En el Barrio de la Merced, en la Ciudad de México, se encuentra la Parroquia de la Santa Cruz y Nuestra Señora de la Soledad, a cargo del Padre Benito Javier Torres, quien llegó como una bendición a esa comunidad en 2015 para alimentar y darles cobijo diario a miles de personas en situación vulnerable, a través de su asociación “Saciando al Pobre, A.C.”
Actualmente regala 8000 alimentos cada semana, apoya a 10 comedores, recibe a 250 adultos mayores y 400 personas en situación de prostitución cada mes.
“Al principio no teníamos insumos, pero en la medida que se fue dando a conocer el trabajo, empezó a llegar ayuda. Después nos vimos en la necesidad de contactar a los bancos de alimentos y eso ayudó también a reforzar la labor que estábamos realizando. Lo primero era darles de comer, nos dimos cuenta de que las personas en situación de calle necesitaban algo más y buscamos hacer un programa integral que iba mucho más allá de alimentarlos; nos ocupábamos de su dignidad y espiritualidad, entonces empezamos a hacer retiros a los que llevábamos entre 40 y 50 personas, nos íbamos al bosque y hablábamos de la situación que ellos viven en la calle, de drogas y los peligros que pasan, después sobre su dignidad y luego haciendo conciencia de lo que Dios nos ofrece: una vida diferente.
“Terminábamos con un momento efusivo al Espíritu Santo, y eso les ayudaba mucho a que reflexionaran y regresaran con un espíritu de cambio. Por lo general, de las 40 personas que iban, 10 seguían con el proceso y 2 de ellas se quedaban en la parroquia, o las mandábamos a una clínica, depende el caso, y ya solo quedaba acompañarlos para cerrar el camino”.
Para el sacerdote, la obra de Dios es impresionante, tanto que durante la pandemia se pudo sacar adelante los alimentos: 2800 comidas diarias. Una vez que empezó a ceder la pandemia, se abrió el albergue para migrantes. Caravanas de hondureños, venezolanos, haitianos, africanos, familias completas. Este albergue es temporal, de 3 a 5 días es el tiempo que pueden estar en lo que arreglan sus papeles.
“La verdad si yo lo hubiera pensado, no sé si hubiera llegado a tanto, quizá me hubiera dado miedo. Por lo regular a la gente que dona la invito a que vaya a entregar la ayuda para que su experiencia sea plena y se lleven una vivencia muy bella. El lema de aquí es que los que vienen son ‘Cristos rotos’ y nosotros estamos ayudando a otro Cristo, un Cristo que ayuda a otro Cristo, entonces cambia la perspectiva. Ya no es una persona a la cual solamente estás ayudando por hacer obra de caridad, sino es a Cristo mismo a quien estás ayudando”.
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