En Japón existen aproximadamente unos 440,893 católicos, que representan el 0.3% total de su población, de acuerdo con estimaciones de la Conferencia Episcopal Japonesa.
Sin embargo, con la Sociedad para las Misiones Extranjeras de París, estas cifras podrían no ser del todo precisas, pues existe un importante número de católicos no registrados en Japón, quienes se encuentran en el país ilegalmente y se niegan a registrar sus nombres en cualquier lugar, por temor a dejar rastros de su paso a los servicios de inmigración o a la policía japonesa.
La Agencia Informativa para las Misiones Extranjeras en París informa además que durante el año 2018, el número de adultos bautizados superó el número de niños recién nacidos bautizados. En 2018 se registraron 2,689 bautismos de adultos, de los cuales 798 en Tokio y 2,329 de recién nacidos, de los cuales 439 en Tokio. El número de bautismos para toda la población católica registrada ha ido disminuyendo constantemente desde 2006 (con 7,193 bautismos en 2006 en comparación con 518 en 2018).
De acuerdo con cifras actualizadas a 2018, Japón cuenta con 1,366 obispos, sacerdotes y diáconos, de los cuales 529 no japoneses. A finales de 2018, había 74 seminaristas, entre ellos 31 diocesanos.
En noviembre de 2019, el Papa Francisco visitó Japón. Allí, comprobó junto a los obispos del país el reto de ser pastores de una Iglesia muy pequeña “pero portadora de agua viva, el Evangelio de Jesús”. Proteger cada vida fue el lema de su visita al país asiático, marcado por el flagelo del bombardeo atómico.
El Papa visitó Nagasaki e Hiroshima, los lugares donde cayeron las bombas nucleares en 1945 y allí rezó y se encontró con algunos supervivientes y familiares de las víctimas. El Pontífice reiteró su condena a las armas nucleares y señaló la hipocresía de hablar de paz mientras se construyen y se venden artefactos bélicos.
Los Juegos Olímpicos (JJOO) 2020 fueron aplazados un año, consecuencia de la pandemia de Covid-19. Se llevan a cabo este julio de 2021; sin embargo, la pandemia continúa latente, por lo que Japón, sede de la 32ª edición de los JJOO, tuvo que implementar medidas de seguridad sanitaria que incluyen la cancelación del programa pastoral destinado a acompañar a los atletas.
En una nota, el arzobispo de Tokio, monseñor Tarcisio Isao Kikuchi, explicó: “Se había previsto que cada parroquia pudiera atender las necesidades espirituales de todos los atletas, pero ahora hemos decidido cancelar estas iniciativas por cuestiones de seguridad”.
Entre los actos previstos, concebidos por un Comité Olímpico diocesano especial, figuraba una Misa internacional que se celebraría en la catedral local y la creación de un rosario especial que se entregaría a todos los participantes en los Juegos.
Pero ahora el área metropolitana de Tokio ha sido puesta en estado de emergencia por decisión gubernamental; como resultado, los atletas no podrán salir de la Villa Olímpica, ni los sacerdotes tendrán acceso a ella.
La fe católica fue introducida a Japón por los portugueses que llegaron al archipiélago en 1560 con franciscanos, jesuitas, dominicos y otras órdenes religiosas que pronto fueron vistas como un peligro para las autoridades de Japón, pues en sí, los grandes querían arrojar a todos los extranjeros de su país.
Llegaron a existir unos 500 mil cristianos nada más en Nagasaki, que, por ser una ciudad portuaria, era un punto de encuentro entre ambas culturas.
México participó en la evangelización de Japón a través de su cercanía con Filipinas que dependía de la Arquidiócesis de México, y fue a través de la llamada Nao de la China como había un contacto frecuente con el Oriente. Hay tres mártires mexicanos que dieron su vida por la fe en Japón: San Felipe de Jesús, quien nació en la capital de la Nueva España; en beato Bartolomé Laurel (¿-1627) y el beato agustino Bartolomé Gutiérrez (1580-1632),
El 30 de diciembre de 1596, los frailes que vivían en Meaco y en Osaka fueron apresados pero, Felipe de Jesús no estaba en la lista de aprehensión. Sus compañeros le aconsejaron que escapara y pudo haber salvado la vida alegando su calidad de náufrago, pues una tempestad había llevado el barco en el que se dirigía a México para ser ordenado y así llegó a Japón. Él rechazó la oferta de escapatoria y prefirió dar testimonio de su fe en el martirio.
El 1 de enero de 1597, los religiosos fueron llevados en carretas para Meaco los presos de Osaka, y solo quedaron libres Juan Pobre y Fr. Jerónimo de Jesús, pues Fr. Pedro les ordenó que se escondieran para que luego fueran a Manila a platicar lo ocurrido.
Taico Sama ordenó que el viernes 3 de enero cortaran las orejas y la nariz a sus prisioneros, pero gracias a la gestión del español Pedro Sotelo de Morales y del general Matías de Landecho se acordó que sólo les quitasen una oreja. Fueron llevados a una pagoda donde se aplicó la sentencia y comenzó el martirio.
Entre la nieve invernal peregrinaron 800 kilómetros expuestos al ridículo: Osaka, Sakai, Nara, Tzu, Nagoya, los regresaron a Osaka el 9 de enero para continuar por las provincias de Setsu, Harima, Bizen, Bitchu, Bingo, Aki, Suwo y Nagato hasta llegar a Facata donde llegaron el último de enero, 14 de la Luna en la cuenta de Japón. El primero de febrero llegaron al pueblo de Carazu, luego a Uracami, que está a media legua de Nagasaki. Siempre fueron exhibidos en 8 carretas tiradas por bueyes.
El 5 de febrero de 1597, sobre una colina de Nagasaki, 26 cristianos fueron llevados a sus cruces donde, en vez de clavarlos, fueron colgados por medio de 5 argollas de hierro. Uno de los primeros en ser crucificados fue Felipe, que de una manera providencial quedó en el centro de aquel vasto semicírculo de mártires. Una vez fijado en la cruz, los verdugos la izaron en alto y la dejaron caer de golpe en el agujero que para ello habían clavado. Le dieron tres lanzadas. El último en fallecer fue Pedro Bautista. Taikosama había ordenado que los cuerpos permanecieran en las cruces hasta que fueran devorados por las aves, pero se conservaron incorruptos varios meses.
Los padres agustinos Fr. Mateo de Mendoza y Fr. Diego de Guevara consiguieron que algunos cristianos robaran los cuerpos de los mártires, entre ellos, el de Pedro Bautista y Felipe de Jesús. Algunas reliquias fueron sepultadas en el convento de San Agustín en Manila, en la Pascua de 1597 y otras en Japón, Europa y México. En la capilla de San Felipe de Jesús, en la Catedral de México, se encuentra un pequeño relicario oval que contiene tres astillas de sus huesos; fue donado por una familia católica bajo la gestión del Cardenal Norberto Rivera. La Loma de los Trigos, en Nagasaki, donde fueron crucificados, desde entonces se llamó de los Mártires.
Bernardo de Balbuena, en su Grandeza Mexicana (1604), decía:
“En ti se junta España con la China,
Italia con Japón, y finalmente
un mundo entero en trato y disciplina.
En ti de los tesoros del poniente
se goza lo mejor; en ti la nata
de cuanto entre su luz cría el oriente”.
Con información de Vatican News
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