Arriba del ring es, hoy por hoy, la cara de la lucha libre mexicana, un guerrero de los encordados que ha revolucionado este deporte. Fuera de las arenas, es un hombre de fe, un ser humano agradable, respetuoso, sensible hasta las lágrimas y noble como un niño. Pero sobre todo, el Místico es un hombre orgulloso de la tierra que lo vio nacer, un hombre que lleva siempre la bandera de México por todas partes en el extranjero, y que se entrega en los encordados de la lucha a fin poner en alto el nombre de su país.
Cuando niño, al Místico nunca le interesó ser luchador, en lo que menos pensaba era en eso, y más bien concentraba sus esfuerzos en el futbol: llegó a ser seleccionado Sub 17, jugaba futbol rápido profesional y todo en su día a día era pensar en el balompié. Pero entonces, ¿cómo es que fue a dar a los encordados de la lucha libre?
Platica el Místico que cuando era niño, siempre que su señor padre llegaba a casa, traía puesta una bata de doctor y portaba un maletín de doctor, de manera que él estaba seguro de que su papá era un doctor. “¿Qué otra cosa podía ser así?”.
“Sin embargo -dice-, como todo niño que no se queda con las ganas de saber que hay dentro de una maleta, una bolsa, una mochila, yo un día abrí el maletín de mi papá y me encontré con que dentro había máscaras. Así que fui y le pregunté a mi papá por qué tenía esas máscaras ahí”.
Y es que en aquel tiempo -platica el Místico-, el luchador era muy celoso de su profesión y jamás revelaba su identidad. De manera que ni su padre, el Dr. Karonte, ni su tío Tony Salazar, hablaban en casa de su faceta de luchadores.
“En aquella ocasión -agrega la ahora estrella de la lucha libre-, después de recibir un fuerte regaño por andar esculcando cosas que no eran mías, mi papá me reveló su verdadera profesión. Me emocioné de saber que era luchador, pero estaba muy pequeñito para entender de esas cosas”.
Por aquel entonces, habiendo logrado muy poco en su proyecto de ser futbolista, y ya entrado de que su padre se dedicaba a la lucha libre profesional, partió de casa y comenzó a entrenarse en ese deporte bajo la guía de Fray Tormenta. Posteriormente fue su padre, el Dr. Karonte, quien comenzó a hacerse cargo de su entrenamiento.
Sin embargo, quien le dio el máximo impulso para llegar a los encordados, fue su señora madre. Así lo recuerda: “Le pregunté a mi mamá si mi tío era Tony Salazar -otra leyenda de la lucha libre-, y me respondió que sí”.
Pero tanto interés le vio su madre en los asuntos de la lucha libre, que le preguntó si quería probarse con los grandes. “Le dije que sí. Así que ella fue la que me trajo a la Arena México para que me probara: ‘¡Órale, me dijo, quiero saber de qué está hecho usted!’”.
Comenzó entonces a entrenar fuerte y con constancia para poder llegar algún día a ser luchador. Sin embargo, al tiempo se encontró con una dificultad: “No pude debutar en México porque por aquel entonces se tenía la idea de que un luchador debía medir arriba de 1.80 y pesar más de noventa kilos, siendo que yo mido 1.70 y en ese tiempo pesaba unos 60 kilos”.
Para Francisco Alonso -que entonces era el presidente del Consejo Mundial de Lucha Libre-, él no servía como luchador por sus características. “Y no me quisieron aceptar -agrega el Místico-; decían que parecía un chapulín, que brincaba mucho entre las cuerdas”. De manera que parecía otra meta no alcanzada.
Sin embargo, unos videos grabados de él fueron a dar a Japón, e inmediatamente lo mandaron llamar del País del Sol Naciente, y allá hizo su debut como luchador hace ya 22 años, pero no con el nombre del Místico.
“Al cabo de dos años de luchar en Japón -platica-, aquí en México se dieron cuenta de las cosas que yo estaba haciendo en otro país, y me mandaron llamar para hacerme una prueba. Venía revolucionando los giros, las planchas, los topes. Soy de los pocos luchadores que se puede quedar suspendido en el aire dos segundos. Yo puedo ir cayendo e ir saludando a la gente”.
Fue aceptado finalmente en el Consejo Mundial de Lucha Libre, bajo un contrato otorgado por el mismísimo Francisco Alonso. “Ahora me daba la oportunidad el mismo que anteriormente había considerado que no servía para la lucha libre”.
Su nuevo nombre, cabe señalar, fue idea tanto de él como del luchador José Luis Feliciano y de Francisco Alonso. Juntos lo acordaron. Y se debió básicamente al tema de su fue, que ha sido ha sido el sello de su existencia, como ser humano y como luchador, y hace alusión al misticismo que envuelve sus creencias religiosas.
“Fue así que inicié en esto. Yo siempre he dicho que los tiempos de Dios son tiempos perfectos. Sé que si Él no te abre alguna puerta, es porque te tiene otra puerta mucho mejor. No pude hacer nada en el futbol, pero gracias a Él llegué a este bello y maravilloso deporte de la lucha libre. Y aquí Él me ha bendecido muchísimo”.
El místico aún recuerda que cuando, siendo aún muy joven, el Averno -quien durante años ha sido su máximo rival-, se le acercó y le dijo unas palabras, como si supiera con toda certeza el futuro que le esperaba: “Tú niño, un día vas a llenar esta arena. La gente va a venir a verte a ti”.
Y muchos años después, justamente en su debut, en junio de 2004, le tocó luchar contra los representantes del mal, tres enormes luchadores, extraordinarios arriba del ring: el Mephisto, el Averno y el Olimpo.
Semanas antes del debut, en el momento en que se vio programado para luchar ese día, comenzó a sentirse muy nervioso, y dicho estado de alteración fue creciendo conforme se acercaba el día esperado. “Cuando llegó la noche -confiesa el Místico-, me daba miedo subir, no sabía si decirles que no podía, o que no quería o que me sentía mal. Era impresionante ver una arena tan llena y con un público tan exigente”.
¿Quién iba a imaginar que esa noche lucharía en contra de aquel que vaticinó su éxito, en contra del Averno y otros representantes del mal? “Para mí fue algo maravilloso luchar contra ellos aquella vez, una lucha en la que yo, gracias a Dios, salí victorioso”.
Han pasado 20 años desde aquel memorable debut, “dos décadas de plata y oro”, como él mismo señala, y en todo ese tiempo -asegura-, ha sentido siempre muy cercana la presencia de Dios y de la Virgen den Guadalupe, por lo cual, en días pasados acudió a la Villa de Guadalupe para ponerse a los pies de la Madre de los mexicanos y agradecerle por todas las bendiciones recibidas.
“Esta es la segunda vez que voy en peregrinación a la Villita a agradecer a la Virgen de Guadalupe. Fue algo que me surgió del corazón. Como muchos mexicanos, soy muy devoto de la Virgen de Guadalupe, así que para mí fue algo maravilloso, sobre todo porque fui acompañado de mucha gente, de mi familia”.
Así pues, al cabo de estos 20 años, de dos extraordinarias décadas “de plata y oro”, el Místico también desea hacer un agradecimiento a todo su público: “Gracias a todos por aguantarme en estos veinte años, por tenerme como estandarte y ejemplo, ha sido maravilloso estar con ustedes”.
El feminismo, una corriente filosófica y social que busca la igualdad de derechos y oportunidades…
“Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de…
El 29 de diciembre iniciaremos el Año Jubilar 2025 en las diócesis del mundo, con…
Lo que empezó en los años 20 del siglo pasado como una causa homicida, al…
‘¡Viva Cristo Rey!’ Hagamos nuestra esta frase, no como grito de guerra, sino como expresión…
El Vaticano publicó la segunda edición del libro litúrgico que contiene las instrucciones relacionadas con…
Esta web usa cookies.