, entre otras cosas, tres ataúdes.
Tradicionalmente, dentro de la Basílica de San Pedro, se les lleva a la Capilla de los Canónicos para la deposición del cadáver en un triple ataúd.
El primer féretro es de ciprés forrado de terciopelo carmesí. En él habrían sido introducidas las monedas de su pontificado, el palio y un texto que resume su labor como sumo Pontífice.
A su vez, el ataúd de ciprés habría sido introducido en otro de zinc. Tras colocar en el primero una cinta con los sellos oficiales, éste habría sido sellado y soldado.
Y el tercer ataúd, que envuelve a los otros dos, es de madera de roble barnizada, y en el caso de Benedicto XVI, fue introducido en las Grutas del Vaticano, en el lugar que ocupaba san Juan Pablo II.
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Muchos protocolos y costumbres sobre los sepelios pontificios se han suprimido o han evolucionado, como el de golpear la frente del muerto con un martillo de plata, tradición que prevaleció hasta 1878, cuando Pío IX la prohibió.
O el retirar sus órganos vitales durante el proceso de embalsamiento, costumbre que prevaleció desde los papas Sixto V hasta León XIII.
Las vísceras se guardaban en frascos en el subterráneo de la iglesia de los Santos Vicente y Anastasio, frente a la Fuente de Trevi, en Roma, que fue construida por orden del cardenal Mazarino hacia 1650.
Paulo VI hizo varios cambios en la tradición funeraria.
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