Carlos Daniel Villaseñor trabajó tanto en Disney World, en Orlando, Florida, como en la cadena hotelera Starwood de la Ciudad de México; la experiencia laboral le llevó a entender que el sector turístico requería de personas muy comprometidas que ayudaran a los demás a ser felices y a disfrutar de la vida. Si bien sentía que este era un servicio para el que estaba preparado profesionalmente, algo le hacía falta.
Actualmente Carlos Daniel tiene 34 años. Nació el 5 de septiembre de 1986, en la Ciudad de México, y desde niño sintió gusto por el sector turístico, porque –dice– era servir a los demás. Esta pasión lo motivó a cursar la carrera de Administrador de Empresas de Entretenimiento en la Universidad Anáhuac.
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Cuenta que en su época de estudiante compaginaba sus responsabilidades con misiones de evangelización y humanitarias en zonas marginadas de México, a través Juventud y Familia Misionera, un apostolado internacional nacido a fines de la década de los 80 en el país, como una respuesta al llamado de la nueva evangelización de Su Santidad, San Juan Pablo II.
Estas experiencias –afirma– desarrollaron más su sensibilidad hacia las necesidades y carencias de las personas. “Fue ahí donde pude ver potenciado ese deseo de servir a los demás, pero a un nivel mucho más profundo, más existencial y sobre todo mucho más espiritual”.
Después de un periodo de discernimiento, el joven decidió dejarlo todo por el sacerdocio. En el año 2011 inició su camino en el candidatado en la ciudad de Monterrey, Nuevo León, con la congregación de los Legionarios de Cristo. Y el pasado 23 de septiembre se ordenó diácono transitorio en la parroquia de Santa Teresita del Niño Jesús, en la Ciudad de México, de manos del obispo de Tacámbaro, Gerardo Díaz Vázquez. El próximo año recibirá el presbiterado.
“Ese servicio que antes yo hacía en una jornada de 8 horas –explica– ahora lo hago las 24 horas del día y por algo mucho más grande que arrancar una sonrisa o hacer que tengan una experiencia hermosa y agradable; ahora es que se encuentren con su Creador, que se den cuenta que Dios los ama“.
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Asegura estar muy motivado de “enseñar la verdad, llevar mucha esperanza y mucho amor a las personas y por supuesto hacerlos sonreír”.
Carlos Daniel iba a ser ordenado diácono el año pasado en la Basílica de Guadalupe, pero a tres días de su ordenación le diagnosticaron Covid-19.
Recuerda: “En la convalecencia fui testigo del dolor y sufrimiento que esta enfermedad lleva a las familias; vi como sacerdotes y religiosas llevan consuelo y apoyo a los enfermos y a sus familiares, reconocí todo el trabajo que ha hecho el sector salud con una ejemplar vocación de servicio.”
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