Iglesia en el mundo

El secreto de la sabiduría del Papa Benedicto XVI

Benedicto XVI fue un Papa Teólogo. En el mejor sentido de lo que significa un «teólogo». Hombre cuya palabra se encuentra en afinidad con Dios. Quien tomó como lema episcopal la fórmula de la tercera carta de san Juan, «cooperadores de la verdad» (3Jn 8), el 6 de octubre de 2006 presidió la Eucaristía con los miembros de la Comisión Teológica Internacional, e inspirándose en la figura de san Bruno trazó en su homilía unas pinceladas sobre la espiritualidad del teólogo, que tan bien lo reflejan.

Decía: «El silencio y la contemplación tienen una finalidad: sirven para conservar, en medio de la dispersión de la vida diaria, una permanente unión con Dios. Tienen como objeto hacer que la unión con Dios esté siempre presente en nuestra alma y transforme todo nuestro ser».

Y desde ahí anclaba el servicio eclesial del teólogo: «La hermosa vocación del teólogo es hablar. Esta es su misión: en medio de la locuacidad de nuestro tiempo y de otros tiempos, en medio de la inflación de palabras, hacer presentes las palabras esenciales. Con las palabras hacer presente la Palabra, la Palabra que viene de Dios, la Palabra que es Dios».

Y entonces derivaba la necesaria purificación que a la palabrería le da el silencio: «Dado que formamos parte de este mundo con todas sus palabras, ¿cómo podríamos hacer presente la Palabra con las palabras, sino mediante un proceso de purificación de nuestro pensamiento, que debe ser también y sobre todo un proceso de purificación de nuestras palabras? ¿Cómo podríamos abrir el mundo, y antes abrirnos nosotros mismos, a la Palabra sin entrar en el silencio del Dios, del que procede su Palabra? Para la purificación de nuestras palabras y, por tanto, para la purificación de las palabras del mundo necesitamos el silencio que se transforma en contemplación, que nos hace entrar en el silencio de Dios y así nos permite llegar al punto donde nace la Palabra, la Palabra redentora».

En su magisterio y en su teología, Benedicto XVI enarboló siempre la confianza en la Palabra, la que está presente en la armonía del universo, la que se refleja en el pensamiento humano, la que nos ha hablado encarnándose en la plenitud de los tiempos, porque primero se dejó guardar por el silencio contemplativo del que están llamadas a brotar las palabras, las palabras esenciales. Gracias por todo, Santo Padre.

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P. Julian López Amozurrutia

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