Medio siglo de servir a Cristo y a su Iglesia desde el ministerio sacerdotal, ésa es la trayectoria que tienen los padres Francisco Bravo, Jesús Arriaga y José Hernández Schäfler, tres sacerdotes que en la Fiesta del Santo Cura de Ars -el pasado 4 de agosto- recibieron un reconocimiento por sus 50 años de servicio de manos del Arzobispo de México, Cardenal Carlos Aguiar.
¿Qué experiencias guardan ellos en el corazón tras el largo camino recorrido?
El padre Francisco Bravo comenta que más que sentirse orgulloso de su trayectoria como ministro ordenado, lo que siente es un gran agradecimiento con Dios, pues si bien nunca dudó que llegaría a ser sacerdote, jamás pensó que alcanzaría a cumplir 50 años de servicio.
Como único varón entre 11 hermanas, el padre Francisco considera que fue un niño muy consentido. En el seminario ya no tenía esos privilegios, pero sí pasaba grandes alegrías con sus compañeros. “Ahí no había regaderas con agua caliente, carecíamos de muchas cosas, pero ¡cómo nos divertíamos nadando!, aunque hiciera mucho frío. Son cosas que agradezco a mi Señor”.
Asegura que el día más feliz de su vida ha sido el de su ordenación, realizada en el estado de Durango; aunque reconoce que hubiera deseado contar con la presencia de sus padres, quienes no pudieron viajar.
Su consejo a los jóvenes: “Sacerdotes, amen el servicio, vivan pobremente porque es la mejor manera de vivir, cuiden a sus feligreses, arreglen sus parroquias, hagan muchos amigos y cumplan fielmente con lo que Dios les ha encomendado”.
El padre Jesús Arriaga ríe al recordar la ingenuidad que tenía a los cinco años, en su natal Michoacán, cuando recibió el primer llamado de Dios al sacerdocio: “Fue en mi primer día de catecismo. Vi entrar al sacerdote con su bonete, vestido de negro y rodeado de niños. En ese momento dije: ‘Yo quiero ser como él’. Pero como traía sotana, yo pensaba que no tenía cuerpo. Entonces me la pasé pensando que el cuerpo me iba a estorbar”.
A los 14 años se mudó con su familia a la Ciudad de México, después de un tiempo de vivir en León, Guanajuato. “A la capital llegamos sin nada; mi familia había perdido todo”, pero continuaba con su interés de ser sacerdote. Con sus padres acudió a pedir informes y fue aceptado en el Seminario el 17 de febrero de 1957.
El padre Jesús asegura que desde ahí ha disfrutado cada momento de la vida, pero lo que más recuerda son los años que trabajó en la Pastoral Juvenil organizando retiros para jóvenes. “Como eso era mi pasión, renuncié a cargos que me hubieran proyectado al Episcopado. Preferí seguir mi trabajo con jóvenes. De alguna manera es algo que hasta hoy no he dejado, y eso me ha generado juventud interior: subo, bajo, corro, viajo en Metro, soy feliz”.
Su consejo a los jóvenes: “Seminaristas, no se dejen vencer por las dificultades; a los nuevos sacerdotes, permanezcan unidos al Señor, a la Virgen y a su comunidad”.
Para el padre José Hernández Schäfler cumplir 50 años como sacerdote es motivo de satisfacción, pero también de gratitud.
“Gracias a Dios he podido salir adelante. Feligreses, familiares y amigos me han dado todo el respaldo. Siento mucha satisfacción. Por supuesto que estoy agradecido con Dios, porque me llamó a la vida, a la fe y al ministerio sacerdotal”.
Durante su vida como ministro ordenado, el padre José ha sido director espiritual del Seminario Menor, director de Arte Sacro de la Arquidiócesis de México y párroco en diversas iglesias. Ahora continúa ejerciendo el ministerio en la Parroquia de Santo Domingo de Guzmán, Mixcoac.
Su consejo a los jóvenes: “Para discernir: abran bien los ojos, y cuando decidan a ser sacerdotes, den el paso firme y no titubeen”.
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