El 8 de abril de 2005 en el Vaticano, mientras participaba en la transmisión en vivo del funeral, Valentina no podía mirar hacia el féretro que contenía los restos de Juan Pablo II. Sentía que, si veía aquel cajón, se quebraría y sería incapaz de continuar con el programa, que era seguido por millones de personas en México a través de Televisa.
“Cuando veía el ataúd decía: ‘si sigo mirando, seguro me va a pasar algo’. Y yo no me podía dar ese lujo (…) “Esa transmisión fue todavía más dura que el anuncio de la muerte” -recuerda- en entrevista con Desde la fe.
Juan Pablo II murió el 2 de abril, a los 85 años. Durante los 26 años de pontificado, Valentina Alazraki siguió celosamente cada Misa, cada audiencia, cada mensaje, y acompañó al Papa en un centenar de viajes, cinco de ellos a México, como corresponsal de Televisa en Roma.
A través de ella, millones de católicos pudieron conocer el lado humano del Papa polaco que –él mismo decía- también se sentía un poco mexicano. Vieron por primera vez a un Sumo Pontífice con sombrero de charro, o hablando de su deseo de visitar a la Virgen de Guadalupe. Su relación con el Santo Padre no fue solamente profesional. Juan Pablo II la marcó profundamente en el plano personal y espiritual.
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