La “actriz de toda la vida”, como se llamaba a sí misma Queta Lavat, falleció a los 94 años de edad, tras 77 años de trayectoria artística, en los que se dedicó al cine, a la televisión, a la radio, al doblaje, y en sus últimos años también a hacer videos cortos para TikTok.
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Entrevistada por Desde la fe en 2019, la actriz habló de sus valores, y su experiencia actoral desde que en 1945, invadida por los nervios, participó en su primera película, Las Colegialas. Lavat no estudió actuación; su incursión en el cine se dio porque fue invitada a participar en dicha cinta por su amiga, la actriz María Elena Marqués.
“Antes de eso, jamás había pisado un set o escenario -señala Queta Lavat-. Recuerdo que yo me escondía de la cámara, estaba llena de miedo, pero María Elena me jalaba y me decía: ‘¡Aquí junto a mí!’. Los nervios pronto se me fueron quitando, y después me agarré película tras película”.
Para ella, la Época de Oro del Cine Mexicano fue una etapa realmente bella, “en la que se abordaban temas que no ofendían las creencias religiosas, mucho menos la fe católica”, que profesaban casi todos los actores, entre los que más, Sara García, Prudencia Griffel, Jorge Negrete, Pedro Infante, y ella, por supuesto, que desde entonces era una mujer muy apegada a la Iglesia.
De hecho, lo que recuerda como la más bella experiencia de su vida, la tuvo un día de 1953 en la Parroquia de San Juan Bautista, en Coyoacán, cuando contrajo Matrimonio con el cinefotógrafo Armando Carrillo. “Es lo más hermoso que he vivido. Me casé con él después de ocho años de noviazgo, en aquellos tiempos en los que al inicio ponían chaperón a la novia. Con trabajos podíamos tocarnos la mano. Definitivamente, el día de mi boda es mi mejor recuerdo”.
Queta Lavat considera que los noviazgos de entonces eran mucho más bonitos que los actuales, pues piensa que se ha ido perdiendo mucho el respeto de pareja. Con cuatro hijos y 13 nietos, Queta Lavat reconoce que en su propia familia se ha perdido ese arraigo religioso de antaño.
“Mis ideas no cambian, pero trato de adaptarme. Ahora las cosas funcionan al revés: –dice, en tono de broma–, primero el joven se va a viajar con la novia, después tienen al niño, posteriormente viene la propuesta de Matrimonio, y luego el niño le levanta la cola”.
Aun así –dice–, la suya sigue siendo una familia tradicional; ni sus hijos ni sus nietos han quedado sin Bautismo, Primera Comunión y Confirmación. Además, todos se reúnen cada domingo en su casa para disfrutar de los platillos que ella misma prepara: sopa de fideo o de verduras, de poro y papa, moles de todos tipos, salpicón, pacholes y otras delicias, pues la cocina desde joven ha sido uno de sus grandes entretenimientos, además de la jardinería y el tejido, afición por la que Jorge Negrete, su amigo entrañable, siempre la llamó cariñosamente mi arañita.
Con Jorge Negrete trabajó en cinco películas, entre ellas Dos tipos de cuidado, misma que la llena de satisfacción, pues se ha convertido en un clásico.
Además agradece a Dios por haberle permitido conocer a muchos actores y cineastas entrañables, como Pedro Armendáriz, Gabriel Figueroa, Emilio Fernández, Pedro Infante, Luis Aguilar, Sara García, los hermanos Soler, y su cómico favorito, Tin Tan, con quien trabajó y de quien dice entre risas: “¡Era tremendo!”.
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