En Manila, Filipinas, cerca de 40,000 personas viven en los asentamientos ubicados alrededor del vertedero conocido como Smokey Mountain, lugar que acumuló la basura de la capital filipina durante más de 40 años.
Las familias de Smokey Mountain son chatarreros: se dedican a clasificar las más de 2 millones de toneladas de desperdicios que llegan al sitio. Los niños que viven ahí sólo conocen la pobreza, y es común que caigan en la delincuencia y en las drogas.
Este fue el panorama que observó el sacerdote francés Matthieu Dauchez cuando llegó a Manila, en ese momento como un seminarista de tan solo 23 años. Su intención era apoyar temporalmente con alimentos y techo a los niños más necesitados de Filipinas.
Sin embargo, tan pronto puso un pie en el país asiático, se dio cuenta de que la verdadera carencia ahí no era material, sino espiritual.
Eso lo llevó a fundar una organización que desde entonces ayuda a los niños de la calle en Manila, es ANAK-Tnk, que además de comida, atención médica básica y educación, les brinda acompañamiento espiritual para recordarles su dignidad como hijos de Dios a través de la oración.
La mayoría de los niños se sentían desesperanzados y carentes de atención y cuidado. Por ello, el religioso decidió quedarse en Manila y dedicar su vida a hacerle saber a los niños y niñas que merecen amar y ser amados.
“La alegría que muestran los niños de Manila, pobres entre los pobres, siendo prodigiosa, resulta ante todo desconcertante.Descabalga incluso a los espíritus más sutiles”, expresó Dauchez. “¿Cómo se puede explicar que un niño de la calle, que no ha conocido más que miseria, sea capaz de mostrar una alegría tan sincera y desbordante?”, comentó el sacerdote con motivo de la publicación de su libro, El prodigioso misterio de la alegría en 2017.
Desde que comenzó a dirigir la fundación en 2011, cada semana el padre Matthieu lleva el Santísimo al vertedero de basura y comparte un momento de adoración con los más de 800 niños chatarreros que atiende la fundación ANAK.
Si bien ha apoyado a más de 50,000 niños en sus 20 años de historia, es el padre Matthieu quien está agradecido pues, de acuerdo con su libro, de estos niños ha aprendido que el poder de Dios y de la alegría del alma humana es más grande que cualquier dolor.
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