Historias de Fe

El amor de la comunidad polaca en México por san Juan Pablo II

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En 1943, la ciudad de León, Guanajuato recibió a 1,453 refugiados de Polonia, entre ellos estaba Władysław Rattinger, un soldado cuya misión era mantener seguras a las familias que huían de la guerra. Era católico y su gran fe lo ayudó a sobrevivir los propios estragos del conflicto armado que separó a su familia.

Los refugiados polacos llegaron a Santa Rosa, una hacienda en León que el gobierno habilitó para ellos y que se volvió el nuevo hogar de muchos, incluso algunos le llegaron a llamar la Pequeña Polonia.

Al término de la Segunda Guerra Mundial, los refugiados tomaron la decisión de regresar a su país, trasladarse a otras naciones o quedarse en México. Władysław decidió quedarse, se casó con la mexicana Ana María Aranda, originaria de León y tuvieron cinco hijos: Andrzej, Krysia, Marysia, Karol y Henryk.

La familia de su esposa lo arropó como un nuevo integrante. A sus hijos les habló sobre la historia de Polonia, su cultura y les transmitió gran amor por el país europeo, pero veía con tristeza como la nación se encontraba bajo un régimen comunista. El militar era profundamente católico, como muchos polacos, pero bajo ese gobierno la nación europea no podía ejercer el culto de forma libre.

San Juan Pablo II era su esperanza

Fue 36 años después, cuando Wladyslaw y muchos otros polacos vieron una luz de esperanza al final del túnel. En el Vaticano, el 16 de octubre de 1978 era elegido como Papa el polaco Karol Wojtyla, quien adoptó el nombre de Juan Pablo II. Fue el primer Pontífice no italiano desde Adriano VI, elegido cuatro siglos y medio antes.

“Era como que Dios había escuchado a Polonia y la estaba salvando”, asegura Andrzej Rattinger, hijo de Władysław. “Algo que mantuvo al pueblo polaco fuerte durante el comunismo fue la fe en Dios, por eso cuando el Papa polaco es electo en Roma, Polonia se volvió loca, y nosotros también, mi papa, yo, todos en casa, era una emoción inenarrable. Hoy en día al pensar en esos momentos se me hace un nudo en la garganta”, expresa en entrevista.

Los hijos de Władysław Rattinger practicando un baile regional polaco. Foto: Andrzej Rattinger/Cortesía.

Tres meses después, en enero de 1979, Juan Pablo II hacía su primer viaje internacional con México como destino. Władysław, junto con muchos otros miembros de la comunidad polaca lo esperaban con ansia, en ese momento vivía en Guadalajara y el Arzobispado lo invitó a él y a su familia a reunirse con el Pontífice, como parte de la comunidad polaca.

“Preparó los letreros de bienvenida, le recibió al estilo polaco con pan y sal y pudo platicar con él personalmente”, comenta Andrzej Rattinger.

Esa sería la primera de siete veces más que Władysław vería a san Juan Pablo II, dos de ellas en audiencia personal como parte de la comunidad polaca, una en Polonia y otra en Roma.  En sus encuentros personales tuvo la oportunidad de contarle su historia en la guerra. Además, juntó álbumes con recortes de noticias y otros muchos recuerdos de las visitas del Pontífice a México.

Para los mexicanos, que la nación fuera el primer país que el Papa visitaba fue un honor, para los polacos verlo era trascendental, les proveía de una fuerza que no sabían que tenían, explica Andrzej.

El mismo Juan Pablo les dijo en ese viaje: “Sin duda la mayor parte de los mexicanos no conoce la historia de Polonia, como nosotros no conocemos la de México, pero sienten que entre ellos y nosotros hay un vínculo espiritual, como una semejanza de destino espiritual; y la Madre de Dios del santuario de Guadalupe nos recuerda vivamente a nuestra Madre de Dios de Jasna Gora (en Czestochowa)”.

Grandes similitudes

Un vínculo espiritual es el que Władysław también sentía con Juan Pablo II, no sólo se sentía inspirado por él como muchos polacos, sino unido de forma personal en experiencias compartidas.

Władysław y Ana María Rattinger. Foto: Andrzej Rattinger.

“Mi suegro tenía muchas similitudes con el Papa puesto que sus papás se llamaban como los papás de Juan Pablo II: Emilia y Karol”, explica Adriana Romero, esposa de Andrzej Rattinger. Además, Władysław era aficionado al teatro, como lo fue el santo en su juventud.

Su afición llevó a que Władysław dirigiera un grupo de teatro en Guadalajara que presentaba obras de aficionados, al menos una por año. También ambos se habían quedado sin familia desde jóvenes y habían tenido que salir de su patria.

Una nueva vida en México

La historia de Władysław antes de México es dolorosa. “A mi papá lo enlistaron en el ejército polaco cuando la invasión de la Alemania nazi en 1939, lo hicieron prisionero los alemanes en los primeros días y escapó, se trató de reincorporar al ejército polaco, pero para entonces ya estaba desintegrado. Entonces regresó a su ciudad natal Lwów, Polonia, a reunirse con su madre y su abuela”, explica Andrzej Rattinger.

Sin embargo, el tiempo con su familia duró muy poco, en septiembre de 1939, sólo 16 días después fue la Unión Soviética quien invadió Polonia.

Władysław se unió a la resistencia polaca contra la ocupación soviética y lo tomaron prisionero. Fue enviado a un campo de concentración en Siberia, donde estuvo casi dos años, ahí fue víctima de maltratos, muchos de ellos por mantener firme en su religión y cantar canciones de Navidad. Durante esos años él se mantuvo fuerte en la fe.

“Cuando mi suegro estaba en el campo de concentración, él se encomendaba a un santo que ahora es el patrono de Polonia, Andrzej Bobola, le decía que si él llegaba a salir de ese campo de concentración y podía llegar a tener un hijo, le iba a poner su nombre”, narra Adriana, quien hoy está casada con Andrzej Rattinger, primogénito de Władysław.

“En Siberia estuvo casi dos años y cuando Alemania invadió la Unión Soviética se formó un ejército de polacos, ahí liberaron a mi papá y se incorporó a ese ejército. A partir de ahí su asignación fue recuperar a los huérfanos y familias polacas perdidas en la Unión Soviética”, explica Andrzej.

Władysław llevaba a las familias y huérfanos a las orillas del Mar Caspio y ahí los embarcaba a Medio Oriente. De acuerdo con la escritora Elena Poniatowska en su texto México: país providencial para los polacos, el éxodo de los refugiados fue de Sibería a Siria y a Irán, países de los que fueron expulsados para después ser enviados a India.

En ese periodo, México se ofreció a recibir a 30 mil polacos. El entonces presidente Manuel Ávila Camacho y el general Vladislao Sikorsky –líder polaco que estableció un gobierno en el exilio- firmaron un acuerdo cuya vigencia sería mientras durara la guerra, una vez terminada, los polacos podrían regresar a su tierra.

Así, los primeros refugiados llegaron en barco desde India hasta California, Estados Unidos, y de ahí en tren a León Guanajuato. A Władysław Rattinger lo hicieron acompañar al grupo y lo asignaron a quedarse en México. Una vez terminada la guerra decidió quedarse en el país y eventualmente se casó con la mexicana Ana María Aranda.

Władysław y su recién formada familia vivieron primero en León y posteriormente en Guadalajara. “Todos los hermanos llevamos nombres polacos y la mayor parte de nosotros le pusimos nombres polacos a nuestros hijos”, explica Andrzej Rattinger.

Pese a que la mamá de Władysław vivía y él intentó traerla a México, el reencuentro nunca se logró, ella murió antes de que pudiera ser trasladada.

Polonia se independizó del régimen comunista en 1989, la influencia de san Juan Pablo II y su visita al país una década antes fue parte importante de ello.

Recuerdo bendito de la visita del Papa. Foto: Andrzej Rattinger/Cortesía.

Władysław murió en 1998, su familia aún conserva los álbumes de recortes y otros recuerdos que guardó del santo.

“La influencia de san Juan Pablo II en nuestra familia es difícil de describir. Es sumamente importante en nuestra vida”, explica Andrzej Rattinger, quien junto con su esposa vio al santo polaco en Chicago y en tres de sus visitas a México.

 

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Melva Navarro

Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). He publicado en El Universal, CNNMéxico y Expansión.mx. Egresada de la 3era generación del diplomado 'Periodismo en el entorno digital' de la FCPyS, UNAM.

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