La Porciúncula, joya franciscana en Asís, guarda el origen de la Indulgencia Plenaria y la profunda espiritualidad de San Francisco.
San Francisco de Asís es reconocido en todo el mundo como un testigo de Cristo que muestra un camino de pobreza, caridad y oración vivida con sencillez y apertura. Su vida está marcada por momentos que inspiran a buscar a Dios en lo cotidiano, en especial a través de la oración.
Uno de los lugares más significativos en su camino de fe está dentro de la Basílica de Santa María de los Ángeles, en Asís: una pequeña capilla conocida como la Porciúncula.
En 1208, tres años después de su conversión, Francisco reparó esta antigua capilla, que estaba casi en ruinas. Allí decidió vivir, en un terreno que pertenecía a los benedictinos. Aunque ellos quisieron regalárselo, él, fiel a su renuncia a toda propiedad, rehusó aceptarlo. Finalmente, la comunidad benedictina se la cedió a cambio de una sencilla canasta de pescado al año.
El nombre Porciúncula, que significa “pequeña porción de tierra”, encierra la humildad que caracterizó al santo. A unos cinco kilómetros de Asís, en este valle apartado, Francisco encontró el espacio ideal para su oración y contemplación.
Aquí recibió “luz para su vocación”; aquí Santa Clara abrazó la vida religiosa, y aquí, rodeado de sus hermanos, Francisco entregó su espíritu a Dios el 3 de octubre de 1226. Tan grande era su amor por este lugar que pidió a sus seguidores que nunca lo abandonaran, pues lo consideraba “la fuente original de inspiración y el modelo para todos sus hermanos”.
En el interior de la Porciúncula aún se respira la austeridad que él amó. Los frescos pintados por Hilario de Viterbo en 1393 representan la visión en la que Cristo le concede el Perdón de Asís, una indulgencia plenaria que ha llevado consuelo y esperanza a generaciones enteras.
Para custodiar este santuario, el Papa Pío V ordenó en 1568 la construcción de la imponente Basílica de Santa María de los Ángeles, una de las más grandes del mundo. Bajo su cúpula se levanta la diminuta Porciúncula, con una inscripción en el suelo que proclama: Hic Locus Sanctus (“este lugar es santo”).
Detrás de la capilla se encuentra el sitio exacto donde murió San Francisco. Allí, una pequeña capilla recuerda su tránsito al cielo, y se venera el cordón de su hábito como signo de su entrega total.
En 1216, mientras Francisco oraba en esta pequeña capilla, tuvo una visión en la que contempló a Cristo acompañado de la Virgen María y de un coro de ángeles. En esa experiencia, el Señor le concedió un camino de salvación para toda la humanidad:
“Ruego que todos aquellos que, arrepentidos y confesados, vengan a visitar esta iglesia, obtengan un amplio y generoso perdón, con una completa remisión de todos los pecados”.
¿Qué sucedió en la Porciúncula un 2 de agosto?
Esta indulgencia, conocida como El Perdón de Asís, se celebra cada 1 y 2 de agosto en todas las iglesias franciscanas y parroquias del mundo, extendiendo a todos los fieles el regalo de quedar limpios “como recién bautizados”.
Los últimos momentos de Francisco estuvieron llenos de belleza y de señales del cielo. El libro San Francisco de Asís: el santo que quiso ser hombre de Donald Spoto, describe la escena así:
“La radiante luz del atardecer brilló sobre el valle y bañó las colinas que dominaban Asís. Al describir los últimos momentos de Francisco, sus amigos no olvidaron un detalle: vino una bandada de pájaros, llamadas alondras, que, a poca altura sobre el techo de la casa en que él yacía, volaban y revoloteaban cantando”.
Se cuenta que en la Porciúncula, al momento de la muerte de San Francisco, las alondras volaron y cantaron en lo alto, un hecho que quedó grabado en la memoria de sus hermanos. La Porciúncula, una pequeña capilla en Asís, continúa siendo un lugar de oración y peregrinación, asociado con la memoria de Francisco y con la práctica del perdón y la reconciliación.
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