En el deporte no existen enemigos, hay atletas que tienen presente que antes que nada en cada competencia lo que debe aflorar más que la rivalidad es la fraternidad, la solidaridad y la amistad y los Juegos Olímpicos nos han dejado grandes y hermosas anécdotas que lo constatan.
Al referirse a los Juegos Olímpicos de París 2024, el Papa Francisco señaló que “el deporte tiene una gran fuerza social, capaz de unir pacíficamente a personas de culturas diferentes”, con lo que refrendó el mensaje que envío para la justa deportiva de Tokio, Japón, cuando pidió que “estos Juegos sean un signo de esperanza, una señal de fraternidad universal bajo la bandera de la sana competencia”.
En el marco de los Juegos Olímpicos de París 2024, Desde la fe te comparte algunos bellos momentos que se han vivido durante los Juegos Olímpicos y que nos demuestran que en el deporte, pero en especial en los atletas existe un espíritu de fraternidad, solidaridad, amistad y amor, como ese que Jesús nos inculcó a llevar siempre en nuestra vida.
En Berlín 1936 se presentó un ejemplo de amistad cuando los japones Sueo Oe y Shuhei Nishida competían en salto con garrocha.
De acuerdo con el sitio oficial de los Juegos Olímpicos ambos saltaron exactamente a la misma altura, 4.25 m, para terminar en segundo lugar detrás del estadounidense Earle Meadows. Para determinar quién debía ser la plata, les ofrecieron seguir compitiendo, pero ellos rechazaron el desempate por respeto al otro.
El equipo japonés decidió que Nishida recibiera la medalla de plata por haber completado más intentos que Oe, a quien le dieron la de bronce. Sin embargo, los atletas no estuvieron de acuerdo y al regresar a Japón llevaron las medallas a un joyero y las cortaron por la mitad para hacer un par de medallas mixtas únicas, conocidas después como las “medallas de la amistad eterna”, con lo que cada uno compartió la plata y el bronce.
En los mismos Juegos Olímpicos de Berlín 1936 el reconocido atleta estadounidense Jesse Owens había fallado en sus dos primeros intentos para clasificar a la final del salto de longitud y sólo le quedaba una oportunidad.
Cuando el alemán Luz Long, quien ostentaba el récord europeo, vio a su rival nervioso se le acercó y le aconsejó cómo debía ajustar su carrera para lograr la distancia requerida; esto le permitió a Owen clasificar y ganar la medalla de oro con un nuevo récord olímpico (8.06 metros) mientras que Long se llevó la plata con 7.87 metros.
Ese gesto de solidaridad desafió los tiempos políticos de la época, ya que los juegos se vivieron en la Alemania nazi y Jessi Owens, atleta afroamericano, no era visto con buenos ojos por el régimen.
“Tú puedes fundir todas las medallas y trofeos que tengo (…) y eso no tendría el mismo valor que los 24 kilates de amistad que sentí en ese momento por Luz Long”, dijo Owens tiempo después de acuerdo con la BBC.
En Seúl 1988 el velerista canadiense Lawrence Lemieux se encontraba hasta la quinta regata en segunda posición y practicamente tenía la medalla de plata, por lo que con dos recorridos más estaría en el podio.
Sin embargo, en el último día de competencias Lemieux vio una embarcación en problemas: era el velero de Singapur. Un competidor cayó al agua y el otro se aferraba a un bote a punto de voltearse, de acuerdo con el sitio de deportes Mediotiempo. Sin más, el canadiense salió de la competencia y fue a rescatar a Joseph Chan, quien estaba lesionado, y a Shaw Her Siew y esperó a que llegaran los salvavidas con lo que perdió la medalla olímpica.
“La primera regla de la vela es: ‘si ves a alguien en problemas, debes de ayudarle’… al ver que no podían subir a su bote, me decidí a ir a ayudarlos”, declaró Lemieux.
La Unión Internacional de Vela le dio la medalla de plata que habría obtenido si no hubiera abandonado la competencia y, cuatro años después ganó la Medalla ‘Pierre de Coubertine’, conocida como la medalla al verdadero espíritu deportivo, que concede el Comité Olímpico Internacional.
La nadadora sueca Therese Alshammar se estaba preparando para competir en el evento de 50 metros estilo libre en Beijing 2008. Sin embargo, su traje se rasgó antes de que comenzara la carrera y a pesar de la ayuda de la estadounidense Dara Torres, quien era la atleta favorita para ganar el oro, no pudo arreglarlo.
Fue la propia Torres quien insistió a los oficiales que pospusieran el inicio de la carrera para darle una oportunidad a Alshammar de cambiarse. Eventualmente, los oficiales aceptaron y la sueca pudo nadar la semifinal.
En la semifinal de 5,000 m de Río 2016 hubo un evento desafortunado: Nikki Hamblin de Nueva Zelanda chocó con la estadounidense Abbey D’Agostino, haciendo que esta última cayera al suelo. D’Agostino se levantó y trató de ayudar a Hamblin, pero cayó por una lesión que sufrió en su pierna por el impacto del choque.
Entonces Hamblin ayudó a D’Agostino a ponerse de pie y corrió junto con ella un momento breve la línea de meta. La estadounidense terminó la carrera y en la meta ambas se abrazaron, lo que quedó como una de las imágenes más reconocidas de los Juegos Olímpicos.
El gesto hizo que los organizadores decidieran clasificarlas a la final, pero D’Agostino no pudo participar al haberse desgarrado un ligamento. “Ella me ayudó primero“, dijo Hamblin después de la carrera. “La traté de ayudar, pero ella estaba muy mal (…) Esa chica es el espíritu olímpico”, señaló.
En Tokio 2021 el brasileño Ítalo Ferreira se convirtió en el primer campeón olímpico de surf y lo festejó dándole todos los créditos a Dios. En su cuenta de Instagram publicó una fotografía junto con la frase: “Lo que Él abre, nadie podrá cerrar”.
Para quienes vivían en la Villa Olímpica les llamaba la atención que Ítalo no conviviera más allá de las 7 pm con los demás deportistas. ¿La razón? Se iba temprano a la cama para poderse despertar a hacer oración: “Le pedí esto a Dios todos los días a las 3 de la madrugada. Es el mejor momento para hablar con Él porque todos los demás duermen, y luego Él me presta más ¡Gracias mi Dios!”.
La halterista Hidilyn Díaz fue la primera atleta en dar una medalla de oro olímpica a Filipinas al ganar en la categoría femenina de 55 kg para levantamiento de pesas en los Juegos Olímpicos de Tokio.
Al subir al podio se observó cómo Hidilyn levantó la medalla olímpica junto con la Medalla Milagrosa de la Virgen María, mientras señalaba al cielo a manera de agradecimiento. A través de sus redes sociales, la atleta hablaba sobre su fe católica y en 2019 publicó la imagen del diseño de la medalla de oro de Tokio y escribió: “Metas. La voluntad de Dios”.
Durante la competencia de levantamiento de pesas, se presentó otro momento emotivo, cuando la halterista ecuatoriana Neisi Dajomes, quien ganó la medalla de oro en dicha disciplina dedicó su triunfo a su madre y hermano fallecidos durante ese año y, sobre todo, “a Dios por acompañarla en tan dura prueba”.
Pese a que en los Juegos Olímpicos de Tokio la joven brasileña Pamela Rosa no llegó a la final de skateboarding acaparó la atención por su gran personalidad, pero sobre todo, por su profunda fe en Dios y en la Virgen María que en todo momento la compartió sin reservas.
Pamela lleva tatuada en el brazo la imagen de Nuestra Señora de Aparecida, patrona de Brasil, cuyo amor por esta advocación de la Madre de Dios le viene desde pequeña. En 2018 a joven hizo pública su devoción a la Virgen de Aparecida tras ganar los X Games: “Me entregué a su cuidado y le dije que si ganaba, mi promesa sería regalarle la patineta”, promesa que cumplió por lo que quien visite la Basílica de Nuestra Señora de Aparecida en Brasil puede observar en la sala de promesas dicha patineta.
Eldric Sella, boxeador nacido Venezuela pero que encontró refugio en Trinidad y Tobago, llamó la atención en Tokio por haber ganado una medalla muy especial: la de la humildad.
Sella explicó que su preparación no fue fácil: “Cuando estaba mezclando cemento, cuando estaba cortando césped, cuando estaba pintando una casa, pensaba cómo me ayudaría eso en mi carrera de boxeador”.
Tras un breve combate de 67 segundos, que perdió por nocaut técnico, el joven refugiado no contuvo las lágrimas ante la prensa y, notablemente conmovido, pidió perdón al pueblo venezolano por no haber hecho un mejor papel. Eldric no ganó medalla, pero sí el corazón de millones de espectadores.
Sydney McLaughlin, atleta norteamericana especializada en carreras con vallas, poseedora del récord mundial y olímpico en los 400 metros vallas, con un tiempo de 51.46 segundos, establecido en los Juegos Olímpicos de Tokio destacó que sus triunfos son para gloria de Dios.
En entrevista para la cadena NBC, Sydney dejó en claro que todos sus logros son para ‘gloria de Dios’: “Mientras siga con el trabajo duro, Él va a llevarme. Y realmente no puedo hacer nada más que darle gloria a Él en este punto”.
De los Juegos Olímpicos salen grandes historias y una de ellas es la que se vivió en Tokio cuando el catarí Mutaz Essa Barshim y el italiano Gianmarco Tamberi acordaron dejar de competir y compartir la medalla de oro en salto de altura masculino. Este fue el primer podio olímpico conjunto en atletismo desde 1912.
El asiático y el europeo habían quedado empatados después de que saltaran hasta los 2.37 metros -sólo dos centímetros menos del récord olímpico- pero fallaron al intentar superar los 2.39. El juez de la contienda les ofreció continuar saltando hasta decidir al ganador.
Fue en ese momento que el catarí, quien era considerado el favorito a ganar, preguntó: ‘¿Podemos tener dos oros?’, a lo que el oficial respondió que sí. En el video del momento en que deciden ya no competir puede verse a ambos atletas extendiendo los brazos y sellando el acuerdo con un apretón de manos y un abrazo.
“Son las 5 AM en Tokio, y lo primero que hago antes de empezar el día es encomendarme al Señor del Gran Poder. Muchas gracias @HdadGranPoder por ayudarme a sentir al Señor tan cerca incluso en la otra parte del mundo. ¿Si Dios conmigo, quién contra mí? #Tokyo2020”.
Este mensaje lo posteó en Twitter Francisco Gaviño, representante de España en la modalidad de Concurso Completo en Equitación. El mensaje lo acompañó de la imagen de una escultura de Jesucristo realizada en madera policromada de 1.81 metros de alto en el año 1620, muy venerado en España y que se encuentra en la Basílica de Jesús del Gran Poder, en el barrio de San Lorenzo de Sevilla.
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