San Juan Pablo II fue un Papa profundamente devoto de la Virgen María, y estos sentimientos surgieron desde su infancia, de su propio hogar y de su natal Polonia, donde históricamente se venera la imagen de la Virgen de Czestochowa, un ícono con profunda tradición al punto de que es uno de sus símbolos nacionales.
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En su tierna juventud, entre 1953 y 1954, fue testigo del Año Mariano que convocó el Papa Pío XII, en el centenario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción, y tal vez inspirado en este acontecimiento, ya como papa convocó a dos años marianos más: entre 1987 y 1988, y luego entre el año 2002 y el 2003, cuando se celebró el Año del Rosario.
En efecto, el 25 de marzo de 1987, Juan Pablo II publicó su VI Encíclica titulada Redemptoris Mater sobre la Bienaventurada Virgen María; luego, el 22 de mayo de 1988 publicó la Carta Apostólica Litterae Encyclicae, y al finalizar este jubileo publicó la Carta Apostólica Mulieris Dignitatem, sobre la dignidad y la vocación de la mujer.
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Estos son algunos ejemplos del amor de Juan Pablo II hacia la Virgen María, pero analizando su biografía y sus discursos encontramos un sin número de referencias, especialmente pronunciados en santuarios como el de Fátima o el de Lourdes, y por supuesto el de Guadalupe, en el Tepeyac, donde encomendó su pontificado durante su primera visita pastoral a México.
No puede pasar desapercibido el hecho de que, en su escudo pontificio, revestido de color azul y que incluye la letra M de María al pie de la cruz, da a conocer su profunda vocación mariana, así como por haber escogido como lema episcopal las palabras Totus Tuus, que se traduce como Soy todo tuyo.
También es relevante el hecho de que en la Plaza de San Pedro, en la esquina del Palacio Apostólico, haya mando poner una imagen de la Virgen María con mosaicos venecianos, y que se encuentra a pocos pasos de donde ocurrió el atentado del 13 de mayo.
En cuatro de los cinco viajes que realizó a México, el Papa Juan Pablo II visitó la Basílica de Guadalupe, y se sabe que, en su habitación, Juan Pablo II tenía una imagen de la Virgen Morena. También declaró al 12 de diciembre como fiesta litúrgica continental, y a Ella encomendó la evangelización de toda América.
En prácticamente todos los discursos y homilías que en México pronunció, Juan Pablo II mencionó a la Virgen de Guadalupe a quien la llamó Estrella de la Nueva Evangelización, y un sin número de frases y elogios que han pasado a la historia, como por ejemplo, en la homilía que pronunció en la Basílica durante su segundo viaje, al referirse a Juan Diego, dijo: “su amable figura es inseparable del hecho guadalupano, la manifestación milagrosa y maternal de la Virgen, Madre de Dios, tanto en los monumentos iconográficos y literarios como en la secular devoción que la Iglesia de México ha manifestado por este indio predilecto de María.”
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