Los más vulnerables y marginados del mundo, son por tanto, las grandes víctimas inocentes de unos cambios que repercuten de manera fundamental en su economía, cada vez más inestable; en sus tierras, cada vez más explotadas y en la falta de acceso al agua; cada vez más limitado.
El problema del agua y su desigual distribución se cobra la vida de millones de personas cada año.
Evaluando estos riesgos, se parte de la proposición de que el calentamiento global antropogénico (causado por el hombre) es una realidad. De ahí, la importancia del llamamiento de varias entidades de la comunidad internacional que insisten en unir fuerzas para mitigar de manera concreta y urgente, los efectos del cambio climático y asegurar que las comunidades tengan oportunidades suficientes para vivir, alimentarse y no morir de sed.
Tal como informa Naciones Unidas en su último balance publicado en noviembre de 2018, alrededor de 4,9 millones de personas han sido desplazadas en dicha región durante este año, un aumento que se ha triplicado en menos de tres años, dejando unos 24 millones de personas en situación de crítica supervivencia, especialmente a causa de la falta de recursos hídricos.
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Y en este contexto resuenan las palabras del Papa Francisco a los participantes en el seminario “Derecho Humano al agua”, organizado por la Pontificia Academia de las Ciencias el 23 y 24 de febrero de 2017.
El Santo Padre pronunció un discurso en español, en el que profundizó sobre la urgente necesidad de defender el “derecho al agua para todos” y garantizar su acceso a todos los pueblos.
«Como leemos en el libro del Génesis, el agua está en el comienzo de todas las cosas (cf. Gn 1,2); es criatura útil, casta y humilde, fuente de la vida y de la fecundidad (cf. San Francisco de Asís, Cántico de las Criaturas)».
«Por eso, la cuestión que ustedes tratan no es marginal, sino fundamental y muy urgente. Fundamental, porque donde hay agua hay vida, y entonces puede surgir y avanzar la sociedad. Y es urgente porque nuestra casa común necesita protección y, además, asumir que no toda agua es vida: sólo el agua segura y de calidad, siguiendo con la figura de san Francisco: el agua que sirve con humildad, el agua casta, no contaminada», dijo el Pontífice subrayando que “toda persona tiene derecho al acceso al agua potable y segura; ya que este es un derecho humano básico y una de las cuestiones nodales en el mundo actual” (cf. Enc. Laudato si’, 30; Enc. Caritas in veritate, 27).
«La formación de la conciencia es una tarea ardua; precisa convicción y entrega. Y yo me pregunto si en medio de esta “tercera guerra mundial a pedacitos” que estamos viviendo, no estamos en camino hacia la gran guerra mundial por el agua», concluyó el Santo Padre.
Una pregunta que es necesario seguir formulando hasta crear una mayor conciencia global sobre la importancia de cuidar la Casa Común, cuyo creciente deterioro perjudica y “condena” sobre todo a los más pobres.
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