En uno de sus tantos y acertados artículos para Desde la fe, el padre Sergio Román del Real (Q.E.P.D) citó un caso que le contaron: el de una señora, de esas que son “dueñas” de la iglesia, quien, después de que el sacerdote interrumpió la homilía al escucharse el llanto de un niño, se acercó a la impávida familia del niño para pedirles que se salieran con su hijo llorón para que el sacerdote pudiera continuar con su sermón.
Los padres del niño -explicó-, enojados, indignados, citaron muy sabiamente las palabras de Jesús: “Dejen que los niños vengan a mí”, y se armó la guerra. El padre Sergio Román terminó su relato con esta ironía: “Lástima que el que me lo contó no me dijo en qué terminó; ojalá que haya terminado en una homilía del sacerdote sobre la tolerancia y la comprensión”.
Recientemente, Aleteia dio a conocer el caso de un sacerdote, el padre Nicholas Fleming, de la Parroquia de los Santos Juan y Jaime (St John & James Parish), en West Warwick, Rhode Island (Estados Unidos), quien fue percatándose paulatinamente de la disminución en la asistencia de niños a la su parroquia.
Año con año, sus fieles iban envejeciendo y el número de funerales superaba con creces el número de Bautismos que se celebraban. De manera que el futuro para la parroquia parecía muy sombrío de seguir por el camino que llevaban.
Cierto día, en la iglesia se escuchó un llanto que llamó la atención de muchos: era un bebé llorando en la parte trasera de la Iglesia, y una joven madre tratando desesperadamente de calmar a su pequeño.
El padre Nicholas Fleming comentó que como no tenían un “cuarto para llorar”, la joven madre no tenía un lugar para esconderse. “A pesar de mis temores iniciales, la gente estaba enamorada. Este pequeño grito fue un signo de vida, un nuevo despertar, como la nueva primavera de la que tantas veces habló el gran san Juan Pablo II”.
Esa noche, al menos una docena de personas comentaron lo agradable que les había resultado escuchar al pequeño en la iglesia, y su esperanza de que lo siguieran más niños. El sacerdote animó a la joven madre a acudir con frecuencia a la iglesia, haciéndole saber que su familia sería bienvenida.
Poco más adelante la Parroquia de los Santos Juan y Jaime tuvo la bendición de bautizar a nueve niños en un lapso de tres meses. Actualmente la comunidad está creciendo, y la bienvenida que reciben los niños ha marcado la diferencia.
El padre Nicholas Fleming recientemente encontró en Twitter una publicación de una madre joven, quien posteaba una foto: en la imagen aparecía su banco, y sobre él una tarjeta con las siguientes palabras: “Mi parroquia hace algunas cosas bien”.
Era una carta que recordaba a las familias jóvenes que era un placer tenerlos, y hacía una petición a los feligreses para que fueran amables y recordaran que los niños son la esperanza futura de la parroquia.
El sacerdote copió la idea y esa misma semana puso una tarjeta en las bancas, en cuya parte trasera colocó un dibujo para que los niños pudieran entretenerse coloreando en caso de necesitar en qué mantenerse ocupados.
Estimados padres de niños pequeños,
¡Bienvenidos! Estamos agradecidos de que usted y su familia se hayan unido a nosotros para la Misa en SS John and James & St. Mary Mission. Es nuestra esperanza que sus pequeños crezcan y se conviertan en miembros vitales de nuestra familia parroquial. Estamos agradecidos de que comiencen este viaje con nosotros.
¡Por favor relájense! Sabemos que no es fácil llevar a toda la familia a Misa, y puede ser aún más difícil mantener a todos sus pequeños quietos durante todo el tiempo. Pero sus hijos deben saber que esta iglesia es su hogar. Y nosotros, la comunidad, sus hermanos y hermanas.
Deben sentirse bienvenidos y en casa en este lugar de culto, en la casa de Dios. Los invitamos a cantar, orar, enseñar, responder y explicar lo que está pasando en la Misa con sus hijos. Nuestra liturgia está llena de vida y nuestros pequeños aprenden a adorar a través de ustedes y de su participación. Los niños aprenden con el ejemplo y su entrega y atención a Misa será su mejor lección.
Además, todos saben que los niños a veces lloran, hacen ruido o escapan de su cuidado vigilante. ¡No se sientan abrumados y no teman pedir ayuda! Somos una sola familia, y en la caridad cristiana estamos llamados a ayudar a nuestros hermanos y hermanas.
Estimados feligreses,
¡La presencia de niños en la Misa es un regalo para nuestra iglesia y una señal de que estamos creciendo! ¡Deberíamos regocijarnos de que nuestros niños estén con nosotros y que nuestra parroquia dé la bienvenida a una nueva vida! ¡Recuerde seguir alentando a nuestras familias jóvenes, ofrezca su ayuda si la necesitan y apóyelos lo mejor que pueda!
Jesús dijo: “Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan; porque de los que son como estos es el reino de los cielos (Mateo 19,14).
Por Nicholas Fleming
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