Haciendo frente a la inmovilidad de brazos y piernas, Carlos Mauricio ha encontrado en la pintura no sólo una expresión de su creatividad, sino también una vía para superar obstáculos aparentemente insuperables.
La distrofia muscular, una enfermedad genética que afecta los músculos y debilita progresivamente el cuerpo, no ha detenido su pasión y determinación. A través de sus pinceles, no sólo pinta paisajes vibrantes, sino que también redefine la percepción convencional de lo que es posible lograr en medio de las adversidades, utilizando la boca como su principal herramienta de expresión artística.
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Nacido en 1992, al año de edad sus padres se enteraron de que padece de distrofia muscular tipo Duchenne. Tiempo después sus padres se separaron y su mamá se hizo totalmente cargo de él. Carlos Mauricio cursó la primaria en el centro de rehabilitación Gaby Brimmer. A lo largo de su crecimiento sus músculos fueron perdiendo fuerza hasta que a los ocho años de edad tuvo que comenzar a utilizar silla de ruedas.
“La pintura me interesó durante la secundaria; estuve en un taller de pintura, allí realicé mi primer cuadro al óleo. Ahora tengo 31 años. Fue desde el 2013 que comencé a pintar más a profundidad”.
Carlos comenzó a pintar gracias a la Asociación de Pintores con la Boca y con el Pie.
“Ellos te apoyan. Sacan lo mejor de todos los artistas que estamos en la asociación. Para entrar necesitas realizar cinco cuadros donde ellos analizan el nivel que tienes. La asociación tiene presencia mundial. En México, setenta artistas estamos en su lista. La asociación produce objetos como tarjetas, calendarios, bolsas, etcétera, con los cuadros, que después vende para sacar fondos y así pagarles a los artistas y realizar exposiciones en otros países.
Una palabra que le ha ayudado mucho a Carlos Mauricio es “resiliencia”; interiorizándola ha podido superar muchas adverdidades. La resiliencia, junto con la música y la pintura le han dado mucho impulso en la vida.
Pero sobre todo, el joven pintor pide a los lectores voltear a ver lo que tiener, valorarlo y agradecer a Dios. No hay que deprimirse por cosas insignificantes -señala-; si podemos caminar y salir sin usar una mascarilla, es algo que hay que agradecer. “Lo que yo tengo es difícil de vivir y procesar, pero agradezco a Dios que puso en mi camino la pintura, pues eso me mantine positivo y con ganas. No hay de otra más que seguir adelante.
Sin lugar a dudas, Carlos Mauricio es una historia que inspira.
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