En los últimos cincuenta años solo se han emitido tres o cuatro declaraciones oficiales sobre el origen sobrenatural de algún caso. Foto: Especial
Para la Iglesia Católica, el término “sobrenatural” no se refiere simplemente a lo misterioso o inexplicable, sino a aquello que supera las fuerzas de la naturaleza y proviene directamente de Dios. Sin embargo, el determinarlo es complejo, pues va acompañado de la razón y la prudencia.
Como parte del Congreso “Misticismo: Fenómenos Místicos y Santidad”, organizado por el Dicasterio para las Causas de los Santos, el Cardenal Víctor Manuel Fernández explicó las normas que guían al Dicasterio en el discernimiento de los fenómenos considerados sobrenaturales.
Explicó, de acuerdo con Vatican News, que en los últimos cincuenta años solo se han emitido tres o cuatro declaraciones oficiales sobre el origen sobrenatural de algún caso, frente a los 3,500 procesos de beatificación y canonización registrados en el mismo periodo.
“Es difícil lograr dicho reconocimiento”, afirmó el Cardenal, subrayando que las declaraciones eclesiales en estos casos tienen un carácter “prudencial” y no constituyen una certeza absoluta.
El Cardenal Fernández advirtió también sobre los riesgos de que, una vez declarado el origen divino de un fenómeno, sus mensajes sean interpretados como revelación equiparable a la Palabra de Dios.
“Incluso en los casos reconocidos, se trata de revelaciones privadas, que los fieles pueden creer o no libremente”, precisó.
El prefecto insistió en que el discernimiento es esencial, sobre todo para evitar abusos o manipulaciones con fines de lucro o poder: “Hay casos muy preocupantes que pueden conducir a graves abusos. Por eso las normas proponen conclusiones prudenciales que se adopten antes de que el fenómeno crezca hasta volverse incontrolable”.
Por su parte, el sacerdote y teólogo Luca Ezio Bolis, profesor de Historia de la Espiritualidad en la Facultad de Teología del Norte de Italia, abordó la relación entre misticismo y teología, que describió como “una tensión compleja y fecunda”.
Para ilustrarlo, propuso una metáfora: “La diferencia entre comer y saborear la comida: el conocimiento teológico es como comer, pero la experiencia mística es saborear”.
Bolis advirtió que cuando se separan fe y razón, ambas dimensiones se empobrecen: la teología puede volverse “abstracta y árida”, mientras que la espiritualidad corre el riesgo de caer en el “subjetivismo”.
Por lo tanto, el misticismo no debe confundirse con fenómenos como el ocultismo o la magia, sino que debe entenderse como un “don divino, fruto de la gracia, no adquirible mediante técnicas”.
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