El Papa León XIV durante el encuentro “Arriesgarse a la Paz: Religiones y Culturas en Diálogo”. Foto: Sant’Egidio
“Tenemos que crear una irrupción de mujeres y hombres comunes en la historia, sin violencia, practicando el diálogo, con ideas fraternas y visiones de paz. En una sociedad fragmentada, el diálogo debe volver a ocupar el centro de la vida social y de las relaciones entre los pueblos. Atreverse a la paz es liberar el fondo de bondad que existe en todo ser humano, esa voluntad de paz y de vivir juntos. Esta es nuestra fuerza, la que nos hace pasar de la edad de la guerra a la edad del diálogo y de la negociación. Cuando empieza el diálogo, ya se degusta el sabor de la paz. Porque dialogar es descubrir que el otro es como yo”.
Con estas palabras, el profesor Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de Sant’Egidio, dio inicio al encuentro internacional por la paz “Arriesgarse a la Paz: Religiones y Culturas en Diálogo”, celebrado en el Auditorium Parco della Musica de Roma, ante más de 10 mil personas.
Desde aquel histórico 1986, cuando San Juan Pablo II, en la ciudad de Asís, afirmó: “La paz es una obra abierta a todos”, la Comunidad de Sant’Egidio ha mantenido viva esta vocación. Convencidos de que la oración puede cambiar la historia y de que Dios escucha el clamor de quienes sufren por la guerra, sus miembros han perseverado en el camino del diálogo y la esperanza. El llamado “Espíritu de Asís” ha unido a hermanos y hermanas de distintas religiones en la convicción profunda de que la paz siempre es posible.
Frente a tanto mal y división, surge la necesidad de acercarse a todos, promover el encuentro y atreverse a ir contracorriente en un mundo polarizado que usa un lenguaje de violencia.
“Hablar de paz es resistir al mal de la violencia y de la guerra mediante la palabra, la oración y la amistad”, señaló el profesor Marco Impagliazzo, presidente de Sant’Egidio.
Durante los tres días del encuentro se desarrollaron 22 foros temáticos, en los que se abordaron diversos aspectos de la paz: el desarme nuclear, la memoria del martirio como forma de resistencia al mal, el cuidado de los niños como mirada al futuro, el papel de los refugiados, la inteligencia artificial entre ética e innovación, la unidad de los cristianos, la declaración Nostra Aetate, el cuidado de la creación y la oración como raíz de la paz, entre muchos otros temas.
El encuentro culminó el martes 28 de octubre con un momento de invocación por la paz celebrado de manera simultánea por las distintas tradiciones religiosas: judíos, musulmanes, budistas y cristianos elevaron su plegaria, cada uno desde su espacio, pero unidos en un mismo espíritu.
Durante la oración ecuménica, en la que participó el Papa León XIV, el Santo Padre subrayó la importancia de la reconciliación como camino permanente para alcanzar la paz:
“Todos los creyentes son hermanos. Y las religiones, como ‘hermanas’, deben favorecer que los pueblos se traten como hermanos, no como enemigos. Porque todos los pueblos forman una sola comunidad y tienen un mismo origen”, afirmó.
El Papa añadió:
“La cultura de la reconciliación vencerá a la actual globalización de la impotencia, que pretende convencernos de que otra historia es imposible. Sí, el diálogo, la negociación y la cooperación pueden —y deben— afrontar y resolver las tensiones que surgen en las situaciones conflictivas.
Poner fin a la guerra es el deber impostergable de todos los líderes políticos ante Dios. La paz es la prioridad de cualquier política. Dios pedirá cuentas a quienes no han buscado la paz o han fomentado las tensiones y los conflictos durante tantos días, meses y años de guerra.”
“¡Basta!”, exclamó el Santo Padre. “Es el grito de los pobres y el grito de la tierra. ¡Basta! ¡Señor, escucha nuestro clamor!”
El encuentro concluyó con el tradicional gesto simbólico de esperanza en el Coliseo Romano, donde cientos de líderes encendieron el Candelabro de la Paz y firmaron el Llamamiento por la Paz, entregado por los niños de las Escuelas de la Paz de Sant’Egidio. En su mensaje, los pequeños invitaron a los firmantes a renovar su compromiso:
“Pongamos nuevamente en el centro a la comunidad humana. Aprendamos de nuevo el arte de vivir juntos. Construyamos puentes y no muros. Detengamos las guerras y abramos el tiempo de la reconciliación, para una seguridad basada en el diálogo y no en la escalada armamentista. Las futuras generaciones agradecerán a quienes tuvieron el valor de atreverse por la paz.”
Las religiones ofrecen al mundo aquello que han recibido de Dios: el amor, la sabiduría, el valor de la vida y el perdón. Son plenamente conscientes de que los pueblos forman una sola comunidad, con un destino común. Por eso, elevan con fe su oración para que se apague todo odio y sea consolado todo corazón afligido.
“¡Ninguna guerra es santa, solo la paz es santa! Dios conceda al mundo el don preciosísimo de la paz”, con estas palabras leídas por una joven representando el movimiento de Jóvenes por la Paz culminó este encuentro.
La reliquia volverá a Roma en diciembre, pero aún puedes visitarla en estas parroquias.
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