Es laico, tiene discapacidad y participa con voz y voto en el Sínodo de la Sinodalidad tras recibir una invitación directa del papa Francisco. Al igual que él, usa silla de ruedas, desde la que conversó con Desde la fe para analizar el complejo camino que adelanta la Iglesia Católica.
Enrique Alarcón sufrió un grave accidente que, en plena juventud, le generó serias limitaciones de movilidad. Sin embargo, ello no le ha impedido labrarse un trabajo digno y una acción incesante por mostrar las serias dificultades que sufren las personas con discapacidad, e impulsar grandes esfuerzos en busca de una verdadera inclusión.
Con más de cuatro décadas -cuarenta y seis años para ser precisos- este español y feligrés de Albacete es una voz de excepción, cuya labor ininterrumpida al frente de diversas instituciones ha logrado significativas mejoras en la percepción de un colectivo al que considera invisibilizado.
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Estima que “no es fácil para un Papa, con toda su autoridad, tener que mirar desde abajo a la gente que se le acerca, porque para eso se requiere una gran humildad. Y yo creo que el papado de Francisco está dando un mensaje donde, también de forma no verbal, nos pide que seamos más humildes”.
Además, Enrique Alarcón cree que “supone un nuevo paradigma”, pues “ha sido el primer papa que ha tomado desde el principio una contundente línea de apoyo a las personas con todo tipo de discapacidad”.
Lo argumenta. Entre otros, cita el numeral 98 de la encíclica Fratelli Tutti, “donde ya él decía que las personas con discapacidad son personas descartadas, que no se las tienen en cuenta en la sociedad y que están totalmente excluidas en muchísimas partes, también en la Iglesia”.
Lamenta que se les disminuya, paternalice o trate de “pobrecitos” como seres “descartables, incapaces e inferiores”. Espera que sean tratados como iguales y con la misma dignidad.
En este aspecto, Alarcón confiesa que le alegró muchísimo cuando por primera vez escuchó por parte del papa Francisco “que hablaba de inclusión, de una Iglesia para todos, con los mismos derechos que a todos nos otorga el bautismo”.
Abunda que de esa forma se está promoviendo “que en la Iglesia vayamos desterrando el paternalismo que infantiliza, pues muchas veces se nos trata de ‘pobrecito, pobrecita’, como si fuéramos objetos de pietismo, mientras se nos desconoce en nuestra dignidad”. Y va más allá: “Debemos ser acogidos, escuchados y poder participar como cualquiera; por supuesto, también en la Iglesia”.
Él esperaba que alguien con discapacidad “por lo menos estuviera en el sínodo, aunque solo fuese como oyente”. Pero, creía “impensable” que la respuesta llegaría directamente del Papa, quien le convocó no sólo como observador, sino con pleno derecho a voz y voto.
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De esta forma se daba otro signo de “cambio radical en la Iglesia, porque se está mostrando que es verdad que todos cabemos, y que no basta con acoger, sino con escuchar”.
Ciertamente, afirma que en el sínodo les escuchan. Tanto que se ha expresado un par de veces en plenaria, del mismo modo que un cardenal y sin limitaciones: “He podido hablar y participar. Creo que es una gracia del Señor y un honor”. Allí, ha recordado con insistencia que son perfectamente capaces de evangelizar.
Consultada su posición sobre quienes sostienen que el uso de términos como “inclusión” y “diversidad” forman parte de una agenda progresista e ideológica que pone en jaque la tradición, responde contundente:
“El derecho a trabajar, el derecho a la educación, el derecho a vivir en un espacio que sea accesible y sin barreras arquitectónicas; el derecho a la dignidad, el derecho a la sanidad, el derecho a la rehabilitación… eso no es ideológico, ¡esos son derechos humanos!”.
Enrique Alarcón agrega: “No hay ninguna ideologización en ello; pero, si alguien tiene alguna duda, yo le digo que cuando leemos los evangelios, vemos que en su vida, el Señor se acercaba preferentemente a los enfermos y a las personas con discapacidad”.
También reitera la necesidad de actuar. “En el Evangelio no encontramos ningún espacio donde el Señor le dijera a alguien: ‘¡Resígnate’… El Señor no quería la resignación, lo que quería era que la persona tuviera dignidad, y es lo que intentamos lograr”.
Insiste en que “el de Francisco es un papado totalmente paradigmático para las personas con discapacidad”, y cree que con el tiempo se avanzará hacia un positivo cambio de mentalidad: “¡Levántate y sal al mundo! ¡Sal a la Iglesia y vive y transmite la vida!”.
Integrante de Frater (Fraternidad Cristiana de Personas con Discapacidad) y de la Confederación Española de Personas con Discapacidad Física y Orgánica de Castilla-La Mancha (Cocemfe), Alarcón se refiere a las abundantes críticas que recibe el Sínodo de la Sinodalidad. ¿Se impulsan herejías desde el Sínodo? Esto contestó:
“Lo que tenemos claro es que hay personas que temen perder privilegios y poder. La Iglesia desde una perspectiva sinodal, lo que entiende es que también el clero, los sacerdotes y los cardenales deben actuar como Jesús vivió, con una actitud de servicio”.
“Entonces, hay todavía personas que entienden que estar en actitud de servicio es una bajeza. Quien piensa así tiene muy negro el corazón, porque el Señor lo que nos enseña en su vida es a ser el último. Él nos enseña que no ha venido a que se le sirva, sino a servir”.
“Luego, también hay otra cosa que es lo que acusan de, digamos, herejía. Es el hecho de que aquí en Sínodo estemos personas que no somos obispos, o son mujeres… Sin embargo, lo que estamos haciendo ahora no es ni más ni menos que en línea con la eclesiología del pueblo de Dios que empezó a desarrollarse tras el Concilio Vaticano II”.
“Por ende, quienes están en contra del concilio, que temen perder privilegios, o se creen por encima de los demás, me pueden mirar a mí con una gran discapacidad, entre obispos y cardenales, y molestarse. Alguno te puede mirar y decir: ‘¿¡Y ‘esto’ qué hace aquí!?’, o pensar: ‘Esto es indigno, muy indigno!”.
No obstante, Alarcón estima que “esa persona es la que no se da cuenta de que, a esos que ven como ‘indignos’, los quiere el Señor. Por otra parte, independientemente de lo que cada uno piense, aquí tiene voz. Hay personas que están en contra de que estemos aquí, y lo dicen con libertad y se acoge con respeto; hay quienes dicen que esto es una alegría. En ese sentido, debemos admitir que la diversidad es una riqueza y no algo malo”.
Por ellos, sostiene que “debemos entender que todos estamos en la Iglesia con el mismo derecho, eso es importantísimo, cada uno dice lo que piensa, con libertad. Es un espacio de escucha y diálogo mutuo, sin ningún tipo de resentimiento”.
De igual forma, asegura que “hemos podido sentir cómo el Espíritu Santo está ahí, en medio de cada uno, haciendo un nosotros para empujar esta nave que Él quiere llevar adelante en este mundo tan distinto, donde debemos ser evangelizadores”.
Su acercamiento a los movimientos sociales en favor de las personas con discapacidad comenzó con una invitación de unas chicas de Frater… Sobre aquel encuentro ocurrido hace más de cuatro décadas y medio, hoy señala:
“He estado trabajando en movimientos sociales hasta ahora y seguiré hasta el último día dentro de la Iglesia. Gracias a la invitación de aquellas chicas ha sido posible un cambio en mi vida. Ahora me siento en casa, en compañía del buen Señor que le ha dado total sentido a mi existencia”.
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